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«La patraña" marca la agenda y llena la vista de disparates

Como ocurriera en la instrucción y los prolegómenos, la cobertura mediática y el debate político en el inicio del juicio del 11-M ponen en lugar central los intentos de encontrar una «pista vasca" inexistente. Aunque nadie en el PP «ponga la mano en el fuego" y no haya noticia, la denominada ya como «patraña" marca la agenda.

Ramón SOLA Iruñea

Los atentados del 11 de marzo de 2004 en trenes de cercanías de Madrid provocaron una masacre sin parangón en Europa. Fallecieron 191 personas y hubo 1.824 heridos. La investigación policial y judicial se ha completado con celeridad, toda vez que el juicio se ha iniciado sin haber pasado aún tres años desde que se produjeran los atentados, cuando legalmente cabía estirar el plazo de prisión preventiva un año más. Cabe suponer que toda Europa está pendiente del desenlace del caso. Y sin embargo, tanto durante la instrucción como en las primeras sesiones de este juicio en medios de difusión, círculos políticos e incluso en la sala de vistas se habla más de otra cosa: de lo que en tertulias radiofónicas se define ya como «la patraña» destinada a tratar de implicar a ETA... o al menos sembrar dudas y caos.

El tratamiento dado al tema por el diario ``El País'' es significativo del conflicto en que la insistencia del PP y su entorno mediático ha colocado a los diarios «serios»: más que de aproximarse a la verdad, que debería ser el objetivo del juicio, se trata de desmontar la ficción. Algunos medios parecen sentirse obligados a, antes que nada, reiterar la evidencia de que no hubo «pista vasca» alguna en el 11-M. En términos jurídicos se diría que se ha revertido la carga de la prueba. En términos periodísticos, que se ha convertido en noticia la no-noticia.

Sirva como ejemplo el titular de portada del sábado del primer diario de información general del Estado español. Para ``El País'', lo más relevante de esta segunda sesión era que «fracasa el primer intento de vincular a ETA con el 11-M en la vista oral». El desmentido del acusado Hassan el Haski fue evidentemente rotundo («¿Cómo puedo tener relación con ETA si no hablo en español, ni lo leo?»). Pero la pregunta es si realmente eso era lo más importante.

Esta gran contradicción queda muy resaltada en el desarrollo de la información en páginas interiores, donde antes que nada se introduce una excusatio non petita: «Es imposible imaginar que cuando la Justicia consiga sentar en el banquillo a los autores del atentado de Barajas lo primero que hagan los abogados de los ecuatorianos asesinados sea preguntar a los terroristas de ETA si conocen a Bin Laden o a alguno de sus secuaces en España. Pues eso, pero vuelto del revés, fue exactamente lo que sucedió ayer en la Casa de Campo», se puede leer. Y luego, con sumo cuidado, se apunta que una de las claves de esta situación tan surrealista es que dos de las tres asociaciones de víctimas del 11-M «comparten con el PP y algunos medios de comunicación la teoría de la conspiración»: a saber, la Asociación de Ayuda a las Víctimas del 11-M y la AVT. La única que parece decantarse por la búsqueda de la realidad y la verdad es la Asociación 11-M, la que preside Pilar Manjón.

 

A falta del desarrollo del juicio y de lo que pueda deparar la sentencia, lo que ya está claro es que «la patraña» ha marcado tanto la fase previa del juicio como su arranque. Así, cuando hace un mes se fijó el desarrollo exacto de la vista la noticia más importante para casi todos los medios fue que autorizaba la petición de la defensa de uno de los acusados para que tres presos vascos comparezcan como testigos. Dos de ellos son Gorka Vidal e Irkus Badillo, condenados recientemente por trasladar a Madrid una furgoneta con cientos de kilos de explosivos interceptada por las FSE en Cañaveras (Cuenca) y que los partidarios de la conspiración tratan desesperadamente de ligar con los atentados. El otro, Unai Parot, cuya culpa sería que su nombre apareció en un papel incautado a un islamista preso en Villabona que sería a su vez amigo de uno de los imputados.

El motivo y objetivo de esta comparecencia no se conoce, pero los defensores de «la patraña» se apresuraron a saludarla como un triunfo. El tribunal la aceptó pese a que sólo una defensa la había planteado: la de Jamal Zougam. ``La Vanguardia'' publicaba ayer los curiosos vaivenes de la defensa de este acusado clave. Asegura que primero a Zougam, «falto de medios y dinero, le fue asignada una abogada de oficio con la que no acabó de entenderse»; que luego acudió a un letrado de pago catalán, Mateo Seguí, que explica en la información que «hablamos cientos de veces y jamás me mencionó a ETA y nada que lo pareciese»; y que finalmente Zougam declinó sus servicios por no poder afrontar los gastos y «se produjo un golpe de efecto con la irrupción de otro abogado». Era José Luis Abascal, a quien se define como «abogado de pago proclive a las teorías de la conspiración» y cuyo afán de «captar acusados ha dejado perplejos a los abogados», siempre según ``La Vanguardia''.

