El asunto de Air Madrid se está convirtiendo en un clásico televisivo. Los propios afectados saben cómo colocarse en las aglomeraciones para poder ser retratados. Y cuando se les acerca una cámara, todos muestran la urgencia de su caso. A esto se le llama sobreactuación. Es más que seguro que la inmensa mayoría tiene motivos suficientes como para considerar que este cierre, suspensión, quiebra o como deba llamarse, con la cancelación de vuelos es algo que cada cual puede tomárselo de manera personal y sentir que es el más afectado, pero la pregunta vuelve a colocarse en un terreno que va desde la duda razonable a la demagogia. ¿Un billete de transporte no es un contrato privado entre dos?

Atrasos, cancelaciones, pérdidas de enlaces: la vida cotidiana de un aeropuerto, en esta ocasión en una expansión global porque esta compañía operaba con la intención de hacer clientes a los inmigrantes. Sus rutas, tanto americanas como europeas, eran para los menos favorecidos económicamente, por lo que al contemplar los reportajes sentimos una especie de conmiseración, pena, solidaridad añadida, porque para muchos se les ha sustraído la ilusión de varios años de trabajo y el ahorro de muchas horas de penalidades. Ese es el drama añadido, porque en la demagogia de pensar que ahora el Estado, en todas las formas que sean debe pagar este desaguisado es pasar de neoliberal a estatalista por intereses propios.

El camino jurídico a recorrer debe ser bastante sinuoso. Si usted ha comprado el billete en una agencia, deberá reclamarle a ella, la cual reclamará a la compañía, pero que está en quiebra, por lo que deberá formarse una lista de acreedores, para intervenir judicialmente. Pero el problema es que hay gente colgada en su destino y debe volver. Y ahí parece que están encontrando alguna solución. No es nada fácil la situación y sus soluciones son muy específicas, técnicas y complicadas en cuanto a la imposibilidad de reparar el estado de desesperación en la que se han visto involucradas familias enteras. Seguimos viendo este género televisivo, y de paso una cadena nos recordó que vive en Barajas un tipo desde hace tres años que se cree rey. Otro más. -