ALPINISMO Cerro Cota 2000
Navegando por la Patagonia desconocida
Elio Orlandi, Michele Cagol, Fabio Leoni y Rolando Larcher abren en estilo cápsula una nueva vía: «Osa ma non troppo« (7b, A2+). Juan Mari Iraola, Alberto Iñurrategi y Juan Vallejo se hacen con la «Claro de luna" y se quedan a cinco largos de la cima del Cerro Torre
Andoni ARABAOLAZA | DONOSTIA
«No ha sido más que una cuestión de fantasía, uno de los aspectos que definen el alpinismo. Estoy hablando de la imaginación. Elegimos esta pared porque ofrecía un mar de óptimo de granito, porque tenía un perfil estético y porque manda la técnica. Excepto para Fabio y Michele, para Rolly y para mí era una zona del Paine que no conocíamos». De esta forma, Elio Orlandi presenta a Gara la nueva aventura que ha tenido junto a otros tres compañeros en una pared bastante desconocida de Patagonia.
Los siguientes protagonistas de esta actividad han estado fajándose con un cerro que se encuentra en el Parque Nacional de las Torres del Paine (Chile). Pero en vez de escalar en esas las torres más visitadas, se desvían un poco del itinerario en busca de otras paredes también muy llamativas y espectaculares pero cuyos nombres apenas los conocemos. Estamos hablando del Cerro Cota 2000. Pues bien, en su cara este los italianos Michele Cagol, Fabio Leoni, Rolando Larcher y Orlandi abrieron entre el 21 y 26 de enero en estilo cápsula una nueva vía a la que han llamado Osa ma non troppo. Orlandi ha señalado que, en esta ocasión, han querido darle a su viaje a Patagonia otro carácter: «No llevamos ningún material tecnológico, ni de esos que te ofrecen las previsiones del tiempo. Fuimos para un mes y poco, en busca de una línea imaginaria. Pasamos un poco de la comodidad de El Chaltén y de las agujas más conocidas de las diferentes zonas de Argentina y Chile».
Contaban con experiencia de la buena, y es que los cuatro escaladores italianos, sobre todo dos, son grandes conocedores de las agujas patagónicas. Orlandi es el veterano en esas lides, con numerosas aperturas de vías. La última que ha pasado por estas páginas es la Linea di eleganza al Fitz Roy, nominada para el Piolet d'Or del 2005. Leoni cuenta ya con diez expediciones y, por lo tanto, con muchas vías. Los menos asiduos son Cagol, con tres viajes y dos vías, y Larcher, que tiene en ésta su segunda expedición.
Bajo el seudónimo de «I 40 Ruggenti», abrieron una nueva línea de 700 metros, una bella e interesante línea de un excepcional océano granítico que les ha recordado mucho al californiano El Capitán: «Es una versión patagónica de El Capitán, sobre todo por su forma monolítica, por su apariencia estética y por la conformación de la roca. La escalada se desarrolla en un excelente granito, formada por placas, fisuras netas y largos diedros extraplomados. Así, ofrece un buen repertorio para la dificultad, la diversión, la fantasía y el espíritu de grupo. Sólo varía el ambiente: en Patagonia, sin un poco de suerte con el tiempo (todo depende de la tenacidad individual), la escalada puede ser hostil, peligrosa e imposible. Nos mantuvimos firmes, y finalmente llegó la recompensa».
En total fueron cinco noches en pared y seis jornadas de escalada. Sobre la vía, el propio Orlandi ofrece más datos: «Son 700 metros totalmente verticales, sin repisas ni terrazas pequeñas, nada de nada. Salieron 36 largos, y de los 700 metros el 85% los escalamos en libre (7b máximo y 7a obligado). El resto en artificial, máximo A2+. El granito es fantástico, sólido en un 95% y magnífico para escalar en libre. Alguna tirada es de fábula. El 21 de enero ya estábamos en la pared con nuestra hamacas. Llevamos unos 40 litros de agua y el material de costumbre. Del sol matutino pasábamos a la borrasca del mediodía y luego al temporal de viento. Después llevaba la tranquilidad. Estuvimos apunto de desistir, pero seguimos. El largo clave lo llamamos el chaning dihedral (cambio de diedro), un sistema de diedros directo y muy bonito. Le seguía un extraplomo sin fisuras que los solventamos al principio en artificial y más tarde en libre. Es una línea muy buena, guardada del viento. Con un poco de fortuna con el tiempo y pillando la fisura seca, excepto el tercer largo, es posible liberarla íntegramente. En la pared han quedado varios clavos. Las reuniones están montadas, y en el séptimo largo 2 o 3 personas pueden vivaquear sin el uso de hamacas. Ha sido una experiencia verdaderamente positiva en todos los aspectos, pero, sobre todo, por el perfil humano y la relación interpersonal. Hemos actuado conjuntamente, sin desesperaciones ni individualismo. Cada uno ha aportado su experiencia, capacidad, fuerza y armonía».
