Les rascas un poco la epidermis y, como en aquella serie de lagartos extraterrestres disfrazados de humanos, les sale la piel verde y escamosa.Anteayer se cumplió el aniversario de la asonada fascista y los que se pasaron cuarenta años tostándose al sol mientras mantenían en la sombra del presidio a los que apostaron por la democracia, se dolían por las muestras de rechazo al complot de fascistas, nazis y franquistas.
En “El Correo Español” editorializaban bajo el sugerente título «Excesos de memoria» y explicaban la sublevación de los espadones y la masacre fascista como «la tragedia fratricida».
Y se dolía el editorialista del medio que tanto aplaudió al tirano fratricida porque «es extraño, y revelador al mismo tiempo, que una efeméride ya tan remota se mantenga tan viva en nuestra cotidianidad». Será, tal vez, porque el crimen fue tan espantoso y tan insoportable la impunidad de sus responsables que resulta imposible olvidar. ¿No creen?
Lo mejor no es, sin embargo, el maquillaje que se aplica a uno de los regímenes fascistas más sanguinarios de la historia, sino la explicación que dan a su propia situación:«La democracia española, surgida de las cenizas del franquismo tras la desaparición del dictador en 1975, se fundó sobre la convicción de que el nuevo régimen había de partir de un general borrón y cuenta nueva que permitiera la reconciliación de ambos bandos y la construcción de una convivencia fecunda, capaz de ganar el tiempo perdido y de situar a este país en el corazón de Europa cuanto antes». Olvida que se amnistiaron ellos solos, a sí mismos, que presentaron como perdón a los criminales lo que sólo fue excarcelación de las víctimas de su tiranía y que ni uno de los culpables devolvió un duro de los muchos millones de ellos que se embolsaron a cuenta de las víctimas. «Borrón y cuenta nueva», dice...
Pero como el asunto, además de turbio y peligroso
sobre todo para la fortuna de algunos empieza a resultar inquietante,
va el editorialista de Neguri y nos cuenta que «lo que ocurrió hace setenta años
es ya patrimonio de los historiadores y no de los políticos. Si queda algún
entuerto por remediar, alguna antigua injusticia por reparar o alguna honra por
devolver, ésta debe subsanarse cuanto antes, pero nunca para colar solapadamente
los viejos odios que teníamos enterrados de muy antiguo». Lo que tienen que
devolver es la pasta. Ahí duele. msoroa@gara.net