BEIRUT
El ministro de Sanidad libanés, Muhamad Jawad, cifró ayer en 175 muertos y 500 heridos el balance dejado estos seis últimos días por los bombardeos realizados por Israel contra supuestas posiciones de Hizbula, contra infraestructuras civiles y contra zonas residenciales. La agencia France Presse, por su parte, calculaba anoche que son más de 200 los civiles muertos en seis días.
En las últimas horas, la aviación israelí bombardeó el puerto de Beirut, así como un tanque de gas en un barrio del norte y los barrios del sur de la ciudad. Al menos 21 personas perdieron la vida en estos bombardeos. Asimismo, Israel extendió sus ataques aéreos hacia el norte de Líbano, en los que al menos 14 personas murieron, entre ellas 8 soldados libaneses en el puerto de Abdeh, cerca de Trípoli, la segunda ciudad en importancia del país.
Esta ola de bombardeos se registró en una amplia zona comprendida entre Beirut, la ciudad de Trípoli en el norte y Baalbek, en el este. Un portavoz del Ejército israelí señaló que entre los objetivos de los bombardeos figuraban estaciones de radar localizadas en Abdeh que se habrían usado para disparar contra un barco israelí el pasado viernes.
Los observadores insisten en la cada vez más clara intención israelí de matar civiles libaneses con sus operaciones. Así, doce personas fallecieron ayer cuando un misil fue lanzado contra la furgoneta en la que trataban de salir de los barrios meridionales de la capital y diez miembros de una misma familia morían al ser alcanzado el edificio en que vivían.
La operación de agresión al pueblo libanés, según el general Moshe Kaplinski, continuará al menos una semana más. El primer ministro Ehud Olmert fue más lejos y aseguró que proseguirá hasta alcanzar todos sus objetivos, incluido el poco probable desarme de los milicianos de Hizbula, que ayer siguió disparando cohetes hacia territorio israelí, algunos de los cuales penetraron hasta 50 kilómetros. Uno de los misiles golpeó un edificio en Haifa, hiriendo a al menos once personas.
Henchido de poder y conocedor del poco disimulado apoyo de Washington a su política de tierra quemada, el primer ministro israelí, Ehud Olmert, ofreció un discurso arrogante ante el Parlamento. En él, aseguró que Israel «no busca una guerra pero no se asustará por ella». El ministro de Defensa, Amir Peretz, indicó que Israel pretende crear una zona desmilitarizada en el sur de Líbano.
El primer ministro francés, Dominique de Villepin, se desplazó hasta Beirut y pidió a las partes involucradas en el conflicto que decreten «una tregua humanitaria inmediata para acabar con los sufrimientos de la población civil».
El primer ministro británico, Tony Blair, y el secretario general de la ONU, Kofi Annan, pidieron el despliegue de una fuerza internacional con la misión de impedir los bombardeos sobre territorio israelí y de poner fin a los ataques de las milicias. «La cruda realidad es que la violencia no va a parar a menos que se creen las condiciones para el cese de la violencia», afirmó Blair tras reunirse con Annan al margen de la cumbre del G8.
Por su parte, Annan instó a Israel a acatar el derecho internacional y a proteger las vidas y las infraestructuras civiles. Asimismo, informó de que la ONU está considerando la posibilidad de evacuar a su personal destinado en Líbano.