“El Hormiguero” comienza la emisión de cada tarde con un rap cuya letra tiene que ver con algunas de las cuestiones de actualidad. Es una manera como cualquier otra de arrancar un programa dominical vespertino, pero seguro que ese detalle significa la selección de televidentes más exigente. Y es que hay formas estéticas en todas las artes que señalan, enmarcan, arcan y remarcan. Y rapear hablando del tétrico personaje que preside una dictadura petrolera africana, Teodoro Obiang, es bastante más eficaz como declaración de principios que siete manifiestos y tres editoriales.

Una vez habiendo rapeado, todo lo que sigue viene impregnado del mismo espíritu, especialmente las dos hormigas de fieltro, “Trancas” y “Barrancas”, que han logrado hacerse un sitio dentro de la estructura y lo que en un principio parecía algo que podía estorbar, ahora queda claro que es un buenísimo invento, por todo el juego que dan, precisamente rapeando, que es donde más se explayan, aunque también funcionan en las entrevistas o en otros tramos del programa que se ha convertido en la auténtica alternativa de la siesta dominical.

Hay sus estaciones previos; primero me paso un rato por “Camera Café”, que siempre me proporcionan unos minutos bastante entretenidos, debido a la solidez de guiones, dirección y actores de este espacio demoledor por la manera en la que retrata a unos individuos en una sociedad cerrada como es un oficina. Cada actor y actriz tiene su parte de lucimiento y fue especialmente logrado el titulado “Ocho negritos”, parodiando la obra de Agatha Christie.

Después, pese a las contaminaciones de “Humor amarillo”, me entrego a las cosas de la gente de Pablo Motos, especialmente si la entrevistada es alguien como Nuria Roca, una presentadora de solera, de larga trayectoria, que además de ser luminosa en pantalla es inteligente. Las apariciones de Flipi, con sus nociones de química recreativa pueden ser demoledoras en los hogares pues los más péguenlos querrán imitar esas “implosiones de latas de cerveza”, y ya cuando sale Luis Piedrahíta para contarnos sus historias sobre cosas cotidianas, mi mando ha caído al suelo entre dos y cuatro veces. -