Maite LARBURU | Violinista
«Aquí hay gran demanda de música antigua, pero no existen recursos»
Aunque la música antigua es un género muy presente en la programación de los auditorios de Euskal Herria, son muy pocos los músicos vascos que se dedican a ella y menos aún los que poseen la formación especializada que requiere la práctica historicista, que promulga la interpretación con los instrumentos y las técnicas propias de aquella época.
La hernaniarra Maite Larburu es una de las poquísimas
violinistas vascas que se dedican a la música barroca. Hace unos días ofreció en
Donostia un concierto con su grupo, el Alea Ensemble, un cuarteto con base en
Amsterdam en el que comparte protagonismo con una joven escocesa, un alemán y un
belga.
Usted estudió en el Conservatorio de Donostia y después fue a perfeccionarse a Madrid. ¿Qué le llevó finalmente hasta Holanda, cuna del movimiento historicista?
No hubo una razón particular. Quería salir, ver otras culturas y conocer otras tradiciones, y, como tenía a un amigo estudiando en Utrech, decidí irme a Holanda, e ingresé en el Conservatorio de Amsterdam.
Así que no fue allí con la idea predeterminada de estudiar el violín barroco.
No, de hecho, allí he estado estudiando el violín moderno, pero mi profesor tocaba también el barroco y, a la hora de abordar obras de Bach o Mozart, trató de inculcarme ideas derivadas de la práctica de la música antigua, que investiga la forma en que se ejecutaba en su época ese repertorio. Al final, me propuso probar con el violín barroco, y me embarqué en un proyecto pedagógico con Gustav Leonhardt, con quien entendí muy bien que el compositor escribe teniendo un instrumento muy específico en su cabeza. De hecho, hay muchos aspectos de la interpretación que cambian cuando tocas la obra con un instrumento original, cosas como el fraseo, los tempos... Luego estudié también con Lucy van Dael, que es una de las grandes del violín barroco. Pero, en principio, mi base es la del violín moderno.
Imagino que pasar de un instrumento a otro tiene que suponer un cambio de mentalidad considerable.
Sí. De hecho, ahora mismo estoy desarrollando una tesis sobre ese tema, sobre cómo compaginar la ejecución sobre el violín moderno con la del barroco. Hay algunos intérpretes de violín moderno, como Viktoria Mullova, que se limitan a cambiar las cuerdas por unas de tripa. Pero tocar sobre un verdadero violín barroco exige una técnica muy diferente. Yo, de hecho, tuve que pasar tres meses sin tocar el violín moderno para poder hacerme con la base del barroco. Hay cosas que varían mucho, como los cambios de posición de la mano izquierda sobre el mástil, o el hecho de que la mano derecha, la que sujeta el arco, deba trabajar más intensamente y con mayor precisión. Pasar del violín moderno al barroco exige un cambio de chip importante.
¿Qué es lo más importante que ha aprendido en Holanda?
Sobre todo, a tocar diferentes estilos, entender que épocas distintas requieren formas distintas de interpretación, y el ser consciente del papel esencial que juegan las características concretas de un instrumento en la concepción musical de un compositor. En España se toca todo igual, con el mismo estilo, se trate de un autor barroco o uno romántico. En Holanda hay muchas más opciones, uno puede especializarse en barroco o en música contemporánea y vivir de ello. Allí son muy puristas, pero siempre ha sido así, también en el siglo XVIII. Al fin y al cabo, tienen una mentalidad calvinista.
El movimiento historicista tiene ya su medio siglo de vida, pero en el Estado español y en Euskal Herria no parece tener mucha implantación, no existen apenas conjuntos de música antigua y la educación especializada es muy escasa. ¿A qué cree que es debido?
Aunque en España no haya muchos profesionales de la música antigua, sí que hay bastante interés por parte del público. Y hay también músicos que se dedican a ella y que lo hacen muy bien. El problema es que aquí se aprecia mucho más lo que viene de fuera y, por lo tanto, es difícil crear un circuito propio. Hay que tener en cuenta también que ser intérprete de violín barroco impone un tipo de vida muy distinta a la del violinista moderno, porque se aleja del sota, caballo y rey de estudiar, opositar y ponerse a tocar en una orquesta. El Gobierno español no tiene ninguna orquesta barroca. En cuanto a la educación, el asunto es complejo. Pienso que uno de los problemas es la falta de información. Yo, por ejemplo, antes de ir a Holanda no tenía prácticamente ni idea del violín barroco. Por otra parte, en España hay muchos profesores que han llegado desde Europa del Este, que tienen una manera muy masculina de tocar el violín y que no tienen las prácticas historicistas en muy buena consideración. Y en cuanto a enseñanzas regladas, no hay nada aparte de la Escuela Superior de Música de Catalunya. Hay un desfase en España entre la demanda de música antigua y los profesionales que produce. Hay un montón de festivales, el público aprecia mucho a los músicos historicistas y, además, se paga mucho mejor que en otros lugares. Pero no hay recursos propios.
¿Tiene esperanza en que esta situación pueda cambiar?
Claro que sí. Soy optimista. En Euskadi está el Ensemble Diatessaron, que ya lleva unos cuantos años. A nivel estatal hay también algunos conjuntos muy buenos. Poco a poco.
Es curioso que el público de la música antigua y el de la contemporánea, que suelen ser bastante reducidos y muy fieles, a menudo comparten el gusto por estas dos disciplinas. ¿A qué cree que es debido?
Creo que es fácil de entender, porque tanto la música antigua como la contemporánea han escapado de la forma de tocar estándar, que busca sobre todo la homogeneidad, el mismo tipo de sonido, unos músicos muy precisos pero poco personales. Esto no ocurre en la antigua ni en la contemporánea, géneros en los que encuentras músicos y maneras de tocar enormemente personales, porque han elegido estas músicas como una opción vital, han apostado por estas músicas minoritarias como forma de expresión propia. Además, los dos géneros comparten también algunas técnicas, como el vibrato reducido, tipos de emisión del sonido, etcétera. En Holanda, el interés por la música antigua y la contemporánea comenzó al mismo tiempo, y en muchos casos eran los mismo músicos los que impulsaron la una y la otra, reivindicando la necesidad de estar informado para tocar música, mediante la investigación histórica en el caso de la música antigua y mediante el trabajo con los compositores en la contemporánea. -
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