En el Itsasalde, Koldo, el camarero, atendía a la clientela sin prestar demasiada atención al informativo de la televisión. Al acercarse Huesitos a la barra, contó el número de asistentes a la cita diaria de Los Mozolos:

­Siete claretes. ¿A que no me equivoco?

­Pues hoy no, pero un día de éstos te voy a pedir un mosto y ya verás...

­Yo también debería tomar más mosto y menos vino, pero es tan horroroso...

Gotzon no perdió la ocasión:

­Además, vosotros, los curas, tendréis bula para beber vino...

­Bula sí, pero los análisis que me hice el otro día son tan infalibles como el Papa y...

­Bueno, no habléis de medicina que me pongo nervioso.

Mirando la television

­Los hechos se han producido pasadas las cuatro de la tarde en las inmediaciones del parque de Doña Casilda Iturrizar, junto al Palacio Euskalduna. Según fuentes del Departamento de Interior, dos hombres se acercaron a la víctima y, después de una breve discusión, le dispararon en cuatro ocasiones. En su huida en dirección a Deusto, los agresores perdieron la bolsa que habían arrebatado a la víctima y en la que la Ertzaintza ha encontrado un cuchillo jamonero que relacionan con los crímenes de Uriondo. A esta hora no se han facilitado datos sobre la identidad de la víctima, pero fuentes solventes apuntan a que pudiera ser un vecino de esta última localidad que estaba siendo buscado por orden del juez Cañizo.

En el bar sólo Huesitos y sus acompañantes tenían noticia de la orden de busca y captura que pesaba sobre Miguel Arizabala, así que, mediante gestos, convinieron en no hablar sobre el asunto. Y ello pese a la insistencia de Koldo en comentar el caso:

­Joder, pues si tiene relación con los asesinatos de aquí, seguro que conocemos a ese pájaro. No me extrañaría que fuera del pueblo.

Huesitos no le tenía simpatía:

­No seas portera, ¡coño! A ver si nos vas a poner a todos en canción con tus fantasías animadas de ayer y hoy.

­Oye, que yo no digo más que lo que han dicho por la tele...

Xuxú cortó el conato de discusión:

­Mi cuñado me ha regalado no sé cuántos kilos de vainas del caserío. ¿Quién se anima a cenar en la sociedad?

A la vista de los acontecimientos, que todos habían relacionado con la orden de busca y captura de Miguel y el registro de Landatxo, la respuesta fue unánime.

­¡Hala!, pues vamos a la sociedad y entre todos las preparamos en un pispás.

Simón pasó antes por el despacho parroquial. A esa hora no podría localizar al juez, pero al menos trataría de hablar con el comisario encargado del asunto.

No le costó localizarle en la comisaría de Altzaga.

­No puedo confirmarle nada porque las pruebas de identificación no han terminado, pero la investigación se dirige en el sentido que usted apunta.

­¿Han hablado con la familia de Miguel?

­Sí. Una de las hijas se dirige ahora a Basurto, en compañía de dos ertzainas, para tratar de identificar el cuerpo. No será tarea fácil porque le han disparado cuatro veces en la cara. Parece que quisieran desfigurarlo.

­Le ruego que si hay alguna novedad me llame de inmediato. Conozco muy bien a la familia y si hubiera sucedido lo que tememos, me gustaría estar con ellos.

Simón le dio el número de teléfono del móvil de Sergio. Nunca tenía saldo para llamar pero, al menos, podía recibir llamadas.

Actividad frenetica

En la sociedad la actividad era frenética. Unos pelaban vainas, otros organizaban la mesa, Huesitos ponía la sidra a refrescar...

­Hombre, aquí llega Simón. ¿Algo nuevo?

­He hablado con el comisario que lleva el asunto de la ermita y me ha dicho que todavía no pueden confirmar quién es el muerto, pero yo creo que ya lo saben. Han llevado a una de las hijas de Miguel al tanatorio de Basurto para ver si identifica el cadáver.

­Pues eso es que lo tienen más claro que el agua.

­¿Y qué hacía Miguel en Bilbao, con un cuchillo jamonero en una bolsa? Esto es un disparateŠ

Media hora más tarde, cuando acababan de empezar a cenar, sonó el teléfono de Sergio. Simón se lo arrebató de las manos.

­¿Es usted el párroco de Uriondo?

­Sí. Yo soy. ¿Quién llama?

­Le llamo de la comisaría de Altzaga, de parte del comisario jefe. El ha salido hacia Bilbao, pero me ha encargado avisarle a usted de que el muerto en el tiroteo de esta tarde es, efectivamente, Miguel Arizabala. Lo ha identificado su hija.

El sacerdote balbuceó algunas palabras de agradecimiento y despedida y devolvió el teléfono a su sobrino.

­¿Qué han dicho?

­Pues que sí, que el muerto es Miguel el de Landatxo. Voy a tener que ir allí, a estar con Lurdes y con las chicas, pero...

­Pero ¿qué?

­Antes quiero hablar un momento con Huesitos. Antes has dicho algo que...

­Pues eso, que Miguel no era el santurrón que parecía. Yo me lo he encontrado muchas veces en clubes de noche y con compañías poco recomendables, con gente joven y con extranjeros. Pero no una sino varias veces, además.

­¿En clubes de noche? ­repitió el cura.

­En bares de putas, concho. A vosotros hay que deciros todo. Si no, no entendéis.

Simón asintió con la cabeza y se levantó de la mesa.

­Bueno, voy a Landatxo. Mañana ya os contaré.

(CONTINUARA)