Antes de que se abra el modelo D en la Rotxapea tendréis que pasar por encima de mi cadáver», afirmó hace doce años el entonces director general de Educación, Sr. Arellano. Sin embargo, a pesar de sus ímprobos esfuerzos, gracias a la lucha paciente y tenaz del colectivo de madres y padres afectados, el modelo D, en euskera, se abrió. No consta sin embargo, que yo sepa, que el Sr. Arellano haya pasado a mejor vida, de lo cual se alegra quien esto suscribe, pues tampoco es el caso de exigirle que sea ahora un hombre de palabra, que nunca lo fue. No viene al caso.

Desde entonces, curso 96-97, el número de niños y niñas en este modelo no ha cesado de crecer. De los 17 iniciales se ha pasado a las 86 preinscripciones actuales. Parejo a ello ha ido también el crecimiento del barrio, que de los aproxima- damente 12.000 habitantes de entonces, ha pasado a los 25.000. El barrio, además, al ir rejuveneciéndose, ve aumentar su población infantil a un ritmo aún mayor.

Pues bien, partiendo de estos datos y sabiendo que por tercer año consecutivo la demanda en el modelo D supera a las plazas ofertadas por el Departamento de Educación, lo lógico sería dar pasos acordes con la evolución comentada, ¿o no? Pues no. El actual responsable de la cosa educativa, Sr. Villanueva, se ha cerrado en banda y sólo oferta tres aulas, o sea, 75 plazas. Y las once que sobran las dispersa por los barrios colindantes para favorecer así, suponemos, lo dispuesto por las normas que buscan conciliar la vida laboral con la familiar y la infantil con la del barrio.

La política del Departamento de Educación en relación al modelo D se basa en la táctica del acoso y derribo. Se trata de poner el máximo de dificultades legales, materiales y burocrá- ticas para que éste no pueda surgir y, caso de que finalmente se tenga que aceptar su creación, para que no se desarrolle. Con este objetivo, se le envuelve y rodea de una imagen negativa, conflictiva, a fin de desalentar a las madres y padres que quieren optar por él y forzarles a apuntarse a otro. En la práctica, viene a decírseles: «el que se embarque en esta aventura, que se prepare para perder horas de trabajo, descanso y sueño, y vaya haciendo provisión de bicarbonato y tila para los ardores estomacales y mentales».

El caso comentado de las escuelas Patxi Larrainzar, de Arrotxapea no es el único en Iruñea ni en Nafarroa. La «batalla» del euskera, a favor del reconocimiento legal y social de esta lengua tan nuestra (incluso la mismísima y racanísima Ley Foral del Vascuence no ha podido menos que reconocer el carácter de lengua «propia» de Nafarroa al euskera) se libra en múltiples frentes, en muy diversos campos, en todo tipo de circunstancias. A pesar de partir de una situación de desventaja derivada de siglos de marginación y décadas franquistas de persecución, a pesar de una legislación restrictiva y a pesar de una política gubernamental actual zafia, palurda y trapichera, el euskera se ha ido abriendo paso lentamente en los últimos treinta años en todo tipo de ámbitos: medios de comunicación (prensa, revistas, radios, televisiones...), sociedades euskaltzales, actividades culturales, presencia en la calle y, sobre todo, en el ámbito de la enseñanza.

Ante esto, de nada ha servido la política impulsada en los últimos años por Miguel Sanz y UPPN, fielmente vehiculizada por sus fieles consejeros y directores, Laguna y Campoy, Arellano y Villanueva, Pegenaute y Gómez, lanzando andanada tras andanada contra el euskera en sus principales líneas de flotación: modelo D, ayudas para actividades culturales, financiación de AEK e IKA, subvenciones a los Servicios Municipales de Euskera, persecución a Euskalerria Irratia, etc... La reducción de los presupuestos del Servicio de Euskera de Educación y de la Dirección General de (Universidades y) Política Lingüística a menos de la mitad durante el período 2000-2006, y su conversión en nidos de ineficacia, parálisis y obstaculización de cualquier iniciativa de impulso del euskera, han sido la consecuencia obligada de todo lo anterior.

Patxi Larrainzar, el sacerdote/escritor que ha dado nombre a la escuela del barrio, escribió hace ya treinta años la novela “Pamplona se hunde y otros chandríos”, en la que preveía algo de lo que ahora está ocurriendo. Iruñea está siendo socavada en sus cimientos por la antinavarra política de UPPN y puede llegar un día en el que, como en la novela, los vecinos de Arrotxapea se despierten viendo como el Casco Viejo y la City (Ensanche) se han hundido. Porque esto es lo que puede resultar de la política de continuos chandríos para con el euskera que impulsa el Gobierno de Navarra (Ensanche) y su Departamento de Educación (Casco Viejo).

Hasta hoy mismo, el avance del modelo D en los barrios de Iruñea (Alde Zaharra, Mendillorri, Arrotxapea...) ha ido parejo al trabajo y esfuerzo de cientos de madres y padres. De poco han servido contra ellos las zancadillas y bravuconadas de personas como Laguna y Arellano. Ellos se fueron, pero el modelo D no sólo surgió, sino que se ha desarrollado. Yerran por tanto los actuales Campoy y Villanueva si piensan que conseguirán cortar el avance del euskera en Iruñea y Nafarroa. Quieren poner puertas a las fértiles huertas euskaltzales de Arrotxapea y detener el Arga con sus manos, ese río por donde sigue discurriendo el agua de esta lengua milenaria, pero su trabajo es inútil.

En la última fiesta a favor de la escuela pública vasca, organizada por Sortzen Ikasbatuaz, más de 25.000 personas apoyaron las reivindicaciones de la Apyma de Arrotxapea, Patxi Larrainzar, organizadora del acto. A comienzos del nuevo curso, se precisa de nuevo el mayor apoyo posible para este colectivo en sus justas exigencias. Su lucha es la lucha de todos y todas, es la lucha del sentido común, es la lucha por evitar que vacíen a Iruñea de contenido. Se trata de evitar que Pamplona se hunda. -