Estoy estupefacto. Según declaraciones que se repiten por los medios, tenemos una gran suerte al haberse detectado en Araba el primer caso de gripe aviaria de toda la península ibérica. Ha sido una gran suerte, nos dicen, porque están todas las medidas tomadas. ¿De qué? ¿De los ataúdes, de las pajareras, de los lagos, de los humedales, de las alas de las afectadas? No acabo de entender la postura oficial ni me convencerán nunca jamás sobre estos asuntos que despachan con tanta ligereza. Si hemos tenido tanta suerte, si está todo bajo control, si esto que ya ha sucedido no iba a suceder nunca, ¿a qué vienen tantas reuniones de jerifaltes, tantos reportajes de cuidadores con prismáticos, de contadores de aves con vestidos que les aíslan totalmente de cualquier contaminación, de miñones revisando furgonetas?

En el mejor de los casos son unos inconscientes, pero seguramente en algún lugar del escalafón hay quienes saben realmente que está pasando y qué puede pasar. Y nos mienten. La consigna es quitarle hierro, desdramatizar, convencer de que todos los cientos de casos son «un caso aislado», que la mutación del virus a los humanos es algo improbable y lejano. Hasta que suceda, y tengan que inventarse nuevas palabras paliativas, y cuando sea una epidemia, entonces hacer campañas de prevención urgentes, medidas drásticas, para crear más alarma social y paranoia total.

Lo que tenemos ahora aceptado por los poderes públicos es que hay un caso declarado, dos dudosos y ahí en Salburua, o sea, a pocos metros de todo. Veremos como evoluciona la información, la contra-información, lo oficial, lo oficioso y si cada vez que tomemos una pechuga de pollo deberemos encomendarnos a San Prudencio o la virgen de Begoña, no sea que se haya escapado algo en la supuesta cadena de control sanitario, que es la que proporcionaba la seguridad de quienes nos juraban que era improbable lo que ahora se ha probado. Y pediría una cosa seriamente a las televisiones: no mezclen las imágenes de archivo con las de ahora. Nos da más pánico, comprobamos claramente que todo es un montaje audiovisual y nos agobiamos. Tenemos neurosis aviaria. -