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Gara > Idatzia > Iritzia > Jo puntua 2007-01-02
Belén Martínez - Analista Social
Balance

Se acabó el 2006. Menos mal que llevo la cuenta del año en que estamos. Digo esto porque, a punto de hacer el consabido balance, decido permanecer ante el televisor y ver un programa de debate en TV2. La cosa iba sobre laicismo y aconfesionalidad en la Constitución española de 1978 y la relación existente entre la Iglesia y el Estado. En un momento del debate, Cristina López-Schlichting, periodista de la COPE, dice algo así como que en Francia andan perdidos, que no saben cómo abordar la violencia doméstica y que esa República laica carece de valores y normas capaces de erradicar los malos tratos hacia las mujeres. Como si al margen de la religión (la católica sería la «verdadera», según Cristina) no existiera un marco filosófico-ético-político que nos permitiera resolver los múltiples problemas y retos que tenemos en nuestra sociedad (incluidos los de la libertad de creencia).

Lástima que ninguno de los participantes le recordara a la cruzada de la COPE que fue Simone Veil, diputada del Gobierno de derechas presidido por Valéry Giscard d’Estaing, la que defendió el proyecto de ley que permitía la interrupción voluntaria del embarazo (IVE). Era un 26 de noviembre de 1974. La ley sobre la laicidad francesa data de 1905. La separación Iglesia-Estado y la pérdida de influencia de aquélla posibilitó que una diputada de derechas asumiera el derecho a la contracepción como algo indisociable de la emancipación de las mujeres y defendiera ante la Asamblea Nacional su proyecto de IVE.

La derecha española reivindica de forma poco clara su herencia y pasado. Este pasado año ha salido varias veces a la calle para imponernos la preservación y reconstrucción de un orden social, orientándonos y dirigiéndonos hacia sus conceptos de deliberación, justificación y normativización social: «familia, patria y religión». Una única dirección política. Como el veleidoso discurso del rey borbón, en el que vaticina la continuidad garantizada por el príncipe. Asumir la responsabilidad sobre el futuro no significa ni implica conocer de antemano la dirección que vamos a tomar: república, estado plurinacional, derecho de autodeterminación. El futuro de y con los otros (personas, comunidades, pueblos...) requiere estar abierto a las diferencias y aceptar el debate, la dialéctica y el resultado de las voluntades colectivas. Sin un discurso único, justo lo contrario del «atado y bien atado». -


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