GASTEIZ

El sevillano llegó al Alavés como el gran estandarte del proyecto Piterman y con un contrato casi de por vida. Tras el descenso a Segunda, se marcha al Deportivo, perdonando unas cuantas mensualidades y soltando las pestes que no han salido de su boca en las dos últimas temporadas.

Dos años en los que asegura haber vivido directamente «la terrible falta de profesionalidad a la hora de conducir el club y el equipo. Eramos conscientes ­aseguró­ de que el trabajo que se estaba haciendo era erróneo y disparatado en lo táctico, físico y técnico; inapropiado para conducir con normalidad a un grupo de deportistas y la estructura de un club. Lo que también ha provocado conflictos con empleados ejemplares y de un probado cariño al Deportivo Alavés. Todos hemos estado sometidos a las órdenes o dictadura de Piterman».

Pese a todo, el delantero sevillano quiso dejar claro que los jugadores se han desvivido por mantener al Alavés en Primera. Sobre todo, según sus palabras, porque el amor al club está por encima del dinero. «Cuando uno vincula su actividad profesional a una empresa defiende el proyecto ­afirmó­. Quien les habla no entendería vestir una camiseta por dinero y sin amor a lo que representa. Pero la cruda realidad es que día a día ese proyecto se ha ido viniendo abajo, porque está en manos de una persona que no es un profesional, que lleva las cosas de una manera egoísta y que nunca ha mirado más intereses que los suyos propios. Eso ha sido una carga muy pesada que ha ido minando mi moral, la de mis compañeros la de los socios y la de la mayoría de la prensa», reconoció.

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