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Fede de los Ríos

Simón Radwanski y Jon Sobrino

A Jon Sobrino, la Inquisición y el Santo Oficio le han prohibido dar clases y publicar libros. Compañeros suyos fueron asesinados por los franquistas de El Salvador El Gobierno polaco, quiere borrar de la historia el recuerdo de sus compatriotas muertos contra el fascismo español

El 20 de febrero moría en Bélgica el polaco Simón Radwanski. Días antes había declarado «vine a España por humanidad... y a ofrecer mi vida por unos ideales». «He sufrido con los españoles, he pasado hambre con ellos y por ellos hubiera ido a la muerte». Fue uno de los 40.000 brigadistas internacionales provenientes de 54 países que vinieron a combatir contra el fascismo en la guerra civil. Más de 2.000 polacos dejaron la vida luchando contra los franquistas. Como pago, el Gobierno polaco, en manos del católico partido Ley y Justicia, quiere borrar de la historia el re- cuerdo de todos sus compatriotas muertos contra el fascismo español. Lech y Jaroslaw Kac-zynski, presidente y primer ministro respectivamente, (son gemelos, se ve que a veces la mi- seria va en el paquete genético), han calificado a los brigadistas polacos de «traidores y criminales». Está elaborando una ley con el fin de suprimir las rentas especiales de los veteranos de II Guerra Mundial y la lucha contra el fascismo; así como la retirada de todo símbolo conmemorativo a sus muertos.

Es que los gemelos son mucho. Han montado un Instituto de la Memoria Nacional para la depuración comunista del país. Uno de los primeros pasos fue el de forzar la renuncia, con la aquiescencia del Vaticano, de Stanislaw Wielgus, arzobispo de Varsovia, al que acusaban de haber apoyado, en sus años mozos, a los comunistas. También llevan una particular cruzada contra las personas homosexuales prohibiéndoles el derecho de manifestación por «obscenos». Será por- que Jaroslaw, con 58 años, aún vive con su madre.

Homófobos, partidarios de la pena de muerte y del endurecimiento de las condenas, contrarios a la eutanasia y al derecho al aborto, anticomunistas. En resumen, católicos como Dios manda y el Vaticano los quiere. No como ese rojo de Jon Sobrino, al que la Inquisición y el Santo Oficio, (ahora la llaman Congregación para la Doctrina de la Fe), le ha prohibido dar clases y publicar libros. También se fue a otras tierras a luchar junto a los oprimidos. Compañeros suyos como Ellacuría fueron asesinados por los franquistas de El Salvador. El, como Simón Radwanski, tuvo más suerte, por eso el que gobierna en el Vaticano lo quiere borrar de la historia de la Iglesia.

No le faltaba razón a Sartre: todo anticomunista es un perro.

En Madrid ladraban ayer.

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