Sensibilidad «afrigiada"
Javier ASPIAZU
Para el pianista canario José Alberto Medina, estar «afrigiado», término de su cosecha, consiste en sentirse triste y en aferrarse a uno mismo. También supone utilizar el modo frigio en sus composiciones, pero, como dijo Rudyard Kipling, esa es otra historia. Lo que entusiasmó a sus oyentes en el club no fueron estas posibilidades de la técnica musical, sino la forma de plasmar esa sensibilidad en un exquisito flujo sonoro.
A través de temas de profundo calado emocional e inspiradas melodías, Medina nos sumergió en su particular universo musical, tan aflictivo como subyugante.
En su forma de interpretar se puede rastrear, muy en el fondo, la influencia del pianismo impresionista y, ya en la contemporaneidad, la línea trazada por Keith Jarrett, Brad Mehldau o Esbjorn Svensson. Pero, eso sí, con el inconfundible toque personal que confiere a todo su especial sensibilidad. Con las excepciones de algunos temas de Kenny Barron, Cole Porter o Alejandro Mingot, las escuchadas fueron composiciones del propio Medina que formarán parte de su nuevo álbum, «In my mind», de próxima grabación, en Italia, a lo largo del mes de marzo.
El suyo es un repertorio equilibrado, diverso, en el que pasamos de oír ritmos acentuados, merced al uso del obstinato, a honduras líricas y magia introspectiva.
A buen seguro que el disco será un bálsamo para nuestros oídos, expuestos involuntariamente a tanta estulticia musical.
Sus acompañantes en el club, dos talentos argentinos (entre los muchos que hoy abundan en la feraz escena bonaerense) de asombrosa madurez para su juventud, estuvieron a la altura de las exigencias de este músico delicado y perfeccionista. El depurado sonido de Paco Weht al contrabajo, su aplomo y seguridad, fue una imprescindible garante rítmica.
Por su parte, Mariano Steimberg, con su contundente sonido a la batería, introdujo los necesarios breaks al viaje interior que nos propuso su líder, en una delicia de concierto concluido con un bolero de título más que oportuno para cerrar esta crónica: «Todo se acabó».