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Gara > Idatzia > Iritzia > Gaurkoa 2006-12-08
Helen Groome - Geógrafa
Chaqueta de fuerza

Este es un artículo sobres leyes, pero no desistan en su lectura, ya que las leyes y los intereses a que obedecen están envolviéndonos en una chaqueta de fuerza de la que pronto será imposible salir para ejercer una libre elección sobre lo que vamos a comer cada día.

¿Ciencia o democracia?

Recientemente EEUU llevó a la Unión Europea (UE) a juicio por su moratoria de facto de aprobaciones de nuevas liberaciones deliberadas de organismos gené-ticamente modificados (OGM). La acusación de EEUU ante la Organiza- ción Mundial del Comercio (OMC) era que la moratoria de la UE no se había basado en datos científicos y con este argumento fue condenada la UE. La UE perdió, aunque había introducido la moratoria por motivos claros: Porque existía una serie de dudas de la ciudadanía respecto a seguridad, necesidad y ética de los OGM y la verdadera posibilidad de compatibilizar agricultura y alimentación GM y no GM, lo cual reflejaba el deseo de poder elegir emplear o no diferentes modelos agro-alimentarios. Pero estos argumentos no tienen cabida en la OMC, donde poderosos intereses económicos han logrado que se prime el valor del dato científico a la voluntad expresada por la ciudadanía. Ya nos introducen un brazo dentro de la chaqueta de fuerza.

Productos «homólogos» Ante la legislación vigente los elementos GM son equivalentes a sus versiones no GM: una semilla de maíz GM es homólogo a una semilla no GM. Con este argumento, que no se sostiene ni siquiera desde el estrecho punto de vista científico (genéticamente no son iguales ya que, para empezar, una ha sido modificada genéticamente), la ley deja indefensas a las personas, los demás seres vivos y los modelos no GM ante la contaminación transgénica no regulada. Si son productos «iguales» no puede haber contaminante y contaminado. Empieza a deslizarse otro brazo dentro de la chaqueta de fuerza.

Presencia «fortuita»

La ciudadanía europea insiste, no obstante, en poder elegir entre productos GM y libres de OGM. Como respuesta, la UE introduce dos reglamentos que se encargan de dar una ilusión de ejercicio de libre elección en el mercado mediante la regulación del etiquetado de los productos GM. Pero ese etiquetado no nos indica claramente cuáles son GM. Se aprueba un etiquetado en falso, empleando el término «presencia fortuita», o sea accidental, no deseada, inevitable. En semillas (aun en situación a-legal al no haberse aprobado norma alguna) se propone permitir la presencia de entre el 0,3% y 0,7% de semillas GM en lotes de semillas no GM sin etiquetar su presencia en el paquete. Esto supondría que 30-70 metros cuadrados de una hectárea podrían estar sembrados con semilla GM en un cultivo supuestamente no GM, cuya cosecha luego no tendría control alguno, dificultando la famosa trazabilidad (saber dónde hay un elemento a lo largo de toda la cadena agro-alimentaria) e iniciando procesos de contaminación de semillas, cosechas y alimen- tos. En piensos para ganado y alimentos para seres humanos, la presencia fortuita permitida, sin etiquetado, alcanza el 0,9%. Así no se pueden elegir alimentos libres de OGM, sino únicamente con hasta el 0,9% de GM. A ningún producto ganadero derivado de ganado alimentado con piensos OGM se les exige etiquetado indicativo. Elección cero. La presencia fortuita es, en lenguaje de la calle, contaminación, y la legislación europea lo consiente. Nuestro segundo brazo entra en la chaqueta de fuerza.

¿Compatibilidad en el campo?

Para doblar los lazos de la chaqueta de fuerza, la UE impulsa la idea de que agricultura GM y no GM son compatibles en el campo. Lo llama la coexistencia. No obstante, hay mucha información disponible para demostrar que la coexistencia es una ilusión que no se puede cumplir, bien sea por razones físicas, bien económicas. Así, aunque más del 90% de los cultivos GM está ubicado en el continente americano, la contaminación de semillas, cultivos, cosechas, piensos, alimentos y ayuda alimentaria afecta ya a decenas de lugares de los cinco continentes. Y probablemente mucho más, pero las institu- ciones no hacen un seguimiento de la contaminación. Aunque la normativa de la agricultura ecológica prohíbe el empleo de OGM, hay numerosos casos de contaminación de sus productos. Ante esto, las instituciones no consideran oportuno evitar el empleo de OGM sino que se promueve la idea de admitir los OGM en la agricultura ecológica. Un estudio financiado por la Comisión Europea reconoce el coste prohibitivo de medidas para evitar la contaminación GM en el campo (lograr la «coexistencia»), incluso en el caso de admitir hasta un 0,1% de contaminación (ni siquiera una verdadera «coexistencia»). Pero tampoco con este dato se reconoce la imposibilidad de la coexistencia ni se evita el empleo de OGM.

Sólo queda un camino

Así, la legislación europea referente a los OGM está basada en la falsa idea de que se puede controlar la contaminación GM a la vez que admite niveles de contaminación en todos los elementos básicos de la alimentación. Si la práctica está demostrando que la coexistencia es imposible, es inevitable una reforma de la legislación europea, pero por lo que se ve no será para prohibir los OGM, sino para elevar a límites más altos los niveles aceptables de «presencia fortuita» en semillas, piensos y alimentos. Es lo que se propone para eliminar para siempre nuestro libre albedrío, atar los lazos de la chaqueta de fuerza a nuestras espaldas.

La guinda: el reino del mercado único

Naturalmente, siempre queda alguien que se empeña en no entrar en la era transgénica, más que por estar en contra de los OGM, por preferir otros modelos agroalimentarios. Hay intereses que no sólo comprueban que estamos bien atadas, sino que nos orientan hacia una inmensa pared sin salida aparente alguna. Resulta que las instituciones europeas han acordado sustentar la legislación GM en el ámbito del artículo 95 del Tratado de Maastricht, que vela por la armonización de mercados, y con lo cual son contradictorias las declaraciones de zonas libres de transgénicos. Ni siquiera fueron capaces las instituciones europeas de dar prioridad al articulado de medio ambiente de dicho Tratado, sino que una vez más, por deseo, brutal ignorancia o incapacidad, lo que han primado son muy claros intereses económicos.

Pero no desistimos

Para mayor desesperación de las multinacionales de la ingeniería genética y sus representantes políticos/as, no flaqueamos ni claudicamos. Existen todavía multitud de caminos a recorrer para garantizar los modelos agro-alimentarios libres de GM, sin contar, en muchos casos, con lo que deben ser las instituciones que financiamos con nuestro dinero. Preferiríamos contar con ellas. Muchas personas y organizaciones han quemado las chaquetas de fuerza, animan a otras personas y organizaciones a hacerlo y mientras determinados intereses fabrican más chaquetas más resistentes, personas y organizaciones luchan por la agricultura y alimentación que responde a las necesidades de las personas y el medio ambiente, anteponiendo el bienestar y la ética a la supuesta objetividad científica y el lucro económico desorbitado. Nunca han te- nido más sentido llamamientos como el de «agricultura fuera de la OMC» o declaraciones políticas institucionales como la de «libres de transgénicos». -


 
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