BILBO
«¡Qué bien ha quedado!», fue la impresión de Néstor Basterretxea a su llegada ayer a Windsor Kulturgintza (Juan de Ajuriaguerra, 14) y contemplar sus cuadros colgados de las paredes blancas de la sala. Hace décadas que el conocido artista no expone en una galería privada. Ederti fue la última que acogió su obra.Ocurrió en 1986.
Con ayuda de su hijo Jonan, Néstor Basterretxea ha desempolvado un conjunto de cuadros que guardaba en su caserío, inspirados en el bombardeo de Gernika. Fueron pintados con motivo del quincuagésimo aniversario de ataque aéreo sobre la población civil, de ahí el título de la muestra: ‘‘Gernika 50’’. El creador, de 82 años de edad, representó la destrucción sobre soportes de gran formato, utilizando sólo dos colores: el blanco y el negro. «Lo negro sobre blanco con que resolví los temas que componen la obra resultó de una expresividad rotunda, entera, en la que el dinamismo de las formas resumió todo cuanto quise decir entonces y que hoy ratifico», ha señalado el autor con motivo de esta exposición en Bilbo. «Es un lenguaje dependiente de sólo dos valores cromáticos continúa, pues eludí cualquier vistoso efecto añadido porque quise que nada distrajera al luto esencial de su significado: que la muerte y la destrucción estallaron en un mismo y múltiple estruendo, bajo el cielo». Le atrajo la idea de «volver a esa cosa tan escueta como es el negro sobre el blanco; me pareció muy bonito. Es casi como volver a la antigüedad pero, a la vez, la antigüedad resulta moderna», considera.
Un pueblo destruido
Sólo uno de los cuadros de la serie había sido expuesto con anterioridad, en Gernika, precisamente una pieza que hace referencia al resto. Los cuadros representan un pueblo destruido por las bombas. «Es como si en un caserío entrase una bomba y saltase todo por el aire: hay trozos de cosas y, de vez en cuando, se asoma un pájaro». También se puede adivinar la presencia de la ikurriña.
«Yo creo que una obra de arte no es sólo un hecho estético, sino que tiene que haber una razón opina. Esa razón está presente aquí, en este conjunto. Para mí la razón de este conjunto es testimoniar el bombardeo de Gernika.Eso me da una fuerza interior que, si no fuera de ese tipo, quedaría más en una exhibición de buen saber hacer», declara.Néstor Basterretxea comenta que recientemente ha pintado un cuadro «muy extraño, muy largo», que ha titulado ‘‘El oscuro camino del éxodo’’. «Yo me preguntaba: ‘¿cómo me ha salido esto?’ ¡Es que yo he vivido un éxodo tremendo en mi juventud! Las obras de arte tienen que tener razones y esta exposición es un ejemplo clarísimo», apunta.
Le llama la atención que aquellos artistas que vivieron la Guerra no llevaran al lienzo su testimonio. «El único que pintó una serie fue Arteta. ¿Qué les pasó para que todos soslayaran algo que fue tremendo? Se resistieron a pintar la Guerra».
Pensadas para acompañar a estas pinturas de hace ya veinte años, Basterretxea ha llevado a Windsor Kulturgintza varias tintas recién pintadas. Ha buscado una misma estética y un sentido poético. «Son también muy dramáticas», agrega el autor.
Una de estas obras de menor tamaño es la titulada ‘‘Aleteo de pájaros en el interior de la tumba de una princesa egipcia’’. «Estaba yo viendo un libro sobre arte egipcio y vi una reproducción de unos pájaros muy hieráticos en la tumba de una princesa. Me pareció muy bonito.Se me ocurrió poner en funcionamiento a los pájaros, volando», relata mientras des- cribe el cuadro.
En la galería se puede contemplar un tercer grupo de obras realizado por medio de serigrafía. La serie en torno a Machu Picchu está formada por cinco mármoles, aunque sólo se exponen cuatro. Tienen su origen en un viaje a Perú, donde el creador vizcaino realizó cinco documentales sobre las culturas indígenas.
Néstor Basterretxea no para de trabajar. «Me gusta el collage apunta, porque hay un resultado inmediato y es fácilmente correjible». Además, «me interesa el grabado, el cine, la fotografía, la pintura...». Tiene en marcha proyectos escultóricos en los pueblos costeros de Bermeo y Bakio.