No hay nada que debatir. Es tiempo de ejecución», fue la tajante opinión de Nuria López de Guereño, consejera de Transporte y Obras Públicas del Gobierno Vasco, en relación al TAV. La misma conclusión trasluce el «publirreportaje» (o sea propaganda pagada a cargo del erario público) sobre la la «Y vasca», donde se afirma además que «no existe otra alternativa válida».
Sin embargo, la cosa no debe de ser tan nítida cuando se arremete contra los (según los publicistas) sectores minori-tarios por oponemos a «convertir el tren en una alternativa eficaz a los problemas de contaminación, congestión y accidentalidad que genera la carretera».
Resultaría cómico si no fuese tan trágico que los promotores y corresponsables (en unos casos el Gobierno central, en otros el vasco, y las más los dos en comandita) del desastroso e insoportable modelo de transporte existente nos achaquen a los opositores al TAV, ser contrarios de un modelo más sostenible, donde el tren juegue un papel de primera línea.
¿Quiénes han saturado el país con todo tipo de carreteras y desmantelado buena parte del ferrocarril sin apenas hacer nada por mejorar lo existente (salvo en lo relati-vo al Gran Bilbao)? Por ejemplo sabemos que 150 millones de euros de fondos de Eusko Tren serán desviados a la construcción del TAV ¿Por qué además del TAV siguen impulsando nuevos proyectos, como la variante del Urumea, el nuevo cinturón de Donostia, la Super Sur, Malzaga Urbina, etc? Porque sus prioridades van en esa dirección, y el TAV no las altera, en la medida que responde a un tipo de transporte válido sólo para segmentos minoritarios, sobre todo las elites económicas y políticas.
En realidad, observamos que las instituciones tiran por elevación en prácticamente todos los sectores que abordan: más carreteras, ampliación de aeropuertos, proyectos como el super puerto de Pasaia, TAV, etc. En todo ello, no hay la más mínima planificación que permita atisbar un nuevo modelo de movilidad que sea más sostenible: que, por ejemplo, dé prioridad al transporte público, al tren respecto a la carretera... En realidad el debate de fondo tiene que ver con el modelo de transporte que están gestionando e impulsando y la relación del mismo con el modelo de crecimiento. Y con ello el modelo de sociedad y la participación ciudadana en su puesta en marcha. Desgraciadamente este debate escapa a las posibilidades de estas líneas. Por ello me ciño al TAV.
Hace falta mejorar la red ferroviaria. Por supuesto. ¿Pero qué tipo de red? Un debate que eluden a toda costa.
Se nos dice que el TAV desviará 1.690 coches al día en la A-8, 2.475 en la A-68, 1.210 en la N-1, pero no dice que está previsto un aumento exponencial de tráfico para esas carreteras. ¿Por qué, si no, están construyendo ampliaciones y nuevos cinturones a sabiendas de que el colapso es casi seguro, ya que carecen de proyecto alternativo al tráfico en carretera, alimentado por la presión de la industria automovilística?
El «publirreportaje» del Gobierno Vasco nos dice que el TAV supondrá una disminución del consumo de energía respecto a lo que se consume en carretera, no diceque su consumo es infinitamente mayor al del tren convencional y que su consumo eléctrico es similar al de una ciudad de 20.000 habitantes. Nos dicen también que al discurrir por túneles disminuirá el impacto visual, pero no las escombreras que generará la extracción de las tierras, ni las canteras que tendrán que abrir para el firme necesario. Ni la contaminación acústica. Ni sobre sus costes económicos.
El desorbitado gasto previsto «inicialmente» para esta infraestructura nos indica que ello se hará a costa de otras necesidades, y no creo que sea en disminución de la Ertzaintza o de los gastos militares.
Se nos dice también, que el TAV redundará en beneficio de un desarrrollo más equilibrado del territorio. Sin embargo sabemos de informes donde se afirma lo contrario: que beneficia el tráfico entre grandes ciudades en detrimento del regional o local.
En su publicidad se alardea de la gran legitimidad del proyecto, medido mediante sondeos y por el debate habido en las instituciones. ¿Por qué no se plantean una consulta popular al estilo del que preveía el Plan Ibarretxe? Por cierto, el lehendakari argumenta a favor de la participación de los ayuntamientos y la ciudadanía en el proceso de paz. ¿Y en este tema, no? ¿Para qué el derecho a decidir si en estos temas sólo deciden las instituciones superiores?
Nada dicen del cerco informativo existente sobre el movimiento de oposición al que despectivamente califican de minoritario, ni tampoco de la represión policial, de las multas sobre los activistas medioambientales, de las consultas habidas en los concejos de Araba donde la respuesta ha sido tajantemente favorable a la moratoria y apertura de un debate sobre el proyecto, etc... En realidad, impera el secretismo. Y casi en secreto han empezado las obras en terrenos de la autopista Malzaga-Urbina.
Frente a la desinformación, debate; frente a la imposición, consulta a la ciudadanía; frente al muro de silencio, la calle como altavoz. -