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Gara > Idatzia > Jendartea 2006-07-13
Federico AGUILERA | Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de La Laguna
«Poner orden en la gestión del agua es controlar las redes de riego y de distribución urbana»
Federico Aguilera, Premio Nacional de Economía y Medio Ambiente Lucas Mallada, acaba de participar en los Encuentros de Verano organizados por la UPV-EHU sobre «Agua y Territorio». Este experto en gestión del agua ha subrayado en Gernika que corregir la política hidrológica pasa por definir bien el problema y no errar así en las soluciones.

L a exposición de Aguilera sobre la gestión del agua hace hincapié en la necesidad de «reconocer la ignorancia» y hacer un buen diagnóstico dando voz a expertos y afectados, algo de lo que han adolecido las últimas políticas, más pendientes de intereses de constructoras en las grandes obras.

­Habla de gestión autoritaria del agua y toma como ejemplo el Plan Hidrológico Nacional para subrayar la ausencia de un debate público y argumentado. ¿En qué se ha traducido?

La gente que desde la Fundación Nueva Cultura delAgua hemos estado durante muchos años tratando de debatir en público con los responsables políticos que defienden los diferentes planes hidrológicos, hemos querido hacerles ver y que la gente viera una definición mucho más clara de cuáles son las alternativas. No se ha profundizado ni en cuál es el problema que se quiere resolver, ni en cuáles son las alternativas ni en cuáles son los costes, no sólo en dinero, sino físicos, sociales y ambientales.

­¿Cuál es el problema a definir a su juicio?

Hace tiempo que somos muchos los que venimos diciendo que el problema no es sólo de escasez física, sino de escasez socialmente construida; es decir, el problema no es sólo de falta de agua, que llueve poco, o que faltan embalses, sino que se está haciendo un uso despilfarrador del agua, apenas hay estadísticas fiables y si no definimos con claridad ese problema, todo lo que vayamos a hacer como posible solución puede ser algo que incluso agrave mucho más la situación. La escasez no es física, sino que está socialmente condicionada por un comportamiento derrochador y no hay estadísticas fiables de los consumos, a los que se califica de demanda. La demanda está relacionada con un precio, pero en España no hay demandas en ese sentido económico, la gente consume agua y apenas paga por ella, excepto en Canarias, en algunos sitios de Murcia y en algunos sitios de Almería.

­¿Cuáles son las alternativas?

Si aceptas que el problema es la escasez socialmente construida, habría que decir que hay que gestionar la demanda, hay que hacer un uso más sabio. Un profesor de Ingeniería de la UPV explicó con mucha claridad que ni siquiera sabemos en términos urbanos cuánta es el agua que se consume o que las pérdidas en las redes superan en algunos municipios del País Vasco el 80%. Entonces, para qué construir más embalses, si lo que hace falta es poner orden en casa. Esta es una expresión que se acuñó en el estado de Arizona, cuando ante la insistencia en que su problema se resolvía con un trasvase desde el río Colorado, el Gobierno de Washington dijo “pongan orden en casa antes y después si les hace falta el trasvase se lo hago”. Poner orden en casa en este caso concreto es empezar a controlar las redes de riego y las redes de distribución urbana, porque pierden mucha agua, ver qué tipo de cultivos son adecuados al país, porque hay unas condiciones de suelo y de clima que desaconsejan, por ejemplo, que se siga cultivando maíz en La Mancha.

­Diferencia la vieja cultura del agua, que define como autoritaria y la nueva cultura, defensora de valores democráticos. ¿Esta última no es todavía más un deseo que una realidad?

No. Hay un proceso de transición y la distinción en el caso de la política hidrológica, es que una política autoritaria da la solución antes de definir el problema y no cuenta con la gente. Frente a esa idea, la cultura democrática es la que apuesta por compartir el diagnóstico con los ciudadanos y con los afectados. Compartir el diagnóstico puede hacer ver con claridad que el problema no es de escasez y si cuentas con la gente y se transmite información de calidad, la decisión puede tener más calidad.

­¿Conoce algún caso que refleje este método de trabajo?

En Arizona, desde luego, les llevó mucho tiempo poner orden en casa hasta ver los problemas con claridad. En este país lo único que se ha hecho ha sido derogar el trasvase del Ebro bajo la cobertura de que el Ministerio de Medio Ambiente estaba a favor de una nueva cultura del agua, pero la realidad es que se mantiene una lista muy larga de construcción de embalses. Se podría haber trabajado también en si realmente existe una demanda agrícola para esa hipotética agua que tanto necesitan.No se ha hecho prácticamente nada en ese tema y, sin embargo, se siguen aprobando desaladoras de agua de mar, que en el fondo no son más que nuevos embalses con otras características y otros costes ambientales, sociales...

La transición hacia la nueva cultura es lenta por dos problemas; primero, hacer ver a la gente cuál es el problema y segundo, porque el cuerpo de ingenieros de caminos que trabaja en el Ministerio de Medio Ambiente sigue orientando su trabajo fundamentalmente hacia la construcción de embalses y no hacia la gestión del recurso.Además hay unas presiones muy fuertes de las empresas constructoras, para que se continúe con la lista de infraestructuras costosas.

­Subraya, por otra parte, la necesidad de reconocer la ignorancia, aplicado a la gestión del agua, ¿podría precisar lo qué se ignora?

Ponemos el énfasis en lo que sabemos, pero no se presta mucha atención a lo que no sabemos, y a veces puede ser más importante. En el tema del agua me remito a la charla que dio el profesor de la UPV, mostrando que lo que no sabemos es tan relevante o más, que lo que sabemos, porque si se ignora que se pierde hasta un 80% del agua de las redes o que nos gastamos más en comprar agua embotellada que en la facturas de agua de abastecimiento...

­¿Qué papel juega la opinión de los expertos?

Los expertos no somos habitualmente escuchados a no ser que les demos la razón a los políticos, pero no se trata de dar la razón a nadie sino plantear con claridad cuál es el problema. No se cuenta con nosotros, porque somos incómodos.

­¿Cuál es el camino para corregir su política hidrológica?

Debería empezar por consultar a los agentes implicados para hacer un buen diagnóstico, a partir del debate público sobre cuáles son los problemas a los que nos queremos enfrentar. Esto puede llevar bastantes meses, pero hay que quitar tópicos y prejuicios como pensar que como el norte es húmedo y el sur seco hay que llevar el agua del norte al sur; a lo mejor el sur tiene que adaptarse mejor a sus condiciones y no extender cultivos o miles y miles de urbanizaciones. Por eso, más que gestión el agua habría que hablar de gestión del territorio. -

 


 
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