Raimundo Fitero
Cantos
La familia que canta unida, hace el ridículo unida. En Cuatro comenzaron con un programa biodegradable, con nombre extranjerizante, “Family Rock”, que no tiene ninguna gracia y que solamente sirve para que conozcamos a un estilista con maneras de parodia de mariquita, que se preocupa casi en exclusiva en mirarse en todos los espejos y de estar más pendiente de las cámaras, para él, que para los que debe vestir. O disfrazar.
Y es que todas las cadenas se han puesto cantarinas, en todas aparecen seres humanos con la intención de lograr unos momentos de gloria televisiva cantando. Debe ser una especie de virus expandido en todos los edificios donde veranean los responsables de las programaciones, y que les ha llevado a la coincidencia de contratar programas que se parecen mucho, son iguales o tienen las mismas intenciones, desde ETB-1, hasta Antena 3, pasando por la constante irreverencia de presentarnos a nuevos valores con viejas camisas o resquebrajadas canciones que fueron en su tiempo un producto coyuntural de los vendedores de cánones. Se buscan demasiadas canciones a las que se les quiere hacer las mejores, y toda canción es la mejor, o la peor, de cada memoria o desmemoria.
El programita de Cuatro es de indudable provisionalidad, un producto de verano que no tendrá ninguna trascendencia en Sofres, ni en la historia de la humanidad catódica, pero que tiene todos los tópicos acumulados del género, subgénero y contra género. Los Fernández y los Rodríguez que inauguraron este error programático, simplemente hicieron el ridículo. Estoy convencido que en su barrio, hoy, no guardarán colas en el mercado, que sus amigos les habrán llamado varias veces para echarse unas risas, pero en cuanto a lo televisivo, la cosa es cutre, voluntariamente, se nota que la producción es baja, que no hacen nada más que hacer un ejercicio de aprovechamiento de materiales. Pero nadie puede negar que sus actuaciones fueron simplemente patéticas. Cosas así no pueden interesar a nadie con un mando a distancia en la mano. Ni siquiera invitaba al escarnio, la risa sarcástica, la alucinación por lo mal hecho. No, todo era mucho más mediocre. Cantar y cantar. -
|