El Consejo de Seguridad de Naciones Unidas aprobó la resolución por la que se castiga al Gobierno de Corea del Norte por llevar a cabo una prueba nuclear. El texto, fruto de sucesivas rebajas, patrocinadas por los embajadores de China y de Rusia, podría resumirse en una llamada de atención, si se quiere de tono elevado, hacia el Gobierno de Pyongyang, aunque no se traduce en medidas reales más allá de las ensayadas hasta la fecha. De hecho, puede decirse que gobiernos como los de Estados Unidos y Japón mantendrán, después de aprobada la resolución, un nivel de presión sobre Corea del Norte mayor que el que implica el texto aprobado por unanimidad en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Se cayó de la resolución final la inspección de barcos que, sin embargo, puso en marcha unilateralmente Japón, y se mantuvo el bloqueo de cuentas en el extranjero de mandatarios norcoreanos que ya aplica, también unilateralmente, EEUU.

De este modo, la resolución del Consejo de Seguridad contempla como principal medida de castigo ante el paso dado por Pyongyang el embargo de armas, que lleva aparejada la lógica exigencia de que Corea del Norte suspenda sus actividades nucleares. Eso sí, se elimina cualquier amenaza de represalia militar u otra medida de fuerza, lo que no es atribuible, o no exclusivamente, a las presiones de Moscú y Pekín, ya que razones geoestratégicas y económicas parecen desaconsejar en este momento encender una mecha en el sureste asiático.

El temor a la desestabilización fue esgrimido por China, por razones obvias, pero es evidente que dado el peso que esta región ha cogido en la economía globalizada, cualquier escalada de tensión que no esté lo suficientemente controlada puede provocar pérdidas que ninguna de las potencias nucleares del Consejo de Seguridad parece dispuesta a asumir. Por lo demás, y sin restar un ápice de gravedad al desafio norcoreano, lo que cabe esperar es que, de la condena al país asiático, la ONU ­que estrena secretario general­ impulse un diálogo mundial cara a eliminar de una vez la amenaza de los arsenales. Los nucleares y los convencionales. Ese es el mejor camino si se quiere desactivar una carrera armamentista cuyos grandes números ­como lo refleja el informe que hoy recoge Igandeko Geltokia­ se reparten entre la Unión Europea, EEUU y Canadá, distribuidores de más del 80% de las armas que siembran la muerte en el Planeta. -