LAS VIDAS DE CELIA
En muchos pedazos
Las historias fragmentadas al estilo de las que escribe el guionista mexicano Guillermo Arriaga están de moda, aunque no son fáciles de hacer y siempre se corre el peligro de perderse en medio de una ceremonia de la confusión. A Antonio Chavarrías su intento le ha salido fallido, porque lo que hace es despedazar un relato hasta volverlo irreconocible, a no ser que haya espectadores especialmente hábiles recogiendo y pegando los pedazos. Personalmente, opino que es tarea imposible acabar un puzzle si te faltan piezas o las hay que no encajan. Faltan datos fundamentales para llegar a desentrañar unos sucesos que se nos escapan, y no digamos ya para entender a los personajes involucrados, habida cuenta de que ni el investigador policial es capaz de cerrar el caso. A veces el no seguir un orden cronológico en la narración refuerza el interés por ir descubriendo determinados aspectos ocultos o velados que así cobran otro tipo de relevancia más emocional, pero en “Las vidas de Celia” los saltos en el tiempo hacía atrás y hacia delante no abren la puerta a ninguna percepción diferente de los sucesos y sus protagonistas. Al no avanzar en una dirección determinada lo que se cuenta adquiere un aire de improvisación y de obra inconclusa. La sensación de dispersión afecta también al trabajo actoral, sin que haya una interrelación fluida entre Celia y el resto de personas de su entorno. Se trata de interpretaciones demasiado interiorizadas, e incluso la compresión de los diálogos se ve dificultada en más de una ocasión por una resistencia a proyectar la voz hacia fuera. -
Mikel INSAUSTI
|