Una mirada viva sobre todo el terror del 36
«Comenzaron a oírselas descargas de losfusiles (...) Habíapresos que se derrumbaban sinconocimiento, rotossus nervios». Pasó enlas Bardenas en 1936 y lo dejó escrito GaloVierge en 1942, perose acaba de editar.No es novela, sino eltestimonio de quien sívivió para contarlo.
AVíctor Solana le llamaban «El Aviador». Pero el mote no tenía que ver con ninguna situación cómica, sino todo lo contrario. En 1936, era uno de los cientos de vecinos de Iruñea detenidos en el convento de los Escolapios, convertido en sede requeté, «en el que entraban vivos por la puerta noble para salir por la de atrás como cadáveres andantes». Un día citaron su nombre y, consciente de lo que significaba aquello, Solana prefirió tirarse del segundo piso. Un requeté intentó rematarlo cuando estaba moribundo en un charco de sangre, pero un cura lo impidió y aún pudo vivir 30 años más después de aquel vuelo hacia la muerte que le hizo ganarse el apodo. Otros no tuvieron tanta suerte.El de Solana es sólo uno de los episodios que Galo Vierge, militante de CNT, escribió en 1942. Han tenido que pasar 64 años para que vean la luz en forma de libro, editado por Pamiela y presentado ayer. ‘‘Los culpables’’ destila terror en todas sus páginas. El terror que hizo a Solana saltar por la ventana antes que esperar al paredón. El terror que sintió Vierge aquella tarde de julio del 36 en que vio a los sublevados gritar por las calles de Iruñea «¡Ahora, a Madrid, a matar más gente que Dios!». Yel terror que ha tenido ocultas estas y otras historias durante décadas. ‘‘Los culpables’’ introduce al lector en todos los horrores de aquel julio de 1936, y pone nombre y casi rostro a algunos de los más de 3.000 fusilados en Nafarroa, y también a sus verdugos. Lleva al lector al interior de la Comandancia en la que acabaron con el mando de la Guardia Civil, José Rodríguez Medel, tras replicar a Mola que seguiría fiel a la legalidad republicana. Lo introduce en el patio de la cárcel de Iruñea, donde los presos esperaban a una orden de libertad que en realidad era antesala del fusilamiento. Lo saca a las calles para contemplar cómo una madre que había visto morir a sus cuatro hijos arroja su desesperación al paso de la procesión de la Virgen. Y lo sumerge en los fosos de la Vuelta del Castillo en los que fueron acribillados cientos de navarros, entre ellos los fugados del penal de Ezkaba: «Lo primero que veían al ser alineados frente al pelotón de ejecución eran los féretros (...) Sus gritos de ¡Vivan los pobres del mundo! se hicieron más potentes», narra Vierge.
«Como si nada pasara»
Gorka Vierge, conocido sindicalista de Iruñea, escuchó todos estos dramas de boca de su abuelo, fallecido en 1997. Ayer explicó en la presentación del libro que «se fue con la sensación de haber caído en el olvido. Luego, además, se les obligó a vivir como si nada hubiera pasado». Galo Vierge hizo una pequeña edición de su libro hace casi 20 años, pero es ahora, en pleno «boom» de la memoria histórica, cuando su testimonio puede tener el eco que merece.Miguel Angel Muez, ex alcalde de Iruñea, era un niño de 10 años en aquel 1936, pero tiene grabados en su memoria algunos de los hechos que cuenta el libro póstumo de Vierge. En la presentación de ayer quiso remarcar que «es absurdo que la gente diga que no sabe esto. No lo ha querido saber». Citó como ejemplo que tras la masiva fuga de Ezkaba en los pueblos cercanos «hubo gente que se puso el capote y el fusil y salió a cazar rojos como si fuesen conejos». Así es como, según recordó Javier Eder, de Pamiela, «a día de hoy no existe casi nada sobre el 36, sólo el testimonio de los vencedores». -
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