La reflexión de Simón sobre el riesgo cierto que corrían los implicados aunque de forma involuntaria en el caso, heló el ambiente en Ur Gain. Josefo, a duras penas, se libró de la espina y preguntó:Y, ¿qué podemos hacer? No voy a pedir ahora protección policial, ¿verdad?
No he dicho eso. Por el momento, lo mejor es que tú sigas en Basalur, pero es importante que nadie diga por ahí que te has ido al caserío.
Huesitos también intervino:
La verdad es que no habíamos caído en la cuenta, pero lo cierto es que, de una manera u otra, nos hemos ido enredando en este lío y ahora, quien sea el asesino sabrá que hemos andado husmeando. Tal vez hemos sido unos irresponsables, como ha dicho el comisario, pero lo hecho, hecho está. Yo propongo que, como primera medida, ni uno de nosotros ande solo. Tampoco es tan complicado. Y habrá que hablar también con Juanjosito.
Pues Juanjosito y yo somos los que peor lo tenemos porque somos los únicos que ahora estamos trabajando y a ver quién es el guapo que me acompaña todos los días con el camión.
Bueno, lo tuyo es más sencillo. Si aparcas frente a casa, sólo correrías riesgo en el trayecto hasta el camión. Luego te largas y ya está.
¿Y Juanjosito? A ver quién se levanta todos los días a las cinco de la mañana para hacerle compañía en el kiosco...
XuxU quiere guerra
La comida terminó rápido, Josefo y Joakin debían volver a Behitene y Huesitos y Simón marcharon a hablar con el kiosquero. Sergio les acompañó mientras Mila y Gotzon y Xuxú y Miren volvían a sus casas. Xuxú tenía ganas de siesta y a Miren le habían quedado las ganas intactas después de que Sergio rechazara su beso.
Hala, sed buenos y estad formales, ¿eh? bromeó al despedirse de Mila y Gotzon.Eso vosotros, que ya no tenéis edad para muchas cabriolas.
Bueno, bueno... ya hablaremos también de eso. A las siete en el K.O., ¿verdad?
Allí estaremos, puntuales, para que Huesitos no nos ponga mala nota.
Juanjosito acababa de despertar de la siesta cuando Simón, Luis Mari y Sergio llamaron a su puerta.
¿Qué me decís? ¿Que vamos a tener que andar protegiéndonos? Pero si yo no tengo nada que ver con esa historia truculenta...
Precisamente lo que tiene que ver es que lo has visto. Y, además, por tu trabajo, eres el más vulnerable de todos.
Y, ¿qué puedo hacer? No voy a contratar un guardaespaldas...
Podrías abrir el kiosco un poco más tarde y Sixto, el alguacil, podría hacerte compañía hasta que se haga de día. Luego ya no hay problema.
Eso me parece mejor. Además, ya estaba pensando en empezar a abrir más tarde.
Los tres hombres dejaron al kiosquero en casa y, para matar el tiempo hasta las siete, decidieron dar un paseo hasta Santa Ana. Simón no había vuelto allí desde la visita de los dos ertzainas.
Al llegar, la puerta estaba abierta. En el interior de la ermita, Miguel, el casero de Landatxo, barría el suelo con un escobón.
Hombre, Miguel. ¿Trabajando?
Sí, los ertzainas han venido otras dos veces más y han dejado todo hecho una porquería. Guantes de goma por aquí, cajas de cartón por allí. Ya les dije que así no se puede dejar una iglesia pero me contestaron que ellos hacían su trabajo, así que...
¿Otras dos veces? A mí no me han dicho nada.
Bueno, no sé... a mí me pidieron las llaves. Me dijeron que tú les había dicho que yo las guardaba.
Sí, eso es verdad. Cuando apareció el chico muerto aquí dentro el comisario preguntó quién tenía las llaves y yo le dije que los dos únicos juegos los teníamos tú y yo.
Bueno, pues el caso es que han andado por aquí, que han llenado un montón de bolsitas de plástico con polvo que recogían en todas las esquinas y que, cuando se han ido, han dejado todo hecho una porquería. Por eso he venido hoy a limpiar y adecentar esto un poco antes de la romería de mañana.
Estaba pensando en eso ahora mismo. Mañana habrá que abrir la ermita desde la mañana, pero no sé si antes habrá que consultar al juez de Bergara. Voy a llamarle. Sergio, ¿tienes el teléfono a mano?
Sí tío, pero el saldo está agotado.
Como siempre. Bueno llamaré desde casa.
De regreso a Uriondo, el cura se puso en contacto con el juzgado. El juez Santiago Cañizo no puso objeciones a que la ermita estuviera abierta durante el día de fiesta.
No hay problema. La Ertzaintza ya ha tomado suficientes muestras y huellas allí, así que disfruten ustedes de la romería.
La romería de Santa Ana era una de las fiestas más coloristas y animadas de Uriondo. Las cuadrillas se desplazaban allí con comida y bebida en abundancia. La música de la trikitixa hacía el resto para completar una buena jornada festiva.
Pues nosotros no hemos comentado nada, pero si vamos a ir tendremos que organizarnos. ¿No os parece? Cada vez tenemos menos fundamento.
Bárbaro. Nunca estuve en una auténtica romería vasca...
Bueno, pues luego, en el poteo hablamos con los demás. Yo iré más tarde. Tengo que preparar el sermón y algo tendré que decir de lo que ha sucedido en esa ermita...
Huesitos y Sergio abandonaron la casa cural en dirección al K.O. dejando solo a Simón. Las medidas de autoprotección habían saltado en mil pedazos nada más decidirlas.
En el K.O. ya esperaban Xuxú, Miren, Gotzon, Mila y Juanjosito.
¿Qué tal la siesta? ¿Se han portado bien los caballeros?
Xuxú engoló la voz imitando al Fary:
Torito bravooo.
Miren le dio un bufido:
¡Por favor, Angel!