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Del Sahara desierto y solidario al frío polo

Los participantes en el maratón del Sahara corren por solidaridad, aunque hay quien también comparte el escenario desértico con su pasión por el atletismo. Pasión, en este caso por la aventura, es la que lleva a un grupo de esquiadores vascos a Laponia.

Coincidiendo con el aniversario de la República Árabe Saharaui Demo- crática, desde hace siete años se celebra en los territorios ocupados una completa jornada de atletismo y una organización con poco que envidiar a los eventos deportivos occidentales. Tras superar los nervios y los trámites burocráticos a los que llevan unos aeropuertos en los que todo funciona a mano, los inscritos para el maratón del Sahara, que sí se apuntan por ordenador, se encuentran con los habituales detalles que acompañan cualquier gran prueba. El reparto de camisetas, la comida de pasta -en este caso cena- típicos de cualquier Feria del Corredor, la necesaria cobertura sanitaria, e incluso duchas -conjuntas y con agua fría- o la presencia de un variopinto muestrario de medios de comunicación también pueden encontrarse a finales de febrero en los campamentos de Tinduf.

Hasta allí se desplazan cada año cientos de personas, movidas en la mayor parte de los casos por la solidaridad, aunque la fama que empieza a acumular el conocido como maratón del Sahara -en referencia a la exigente prueba de 42,195 kilómetros, completada con otras opciones como los 21 del medio maratón, los 10 o los 5 -ha conseguido atraer también a aventureros o apasionados del atletismo, pendientes del crono en cualquier situación o forofos de pruebas extremas en montaña, dunas o hielo.

El campeón paralímpico Javier Conde viajó en dos ocasiones. El fondista basauritarra se decantó en ambos casos por las pruebas cortas pero sobre todo se involucró en la campaña de alimentos. «Te queda un sabor agridulce porque la situación del pueblo saharaui es muy dura. Tu vas cinco días, pero ellos viven así desde hace años», recuerda.

Otros atletas, como el erandiotarra Jon Salvador, tercero en el medio maratón, han compartido su experiencia. También vascos menos conocidos como la andoaindarra Uxune Tena, segunda en la misma prueba o Elena Tapia, de Balmaseda, primera mujer en los 10 kilómetros, estuvieron por allí.

No todos son atletas, ni siquiera populares. Gregorio Eizagirre, miembro de Tolosaldea Sahararekin, lleva un par de años asistiendo a la cita y compartiendo proyectos y carrera con los saharauis, o italianos, muchos de avanzada edad, estadounidenses, mexicanos, vietnamitas y una familia alemana al completo. Con veinte grados de diferencia entre la noche y el día, viajeros, solidarios y anfitriones toman la salida bajo un sol que sube la temperatura a 30 grados.

«Allí, como en cualquier carrera de aquí. Todo el mundo se pone nervioso en la salida preguntándose uno a otro, ¿y tú que tiempo esperas hacer?», cuenta Eizagirre. La jornada atlética comienza temprano en Smara. A las seis de la mañana se sirve el desayuno de los participantes y posteriormente se traslada a los corredores en autobús hasta Aaiun, a más de 40 kilómetros para que retornen, esta vez por el desierto, corriendo el maratón. El autocar todavía lleva el logotipo de Bilbao Bus, de la línea Sarriko, y conserva los letreros luminosos en euskara para regocijo de los vascos. El primer tramo hasta Aussert es de los exigentes, un rompepiernas sin asfaltar repleto de piedras y desniveles.

Afortunadamente hay abundantes puestos de avituallamiento y buen control de los kilómetros, marcados en cajas de cartón sujetadas por piedras para impedir que se muevan. Flechas, piedras pintadas de blanco y de rosa trasmiten la referencia en un desierto que impide percibir las distancias de una manera real. Sólo seis, de los 42 kilómetros, están asfaltados. La presencia local es notable «participan un montón, algunos incluso descalzos y otros con zapatos de calle. Salen lanzados y antes de empezar a correr están todos fumando», señala Eizagirre.

Manuel Morente, el vencedor del maratón, ganó en 2 horas, 54 minutos y 48 segundos. El catalán la consideró una marca excelente, aunque a 50 minutos del récord mundial de Paul Tergat. También el de medio maratón está por debajo de la hora, pese a que el argelino Hadjoucef invirtió 1.15 y batió el registro de la prueba. Gajes del desierto, aunque la llegada sea inolvidable por los ánimos que les regalan los saharauis, sus característicos gritos y el adiós con cus-cus.

En casa de Santa Claus

Tres eibarreses y un azpeitiarra montan en un avión... No, no es el arranque de un chiste, sino de toda una aventura. Aunque en realidad, comienza bastante antes porque la «previa» de un reto de semejantes características no se reduce, precisamente, a un viaje en avión.

Así que empecemos por el principio. Érase que se era un grupo de aficionados al esquí de fondo que decidieron organizar la carrera más larga del mundo, la «Rajalta Rajalle Hihhto» -en lapón, «Border to border» en inglés-. O lo que es lo mismo, 440 kilómetros, desde Rusia hasta Suecia, cruzando Laponia durante siete días. Todo un caramelo para los eibarreses Edu Oiartzun y Josu y Zuhaitz Elejalde y el azpeitiarra Haritz Arozena, cuatro amigos amantes del esquí en particular y del deporte de alta exigencia en general. Tardaron algún tiempo en decidirse pero el año pasado se pusieron manos a la obra y tras meses de entrenamiento, inscripciones, papeleos y demás, lo han conseguido. Su aventura está a punto de empezar.

