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retirada de tropas

Tony Blair no pide perdón ni admite la derrota británica en Irak

El primer ministro británico se embarcó en la aventura colonial de Estados Unidos desoyendo a sus votantes, a sus especialistas en Oriente Medio e incluso a miembros de su Gabinete, que le abandonaron y criticaron por una decisión justificada con mentiras. Puede haber anunciado la retirada de efectivos militares de Irak, pero el arrepentimiento no forma parte del volcabulario del primer ministro británico, Tony Blair, que, a pesar de haber anunciado que 1.600 soldados británicos serán retirados de Irak, sigue negándose a reconocer su responsabilidad por la situación de caos y violencia en la que se halla inmerso el país desde su ocupación.

Soledad GALIANA

No creo que debamos pedir perdón por todo lo que estamos haciendo en Irak», afirmó Blair durante una entrevista con la BBC. «Estamos intentando apoyar a los demócratas frente a los terroristas», aseguró, para añadir a continuación que el número de soldados, que quedará reducido a 5.500, volvería a incrementarse «si es necesario» antes de su retirada definitiva planeada para el 2008.

Las declaraciones se producían antes del anuncio de que el Gobierno británico ha decidido incrementar sus efectivos en Afganistán con mil soldados más. Esta decisión se ha interpretado como una señal de que, a pesar del inicio de su retirada de Irak, la política exterior británica de Blair no va a ser desmantelada cuando se retire, sino que mantendrá la misma línea.

No deja de ser irónico que en su retirada Blair no será recordado por su papel en el proceso de paz irlandés, sino por su impulso y participación en la política de agresión estadounidense. Blair se lanzó a la guerra contra Irak de cabeza, desoyendo a sus votantes que se manifestaron contra la intervención británica en Afganistán e Irak; a sus especialistas en Oriente Medio, que ya anticipaban no sólo el conflicto civil que asola al país en estos momentos, sino también los efectos en la región; e incluso a miembros de su gabinete -Clare Short y los fallecidos Robin Cook y Mo Mowlan- criticaron a Blair y abandonaron su posición dentro del Gobierno y vivieron la marginación dentro de su partido debido a su oposición a la guerra.

Es ahora la guerra de Irak la que clama su cabeza. Y es en estos momentos en los que se incrementa la presión para que se abra una investigación sobre los errores británicos durante la guerra y la ocupación. En un debate que se prolongó durante cinco horas en la Cámara de los Lores, en el que se acusó a Blair de haber dirigido la opinión pública con afirmaciones incorrectas y haber dañado la imagen del Estado en el ámbito internacional, el que fuera secretario de Asuntos Exteriores, Lord Hurd of Westwell, consiguió el apoyo de varios ex ministros para esta investigación. Es una cuestión sobre la que tendrá que decidir Gordon Brown cuando, tal y como se espera, sustituya a Blair, aunque los laboristas no se plantean tal investigación hasta que todas las tropas británicas abandonen Irak.

En general, la decisión de Blair de reducir el contingente militar británico no ha desentrañado nada nuevo más allá de una realidad constatada por las noticias de Irak: la seguridad, la normalización y la democratización no se han conseguido, a pesar de que se quiera enmascarar la retirada de tropas con una transferencia de responsabilidades a la Policía iraquí; pero sí ha añadido un tono de derrota al presente británico, que, pese a los muchos años que han pasado desde su pasado imperial, aún padece la resaca de éste.

Una resaca similar a la que sufre Blair, uno de los gobernantes más populares para los británicos, al que expertos como Reidar Visser acusan de mantener las tropas en Irak pese al riesgo para no asumir esta derrota.

Pero no olvidemos que ésta es una guerra inmoral -por mucho que Blair y Bush, Aznar y Berlusconi afirmaran que se trataba de la defensa de los valores occidentales y de las inexistentes armas de destrucción masiva-, en la que el objetivo final no era liberar Irak, sino el flujo del petróleo. Y mientras se empieza a planear la retirada de los soldados, se implementan las políticas impuestas desde Washington y Londres sobre el Gobierno iraquí, como la ley del petróleo, que abrirá esta industria pública y las mayores reservas en la zona, a la voracidad de las multinacionales. Como John Teeling, director de Petrel Resources, afirma que «se moriría» por acceder a cualquiera de los 70 campos petrolíferos descubiertos pero no explotados de Irak.

Una opinión que no comparten el casi millón de iraquíes muertos desde el 2003, como no la comparten las madres de soldados británicos muertos en Irak, que han decidido acampar en el exterior de la residencia del primer ministro británico, en el 10 de Downing Street, exigiendo la retirada de las tropas, equipamiento apropiado mientras se encuentran en el país y mejores servicios a la vuelta.

Las madres abandonaron su campamento para unirse a la manifestación organizada por la coalición Paremos la Guerra que recorrió el centro de Londres, desde Hyde Park hasta Trafalgar Square, durante la tarde de ayer.

Los organizadores de la manifestación calcularon que al menos sesenta mil personas participaron en la marcha de Lon- dres, mientras que la Policía metropolitana rebajó el número a diez mil. En Glasgow se reunieron otras tres mil.

Los manifestantes también expresaron su oposición a los planes del Gobierno británico de reemplazar su programa nuclear Trident por una nueva iniciativa cuyo coste se cifra en unos 30.000 millones de euros y la oferta de Blair para servir de base para algunos de los misiles que Washington pretende distribuir entre sus aliados como parte de su plan de defensa «Hijo de la Guerra de las Estrellas» de detección y destrucción de misiles lanzados contra EEUU.

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