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Ando atormentado interiormente entre el Papa de Roma y el Pocholo de Ibiza. Sus doctrinas viajeras, sus concepciones del mundo se cruzan en todos mis no pensamientos. Ante un gazpacho y una sandía, las doctrinas se unifican. ¿Quiénes cuidan mejor los huertos, los padres dominicos o los jipis porreros? El Papa va a venir y antes del accidente unos miles de ciudadanos emprendieron una campaña titulada “Nosotros no te esperamos”, y se pusieron delante del Obispado para apostatar. Ni por ésas. En estos tiempos de nacionalcatolicismo neofranquista y losantistas, la democracia no es un bien en alza, sino que es una excusa para que las sotanas y los purpurados vuelvan a colocarse en el centro del discurso de la derecha más santificada. No dejan. Ni allí, en Valencia, ni por aquí. Y se debe recordar que los que intentan apostatar lo hacen siendo adultos, mayores de edad con todos sus derechos en vigor, y cuando les apuntaron al club eran unos recién nacidos, sin voluntad, y que por costumbre se bautizaron. Lo mismo que estrenaron reloj en la primera comunión por costumbre. No dejan, y eso debe ser anticonstitucional. ¿Por qué no interviene el juez con perrita para ver si entre los prelados se están cometiendo actitudes no constitucionales y se les puede empurar?
Pocholo tiene programa en la Sexta. Y resulta que puede ser un magnífico guía turístico. Del día y de la noche. Y tiene hasta credibilidad, cosa que parece muy difícil. Aunque bien mirado, esto de la credibilidad es algo que se otorga o se retira sin apenas una intervención medianamente intelectual. Te los crees o no. Yo me creo más a los Lunnis que a muchos otros de los habituales personajes togados, con autorización parlamentaria, con mando en plaza o partido, que aparecen en mi pantalla televisiva. Pues a Pocholo me lo creo. No tengo ningún motivo, pero me parece que se lo ha trabajado, que sus entregas tienen ritmo, sentido y que no desmerece. Por lo tanto llega uno que no esperamos a Valencia, y otro, que tampoco, a nuestra parrilla televisiva. Desesperado, prefiero al que vive en paraísos químicos, que el que los busca religiosos. Cuestión de doctrina. -
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