«Chiaro di luna» y Cerro Torre
Pero además de la vía abierta por los italianos, hay más actividades que llegan desde Patagonia. Si la semana pasada informábamos de la actividad realizada por el hernaniarra Martin Zabaleta en la Aguja Poincenot, con la escalada de la Whillians, esta vez traemos a estas páginas los resultados del viaje a Patagonia de un trío de alpinistas vascos: Juan Mari Iraola, Alberto Iñurrategi y Juan Vallejo. Fueron para 40 días y, como suele ser habitual por aquellos lares, los días de escalada fueron escasos, cuatro concretamente. Muy poco para un mes y diez días, pero bastante aprovechado para las pocas jornadas que pudieron escalar. Y lo decimos porque han tenido la oportunidad de hacerse con la vía Chiaro di luna (Claro de Luna) de la Aguja Saint-Exupéry (2.558 m) y un intento a la arista este o ruta del compresor del Cerro Torre. Se quedaron a cinco largos de la cima.
El objetivo principal del viaje era el Cerro Torre pero, como bien se sabe, no se pueden descuidar otras opciones. El propio Vallejo da cuenta de esa realidad: «Fuimos para un mes y poco y, aunque sabes que el tiempo es quien manda, esperas tener más oportunidades de las que nos ha dado. La verdad es que el tiempo no ha dado apenas tregua. Al principio quisimos darle a la compresor del Cerro Torre, pero las condiciones eran bastante malas. La parte inferior de la ruta estaba muy cargada de nieve y, por lo tanto, se presentaba peligrosa. Y es que los seis o siete primeros largos de mixto eran muy delicados por las condiciones. No nos quedó otro remedio que pasar de atacarla».
Eso ocurría a mediados del pasado febrero. Tras ver que la compresor no se dejaba, al día siguiente se dirigieron a la Saint-Exupéry. Apostaron por esta aguja, y acertaron. La ventana de buen tiempo llegó, y tuvieron la suerte de escalar la vía Claro de luna. «Fueron los únicos días de buen tiempo de todo febrero», adelanta el alpinista gasteiztarra. Aunque la meteo fue muy buena, el trío tuvo que decantarse por la pared oeste de la aguja, ya que no tenía nieve.
La Claro de luna es una vía abierta en el 87 por los italianos Giordani, Manfrini y Valentini. Su primera repetición, a manos de otros italianos (Leoni y Salvaterra), llegó siete años más tarde y, aunque parezca mentira, hasta el año 1997 sólo contaba con cinco ascensiones. Pero las cosas cambian, y poco a poco, esta vía que se encuentra en la cara oeste comienza a convertirse en una clásica de la Saint-Exupéry. Para Vallejo y sus dos compañeros se trata de una línea muy estética: «Tiene 800 metros y 22 largos. Las dificultades técnicas no pasan del 6c, pero son duras. Es una vía bonita, buena y larga. Excepto un largo de 6a que el primero de cordada tiró de A0 por estar húmedo, todas las demás tiradas las sacamos en libre. La ruta la dividimos en tres partes, y cada uno de nosotros lideró una de ellas; los primeros ocho largos tiré yo, los siguientes Juan Mari y los restantes Alberto. Eso sí, en la parte final de la vía nos embarcamos, pero finalmente llegamos a la cima. Quitando algún que otro clavo desperdigado, la ruta está muy limpia. Las fisuras son muy agradecidas y se dejan protegerse muy bien. Las reuniones están montadas, y la calidad del granito también ha sido excepcional».
A mediados de febrero, Iraola, Iñurrategi y Vallejo hicieron cima. Un total de trece horas para una vía que cuenta con una aproximación bastante larga; unos 900 metros. Así, hacia las tres de la madrugada salían del glaciar y sin parar, en una jornada muy larga, escalaban la Claro de luna. La bajada no fue nada cómoda, más bien todo lo contrario. En vez de rapelar la ruta, les aconsejaron otro descenso. Se perdieron, lo intentaron... pero, tal y como confirma Vallejo, la mejor opción es rapelar la propia vía.
A los seis días de esta actividad, los alpinistas vascos se pusieron de nuevo en marcha con la intención de escalar la ruta histórica del Cerro Torre (3.102 m): la compresor. Junto a otras cinco cordadas se metieron en la vía. Escalaron y llegaron bastante alto pero, cuando estaban a cinco largos de la cima, el fuerte viento les hizo desistir en su empeño y se dieron media vuelta. «Fue una pena. La meteo decía que iba a hacer buen tiempo, pero que el viento iba a azotar fuerte, y así fue. De 28 largos, los últimos cinco están con los famosos expansivos. Eso le resta un poco de atractivo a la línea, pero, en general, nos ha gustado», afirma el alavés.