La canciller Angela Merkel es desde ayer, si cabe, un poco más influyente. La responsable del Gobierno alemán ha tomado entre sus manos un doble timón: la presidencia de turno de la Unión Europea, en el primer semestre del año, y la dirección del G-8, durante todo 2007. La presidencia europea alemana se estrena con la ampliación de la Unión. Desde ayer, Rumanía y Bulgaria son miembros de pleno derecho del club de Bruselas, aunque sus ciudadanos deberán esperar para ser tratados en igualdad de condiciones, ya que algunos estados europeos han optado por aplicar restricciones en el mercado laboral, no sin antes agitar el fantasma de la llegada masiva de mano de obra barata desde los nuevos estados miembros.

El riguroso periodo de adaptación por el que han pasado búlgaros y rumanos para incorporarse a la UE no ha evitado que esos dos países sigan presentando unas cifras económicas particularmente débiles. Con la entrada de Rumanía y Bulgaria la UE apenas verá crecer su PIB en un 1%, y los salarios en los nuevos estados europeos representan un tercio de la media de la UE. Sin duda, el camino acelerado hacia la convergencia europea ha dado un impulso de desarrollo a estos países, lo que no quiere decir que ello se haya traducido en una mejora de las condiciones de vida de la mayoría de la población, y en concreto de sus capas populares. Lejos queda, por ahora, para búlgaros y rumanos el milagro económico esloveno, país que ha estrenado el nuevo año incorporándose al selecto club del euro.

Un periodo de cambios marca, en consecuencia, la presidencia de turno alemana, durante la cual la canciller Merkel tendrá entre sus misiones principales el presentar a los 27 un informe destinado a reflotar la Constitución europea. No es previsible que lo haga antes de las presidenciales francesas de mayo, lo que hace pensar en un informe de final de presidencia germana que dejaría en el horizonte una conferencia intergubernamental para 2008.

No obstante, una segunda cuestión que ocupará buena parte de la agenda alemana es impulsar un modelo energético que reduzca la dependencia de los 27. Las oscilaciones del precio del petróleo, la guerra del gas y las exigencias de Kyoto se han convertido en la excusa propiciatoria para los sectores pro nucleares, que aspiran a que este mismo enero Bruselas respalde con un informe sus ambiciones, tan inquietantes como impopulares, de dar un impulso decidido a la energía atómica. -