En nuestras sociedades los roles de algunas profesiones han sido vistos de muy distinta manera históricamente. Algunas han sido sobrevaloradas y otras despreciadas a pesar de su innegable valor social. En el ámbito sanitario, estas categorizaciones han ido además acompañadas para algunas de ellas del poder de sanar y del monopolio del conocimiento; no hay que mirar muy atrás para recordar el miedo reverencial que se tenía al médico en sus visitas a los hogares de las personas enfermas o el sometimiento sin condiciones a cualquier tipo de tratamiento.

Estos prejuicios sociales, afortunadamente, van cambiando y la mayoría de los usuarios de los servicios sanitarios consideran la asistencia sanitaria como una prestación a la que tienen derecho, y es más, se ve a los y las profesionales que prestan dicho servicio como trabajadores de la Salud, ni más ni menos.

Sin embargo junto a esta evolución social los propios colectivos sanitarios mantienen una diferenciación artificial entre ellos como si no fuera posible hacer confluir sus intereses como trabajadores del sector público y cada uno debiera marcar su categoría profesional para exigir reconocimiento o simplemente condiciones laborales dignas.

Los gestores neoliberales de sanidad han tomado buena nota de esta situación y, en su afán de abaratar el gasto social y abrir las puertas al libre mercado sanitario, han fomentado estas diferencias de intereses parcheando in- teresadamente las reivindicaciones laborales (quitando a unos para dárselo a otros) y enfrentando a los colectivos en el reparto y la organización del trabajo.

Somos en la actualidad más de 25.000 las personas que realizamos nuestro trabajo en Osakidetza, prestando a la sociedad un servicio fundamental como es la atención a la salud. En la actualidad en los centros de salud y hospitales públicos de la CAV convivimos muchas categorías de profesionales; desde celadores hasta técnicos de gestión y desde médicos súper-especialistas hasta auxiliares de clínica. Esto quiere decir que no solamente desarrollamos nuestras funciones en un mismo espacio laboral sino que además existe una interdependencia total entre todas nuestras funciones para que el sistema funcione. Esto no supone ninguna diferencia destacable si miramos a empresas de otros ámbitos de tamaño similar, pero sin em- bargo, y dadas las características de algunos colectivos profesionales, la realidad sociolaboral se com- plica día a día, haciendo que los análisis que se hacen de la realidad se hagan desde cada ámbito de una manera diferente.

Así en los últimos años los sindicatos presentes en Osakidetza han mantenido posiciones enfrentadas abiertamente entre ellos a la hora de afrontar la acción sindical y las reivindicaciones laborales, mas allá de las diferencias lógicas de cada proyecto sindical. Junto a los sindicatos corporativos tradicionales de médicos y enfermeras, van surgiendo otras asociaciones de distintas categorías profesionales que plantean reivindicaciones dirigidas en exclusiva a su propio colectivo, atomizándose así el panorama sindical y reivindicativo.

La pregunta que habría que hacerse es por qué algunos profesionales como médicos, enfermeras o técnicos no se sienten o no quieren sentirse representados por sindicatos de clase. Las razones pueden ser diversas; en el caso de los médicos, sin duda esa antigua consideración social que mencionaba al inicio puede influir a la hora de identificarse como simples trabajadores de una empresa pública, pero además existe la falsa consideración de que el status profesional debe mantenerse a base de diferenciarse del resto en materia económica principalmente, como si conseguir un incremento salarial diferenciado supusiera la única forma de reconocimiento profesional, y nada más lejos de la realidad.

En cuanto al colectivo de enfermeras, colectivo profesional aún mayoritariamente femenino, las razones necesariamente deben ser otras, como por ejemplo, la falta de reconocimiento de su labor o el cambio de funciones que se ha producido en su perfil profesional que les ha hecho sentirse minusvaloradas como colectivo. Esta situación, que parece que debiera mover a buscar alianzas con otros grupos también minusvalorados y mal reconocidos dentro de la misma empresa, lleva sin embargo a un grupo importante de este colectivo a intentar marcar diferencias en la misma línea que los médicos corporativos y sus representantes sindicales.

Ante esta situación, los sindicatos de clase nos debiéramos plantear cómo cambiar este panorama sindical que debilita cualquier planteamiento reivindicativo y que condiciona de una manera sustancial nuestra acción sindical. Desde luego, parece fundamental trabajar en la identificación y sensibilización de los y las trabajadoras como partes imprescindibles del sistema tanto en sus funciones como en su consideración profesional, pero lo más importante es que tenemos que convencer a todos y todas de que solamente contando con la fuerza y la solidaridad de todos los colectivos podremos conseguir condiciones de trabajo dignas y un servicio público de calidad para la sociedad vasca, que es al fin y al cabo la que nos va a otorgar el verdadero reconocimiento. -