Zougam ha reconocido que no tiene relación alguna con ETA ni contempla que esta organización pueda estar ligada al 11-M de algún modo. Habrá que esperar para saber el motivo del interés de la defensa en traer a la sala a presos vascos.

En los días inmediatamente previos a la vista, la mentira sembrada por el PP ha vuelto a copar la agenda. Todas las miradas se han centrado en un informe sobre el explosivo utilizado en la matanza. Pese a que su contenido avala que se utilizó Goma 2 ECO y no Tytadine, como trató de presentar el Gobierno del PP a última hora de la mañana del día 11 (cuando su tesis comenzaba a hacer aguas por todos los lados), los medios de la derecha española han seguido sembrando dudas al respecto. Y seguirán, sin duda.

Cabía pensar que la prensa internacional pondría más sensatez en el tratamiento, pero corresponsales en Madrid tam- bién parecen enfangados sin remisión en este barrizal. Así, ``The Washington Post'' destaca, por encima del contenido real de las sesiones, que la sociedad española «está agriamente dividida» y cita las informaciones de ``El Mundo''. Otros medios europeos también parecen poner en dos platillos de la misma balanza, como si la credibilidad de ambos fuera equiparable, el relato oficial y las elucubraciones calenturientas.

 

Los dirigentes del PP se han cuidado mucho de no realizar nunca aseveraciones contundentes que impliquen a ETA en esos atentados y que puedan volverse en su contra... aunque sí induzcan a pensarlo. José María Aznar puso muy alto el listón de esta estrategia con aquella frase tan ambigua como rim- bombante lanzada en la Comisión de Investigación del 11-M: «Los autores no estaban desde luego en montañas lejanas ni en desiertos remotos» (luego, acosado por los parlamentarios, dijo que en realidad hablaba de Lavapiés y Morata de Tajuña, pero el titular y la idea que quería transmitir ahí quedaron).

Otro ejemplo. Jaime Ignacio del Burgo, calcinado políticamente por el PP en esta cruzada, afirmaba en Radio Euskadi en la noche previa al inicio del juicio que en realidad él nunca ha dicho que ETA esté relacionada con los ataques y que ésa es una invención de «la prensa progubernamental». Del Burgo tiene un libro destinado exclusivamente a airear supuestas conexiones, y en él apunta efectivamente que «ni yo ni nadie perteneciente al Grupo Popular, con o sin responsabilidades en el anterior gobierno, hemos sostenido que exista tal conexión entre ETA y los islamistas». No está de más recordarlo.

Lo importante, según el propio Del Burgo, es investigar, mantener el caso abierto siempre «para que nadie se pregunte dentro de 30 años, como los americanos, quién mató a Kennedy». Y, en este sentido, ya se puede adelantar que las esperanzas de los medios «serios» o de José Blanco (PSOE) de que el PP y sus aledaños se conformen con lo que determine la sentencia parecen vanas. El primer día de la vista oral, el representante del PP Gustavo de Arístegui ya lo dejó bien claro: «Toda la verdad se acabará sabiendo, bien en el juicio o bien a través de otros medios».

Los dirigentes del PP se han implicado en esta labor seudoinvestigadora incluso a nivel personal. Del Burgo llegó a entrevistar en prisión al confidente policial y acusado Rafá Zouhier. En su libro no le importa confesar que su interés se disparó cuando conoció que había estado encarcelado en Villabona, donde también hay prisioneros vascos. Del Burgo patentó también el concepto «los moritos de Lavapiés», destinado a aparentar que los acusados no tenían nivel para una acción de tal envergadura.

El director de ``El Mundo'', Pedro J. Ramírez, ha ido más lejos todavía en su carta del domingo, en la que defiende directamente la versión del acusado Jamal Zougam: «Un tipo con su buena cabeza puede llegar por afinidad ideológica a suministrar tarjetas telefónicas a unos aprendices de terroristas para ayudarles a cometer atentados y también puede en el paroxismo de la obcecación prestarse a poner alguna bomba en los trenes, pero lo que de niguna manera encaja es que hiciera ambas cosas a la vez (...) y encima permaneciera rascándose la tripa a la espera de que lo trincaran». A Pedro J. le indigna, según viene a reconocer al final de la pieza, que Zougam «quede ennegrecido para siempre con esos 38.000 años que le piden atados al tobillo» mientras «se afanan en blanquear como sea a De Juana y sus homólogos».

El Abogado
Varios medios resaltan que el abogado de «El Egipcio" fue también el de una joven del «caso Segi". Callan que actúa de oficio; le tocó. Nadie ha dicho en cambio, por ejemplo, que el letrado de la Asociación 11-M defendió a Galindo en el «caso Lasa-Zabala".
LA FISCAL
La derecha mediática ha puesto a Olga Sánchez en el disparadero. Necesita desacreditar su tesis para mantener abierta la cuestión eternamente. La presenta incluso como derrotada en el interrogatorio por Zougam, a quien «El Mundo" cree.

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