BERLIN

El jugador francés, que había anunciado en abril que el Mundial sería el último torneo de su carrera deportiva, se convirtió el domingo en protagonista absoluto, al marcar de penalti el único tanto de su equipo y ser expulsado, en el minuto 110, de un partido que, finalmente, se resolvió a favor de Italia en la tanda de penaltis (5-3).

En resumen, el Mundial de Zidane hubiera sido su perfecta despedida de no haber sido por aquella escena en la final en la que, reaccionando a nadie sabe qué, le propinó un cabezazo en el pecho al defensa italiano Marco Materazzi.

Hasta ese instante, ya en la parte final de la prórroga, Zidane había jugado una gran final y estaba cerrando su carrera de forma maravillosa. La escena deja a sus seguidores un mal recuerdo y además abierta la pregunta de qué hubiera pasado si en la tanda de penaltis Zidane hubiera estado en el campo. Mientras, SOS Racismo ha solicitado a la FIFA que investigue las circunstancias que rodearon la expulsión del capitán de los «bleus» y afirma que «según varias fuentes muy bien informadas Materazzi le llamó «sucio terrorista». El defensa italiano dijo, apenas aterrizado el avión que transportó a los azzurri desde Alemania a Roma: «No es verdad, no le he llamado terrorista. Soy ignorante y no sé ni siquiera qué quiere decir terrorista o islámico». El agente del jugador galo avanza que Zidane no hablará hasta dentro de unos días.

Su agresión a Materazzi, sin embargo, no alcanzó para que le quitaran el premio al mejor jugador del torneo, un galardón que Zidane, de 34 años, agrega a un gran palmarés en ocasiones empañado por escenas similares a la de la noche del domingo. Se ha llevado todo lo que se puede ganar en el fútbol: fue campeón del mundo en 1998, campeón de la Eurocopa en 2000 y en 2002 ganó la Liga de Campeones con el Real Madrid. Zidane sucede en este galardón al meta alemán Oliver Kahn, que también quedó subcampeón, en Corea-Japón 2002.