A sus 52 años, Josu Elejalde es el más veterano de los cuatro. Y no es una cuestión exclusiva de edad, sino también de curriculum, jalonado en su caso por ultramaratones como la Transgrancanaria, maratones de montaña como el K42 en Patagonia o pruebas de la Copa del Mundo de esquí de fondo. Una disciplina, ésta última, en la que precisamente le introdujeron dos de sus compañeros de aventura, Edu Oiartzun y su hijo Zuhaitz. «Empezó a competir -explica-, yo le acompañaba y me metió». Evidentemente, no le costó tentarle. «Soy muy inquieto, me gustan estas cosas», admite.

Unos años después, se dirigen «a La Meca del esquí de fondo». Tan dura, que ni siquiera hay premios; el premio es acabar, de ahí que también se le pueda considerar «La Meca» de la exigencia. Por distancia -440 kilómetros en siete días- y, desde luego, por temperaturas. «Es lo que más nos preocupa -reconoce Elejalde-. Estas semanas hemos mirado en internet y las temperaturas rondan entre los 26 y los 29 grados bajo cero todos los días. Es lo que más tememos, porque la técnica del esquí ya la tenemos y lo otro ya lo haremos, pero el frío es algo que no podemos entrenar aquí».

Lo que sí han tenido que entrenar, lógicamente, es el cuerpo. Acostumbrados a las palizas están, pero no de semejantes proporciones, con lo que han tenido que realizar un trabajo más específico. «Tenemos un amigo que es licenciado en IVEF -explica Elejalde- y además esquiador, y nos ha hecho un plan de entrenamiento de varios meses, en los que hemos tenido que cambiar algunas cosas». Curiosamente, ha faltado lo más importante. Cosa del cambio climático o no, pero lo cierto es que el invierno más suave de los últimos años ha dejado al grupo sin apenas posibilidad de ponerse los esquíes. «Es casi lo más importante y, casualmente, este año casi no hemos podido esquiar por la falta de nieve -lamentan-. Entrenamos toda la semana corriendo por el monte, en el gimnasio..., y luego resulta que el fin de semana no podemos esquiar». El trabajo en la nieve de Elejalde, de hecho, se ha reducido a sólo doce días este invierno, así que ha habido que buscar alternativas. Sobre todo, correr por el monte. «Con bastones, haciendo un poco el gesto técnico que tenemos que hacer allí, pero corriendo por el monte».

Tampoco ha sido fácil conseguir el material necesario «porque el que usamos en Pirineos se nos queda cortos. Gracias a un comercio eibarrés, Mahoiak, que nos ha hecho las gestiones, hemos conseguido ropa de Italia muy específica para el frío».

Menos problemas ha habido con el entrenamiento mental. Parece imprescindible para abordar una aventura de estas características, pero Elejalde cree que «se lleva con el carácter. Es verdad que cuando haces maratones y este tipo de pruebas, al final es la cabeza la que manda y te dice en los momentos difíciles que tienes que seguir. Hay que sufrir y si no sabes llevarlo, malo. Pero es algo que se lleva en el carácter», insiste.

En Marcha

Pues con la cabeza, el cuerpo y el material a punto, no falta más que empezar. En realidad, algunos participantes ya lo han hecho. Y es que la falta de infraestructuras de la zona obliga a la organización de la «Border to border» obliga a los organizadores a buscar soluciones imaginativas. Por ejemplo, la salida por grupos.

No hay que olvidar que estos 440 kilómetros atraviesan una de las zonas más inhóspitas del planeta. Es decir, pocos asentamientos humanos y contados recursos. Y, por lo tanto, infraestructuras insuficientes para atender a los 350 participantes. Así que la organización los ha dividido en cuatro grupos: el primero partió el jueves y el último, en el que se encuentran los cuatro participantes vascos, lo hará mañana.

Algo que tampoco asegura precisamente una cama «king size» en un hotel de cinco estrellas. Después de cada etapa -48 kilómetros, aunque con llegada en alto, la más corta y noventa la más larga-, las escuelas de las aldeas se convertirán en el particular albergue de los esquiadores, a los que les tocará tirar de esterilla y saco.

No suena muy bien, pero Elejalde lo tiene claro. «Si conseguimos llegar a Suecia, va a ser muy fuerte».

Miren SAENZ y Amaia U. LASAGABASTER

NIEVE Y ARENA: la aventura en datos

Participantes

Unos 350 atletas, procedentes de 22 estados, tomaron la salida en las carreras del Sahara. Entre ellos hubo una docena de vascos y tres de ellos subieron al podio.

Inscripción

Cada participante en la cita del desierto aporta como inscripción 200 euros como ayuda a los proyectos deportivos del pueblo saharaui. El viaje sale por 850 euros. RECORRIDO

El maratón del Sahara posee un recorrido de los exigentes. Sin asfaltar, con abundancia de piedras y con el calor como principal compañero de viaje.

INHÓSPITO

La «Border to border» parte de Rusia y acaba en Suecia para recorrer Laponia, un lugar inhóspito y sin apenas infraestructuras que ofrecer a los participantes.

DUREZA

En la que está considerada la carrera de esquí de fondo más larga del mundo, los participantes deben cubrir 440 kilómetros en apenas siete jornadas.

ENTRENAMIENTO

Los participantes vascos han seguido un plan de trabajo específico, con un hándicap considerable: la falta de nieve en el invierno más cálido de los últimos años.

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