¿Hay «crisis» o no hay «crisis»? ETA ha atizado el debate y se ha disparado la fiebre opinativa. Nada más atisbarse la marejada en primera fila asoman los agoreros. A resultas de los últimos (no) acontecimientos, exhiben su característico ceño fruncido y nos dicen que estaba cantado. Mira que fiarse de los del GAL, el PNV maniobra a la contra, Navarra nunca «vendrá», París no se entera, lo de una mesa «chungo»... los agoreros descubren lo que ya sabemos, lo dijo hace años Gerry Adams: es mucho más difícil hacer la paz.
Tras ellos, aparecen de inmediato los creyentes. No confundir con la parroquia del obispo Blázquez, por favor. La que nos ocupa es una iglesia con apóstoles pero sin inquisidores. La integran los que quieren ver melodía más allá del ruido que les zumba en los oídos, los que le quitan hierro a las declaraciones más gritonas, los que se creen, pero no tanto, el comunicado, y persisten contra viento y marea en practicar la esperanza, aunque la horma del zapato apriete lo suyo.
Este, por descontado no es un retrato, sólo un boceto de escaso mérito: de negro visten los agoreros, de los que me aparto por si destiñen, y de blanco, que todavía mancha más, los de la fe contemplativa. O a la contra, que da igual.
Afortunadamente, ni los creyentes ni los agoreros son los únicos llamados a hacer suyo el proceso abierto. Queda una amplia gama de ciudadanos a los que presumo un pulso más sereno y que, por descontado, no merecen ser ninguneados en cajones de sastre como el de la llamada mayoría silenciosa. Hay más, mucho más, y de la amplia paleta de color destaco, por simple preferencia personal, a los preocupados activos. Y, oiga, usted, son un montón.
Pero de todos y con todos se aprende. Por eso hoy me mojo con el gremio de la fe al decirles que creo que hay mucha gente dispuesta a actuar para que la «crisis» no se enfangue, por descontado muchísima más que la que nos habla de que el barco se hunde o de esa otra que nos jura y perjura que aquellos que saben de navegación llevarán a buen puerto un barco... que crujir, cruje.
Y también me apunto, sólo un rato, al club de los augurios que no al de los agoreros, para decir algo que espero aguante el repaso de hemeroteca y no me envíe a la jubilación anticipada: que si a cada tropezón y a cada crisis usted, el otro, la menda y aquellas de enfrente empujan, ¡la bola entra! -