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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-07-07
Martin GARITANO
La obligada visita al médico
la vida sige igual (XV)

Huesitos tenía cita con el doctor Irisarri a las nueve de la mañana. A las ocho en punto, Juanjosito le daba el parte de novedades en el kiosco.

­Ha debido ser antes de las cinco de la mañana. Cuando he llegado yo aquí ya había un par de coches patrulla frente al ayuntamiento y Simón y los tres chicos han cruzado en dirección a la casa del cura sobre las cinco y media.

Los tres muchachos eran Xabier, Mikel y Sergio, que, tras el exabrupto del ertzaina, había decidido ir caminando hasta la ermita.

­¿Has hablado con ellos? ¿Qué han dicho?

­No, no. Les he visto pasar, pero no se han acercado y me ha parecido mal llamarles a gritos. He hablado con uno de la Ertzaintza, que ha venido a pedir el ‘‘Marca’’.

­Y, ¿qué ha contado?

­Pues eso. Que ha aparecido un tipo degollado en la ermita de Santa Ana y que lo han descubierto una parejita que estaban a sus cosas...

­¿Una parejita? ¿No me has dicho que eran los hijos de Gorosabel y de Mendia?

­Pues eso, una parejita.

­¡Ah! Es que yo no sabía...

­Ni yo. Pero dos son pareja, ¿verdad? Pues tú me contarás qué hacen dos a esas horas y en ese parajeŠ

­Bueno, buenoŠ Cuidados ajenos de mis pelotas cuelgan.

­Pues eso. Si quieres saber más, le preguntas a Simón. Ya os lo contará a mediodía.

Ramón Irisarri, médico de cabecera de Luis Mari Zendoia, estudiaba con atención el expediente médico cuando Huesitos tocó a la puerta.

­¿Se puede?

­Adelante, Luis Mari, adelante.

Ya veo que estudias con interés mi caso...

­Con interés no, con preocupación.

­¿Qué? ¿Lo de siempre? Que si el colesterol, el ácido úrico, la gama nosequé... Siempre andamos a vueltas con lo mismo.

­Pero si es que no te cuidas nada, Luis Mari. Además de todo lo que has dicho, ahora tenemos unos índices exagerados de bilirrubina. Eso, por si no lo sabes, es el foi, el hígado. Y si siguen subiendo nos podemos encontrar cualquier día con un colapso hepático que te ponga camino del más allá.

­O sea, que el hígadoŠ bueno, habrá que tomar paretabelarrak.

­No te engañes. Una infusión de paretabelarrak te puede ayudar a engañar un análisis, pero el órgano está dañado. Lo que habrá que hacer es dejar el alcohol o, por lo menos, disminuir de forma considerable su consumo.

­Pero si sólo tomo unos potes...

­Bueno, tú sabrás cuantos potes bebes, pero con estos análisis yo me tomaría el asunto en serio. ¿Por qué no pruebas a salir más tarde que los demás y beber en un bar sí y en otro no? Puede ayudarte a bajar el consumo.

«antes morir que perder la vida»

Lo que faltaba, que el médico le ordenara a Huesitos ser impuntual en la salida del txikiteo y, además, marear a todo el mundo saltándose la ronda. Como solía decir él mismo, «antes morir que perder la vida».

­De acuerdo. Habrá que pensar en algo así. Igual también yo me apunto al gimnasio y me quito del txikiteo de la tarde.

­No te vendría mal, Luis Mari. A tu edad, un poco de gimnasia y un poco menos poteo es la mejor medicina que puedo recetar.

Al salir de la consulta, Huesitos dividía sus sentimientos entre la preocupación, cierta, por esa bilirrubina que le estaba jodiendo y la sensación de estar en manos de un gilipollas. Según salía, iba murmurando:

­«El gimnasio es la mejor medicina...» ¿Para esto le hemos pagado con nuestros impuestos la carrera a este carachorra? ¡Valiente médico! Para ir al gimnasio no me hace falta receta sino el carnet del Patronato Municipal de Deportes.

Era temprano aún y, aunque sólo fuera por hacer caso al médico durante un rato, decidió no acercarse a los bares que estaban abiertos a esa hora. La conversación con Juanjosito le había intrigado y decidió acercarse hasta la casa cural. Simón tendría novedades.

Al acercarse al caserón contiguo a la iglesia vio salir a Juanito Mendia y Luis Gorosabel, con sus hijos. Caminaban en silencio y, al cruzarse, sólo acertaron a pronunciar un escueto saludo.

Simón le franqueó el pasó hasta la sala de visitas de la casa parroquial.

­Oye, que yo no he venido aquí a ningún cursillo prematrimonial ni nada de eso. Podíamos pasar a la cocina y tomar un café, ¿no te parece?

­Tienes razón, Luis Mari, pero la verdad es que estoy un tanto desorientado. No he pegado ojo en toda la noche. Y han pasado tantas cosas...

«jugando a los medicos»

En un minuto saboreaban el café con un poquito leche que había preparado Simón para los dos.

­Algo me ha dicho Juanjosito. ¿Qué ha pasado? Que estaban los hijos de Gorosabel y Mendia «jugando a los médicos» en Santa Ana y que han encontrado otro fiambre, ¿verdad? Vaya cristo. Yo no sabía que esos chicos fueran mariquitas...

­No son «mariquitas» Luis Mari. Son homosexuales pero, además, eso no es importante. Lo importante es que han matado a otro chico en Santa Ana. Eso es lo importante.

­Ya, yaŠ no sabía que fueras tan progre. Pero si el Papa Dieciséis, ese que tenéis ahora, es más carca que la Inquisición. Ese condena a todos al infierno.

­A mí lo que diga el Papa me importa más bien poco, por no decir nada. Pero los que condenáis a los homosexuales al infierno, al de aquí, al de la calle, al de todos los días, sois los que habláis así. Esos muchachos no han hecho nada y, además, te voy a pedir por favor que no hables de este asunto con esos detalles.

­Pues pídele lo mismo a Juanjosito, porque ese es lo más parecido al telediario...

­También hablaré con él.

En la calle el rumor se había extendido como la pólvora.

Huesitos entró al K.O y pidió otro café.

­¿Te has enterado? Dicen que se ha celebrado una especie de orgía en Santa Ana y que ha muerto un chico...

­Tú siempre tan charlatán, Eusebio. En Santa Ana no ha habido orgías ni nada parecido. Lo que ha pasado es que una pareja de novios que andaba por allí han encontrado a un tipo con el cuello rajado de lado a lado.

­¡Ah! ¿Una pareja de novios?

­Sí, un chico y una chica de Altzaga que había aparcado allí el cocheŠ ya sabes, para sus cosas.

­Jodé, que fácil habla la gente. Aquí habían contado otra cosa.

­Pues eso, habladurías, cosas de porteras.

­Coño. No ten pongas así.

­Hala, pon el café y calla.

A Huesitos, Simón le había convencido. -

(CONTINUARA)


 
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