Raimundo Fitero
¿Fácil?
Espero con ansiedad el programa que me muestre el estudio que demuestre que el bricolaje es adictivo y autodestructor. Ir a esos almacenes de muebles, cargar en carritos especiales, hacer filigranas con el transporte, abrir los paquetes, ordenar las piezas y montarlas es el camino al desgaste físico y síquico, una antesala a la depresión, y siempre, o casi siempre, un conflicto familiar. En ese territorio sueco que nos uniforma los salones de estar, he presenciado más disputas de parejas que en mil noches de vino y venas.
Pero la epidemia se extiende, y no dicen nada Sanidad ni Bienestar Social protestando por los programas enteros dedicados a hundirnos en la más absoluta de las miserias, a la pérdida total de la autoestima.
Si antes en “Bricomanía” nos habíamos acostumbrado a la facilidad con la que Kristian Pielhoff se hacía con campechanía narrativa una estantería modular, una piscina o instalaba la calefacción, ahora en la competencia a este programa, el que emite La 2 con el nombre de “Bricolocus”, vimos la otra tarde cómo uno de los presentadores hacía algo que nos ha salvado el futuro. Una mesa elevadora para reparar motos. Repito: mesa elevadora para arreglar motos.
Para hacerla se necesitaba tener una rotaflex para cortar los hierros, una máquina de soldadura autógena, y después un taladro vertical para hacer los agujeros. Todo ello en el piso de 80 metros cuadrados. ¡Qué digo! Esto es para esos paraíso terrenales llamados chalets adosados. O mejor aún, para los pareados. O si se tiene uno unifamiliar, entonces debe haber espacio para eso, para los útiles de jardinería, y para una vez construida la mesa elevadora, ponerla en otro espacio, colocar la moto encima, elevarla y arreglarla. Todo muy fácil.
Son excesos, abrumadores errores de hacer un programa para especialistas. Porque además de ser una teletienda, estos programas de bricolaje van dirigidos a profesionales. Seguro que un notario bricolador no necesita tantas herramientas manuales como las que nos enseñaron en una sesión. Y todas de una misma marca. ¿Las mejores? No, las del patrocinador. Y así todo. ¡Viva la Formación Profesional! ¡Abajo los intrusos! -
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