La aparición de tres encapuchados, armados dos de ellos, en el acto de homenaje a los combatientes abertzales celebrado en Aritxulegi, y la lectura de un breve comunicado dirigido a los presentes en acto tan singular, han dado lugar a un sinfín de interpretaciones del futuro inmediato del proceso abierto algunos meses antes de la declaración de alto el fuego permanente por parte de ETA, hace ya medio año.
No pretendo aportar en esta humilde columna de opinión nada novedoso al respecto. Y ello sólo porque es imposible además de irresponsable hacerlo sin contar con más datos que los que pueda manejar cualquier observador interesado en el proceso y su dificultoso caminar. No busque, pues, claves el intérprete de “La última cena” de Da Vinci en el escenario vasco.
Los analistas del pesimismo y los interesados en hacer volar por los aires el proceso interpretan la puesta en escena de los tres voluntarios de ETA como si de una escenificación del final se tratara. Todo dicen fue un bluff y está acercándose a su final. Yo, sinceramente, creo que se equivocan y que los de peor fe quisieran equivocarnos al resto.
Pensemos por un momento en el homenaje que rinden los militares españoles a los suyos, caídos muchos en combates tan ignominiosos y de vergonzoso recuerdo como, por ejemplo, la toma del Madrid republicano y legítimo. Desfilan armados hasta los dientes y se jactan de las bajas causadas en las filas de la sociedad civil.
Más cerca en el tiempo, y en la historia, contemplemos los desfiles de la Ertzaintza en sus patios de Arkaute y los actos de homenaje a los suyos, caídos también en acto de servicio. Allí portan sus coronas y leen sus homenajes, rodeados de su gente armada. Nada que objetar, sin embargo, más allá de la distancia ideológica respecto de lo que unos y otros han defendido o defienden.
Y los de ETA homenajean a los suyos y a algunos les parece increíble. Será porque se niegan a interpretar lo dicho en Aritxulegi en sus justos términos o, acaso, por temor a hacer el ridículo. A Urkullu lo de Aritxulegi le pareció patético. Está en su derecho. ¿Qué le parece el espectáculo de centenares de ecuatorianos al servicio del Ejército español pavoneándose por nuestras carreteras y asustando a la población? Seguro que eso es, simplemente, el cumplimiento de la legalidad. Y lo dirá sin que se le mueva un músculo facial. Así están las cosas. -