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PRESENTE Y FUTURO DE RUSIA

El Kremlin importa su versión a la rusa del bipartidismo occidental

Vladimir Putin, arquitecto en este nuevo siglo de una Rusia que comienza a enseñar los dientes en el ámbito internacional, acaba de poner a prueba con éxito un modelo electoral de bipartidismo ficticio importado de Occidente. Trata así de conjurar las críticas al verticalismo del poder en Moscú y de blindar su sucesión en la Presidencia. Ante una oposición casi inexistente, el todavía inquilino del Kremlin ultima su plan para dejarlo todo «atado, y bien atado". En este año electoral, Putin sigue en la tarea de blindar su sucesión. Junto a la quiniela de candidatos, Rusia está enfrascada en un debate ideológico en torno a su presente y futuro político. Prima el concepto de democracia soberana: «Rusia tiene que ser una araña más que una mosca".

Dabid LAZKANOITURBURU

Las recientes elecciones regionales, en las que estaba llamado a votar un tercio del electorado de la Federación rusa, han supuesto un ensayo exitoso del plan general del presidente, Vladimir Putin, para blindar el actual proceso de transición política en el que está inmerso país más grande del planeta.

Aupado al poder de la mano de una revuelta palaciega que utilizó la invasión de Chechenia de 1999 como un engrasador de la entonces alicaída alma rusa, el todavía inquilino del Kremlin ultima los planes para dejar todo «atado y bien atado» antes de su anunciada retirada. Y es que la Constitución federal prohíbe un tercer mandato y Putin ha declinado hasta ahora los ruegos del coro de voces obedientes que le piden que modifique la Carta Magna y siga en el poder. O mejor, dicho, que siga en primera plana, porque lo que es el poder, eso no lo dejará el otrora jefe de espías aunque renuncie a su reelección.

Las elecciones del pasado domingo, que han tenido como escenario desde las regiones noroccidentales de Moscú y San Petersburgo hasta Tomsk, en Siberia, pasando por la república caucásica de Daguestán, el territorio de Stavropol (sur) y otras provincias del Volga, han dado el espaldarazo a una nueva configuración política del país en el que el entorno presidencial lleva años maniobrando y que tiene su expresión más acabada en el triunfo de un modelo de bipartidismo «a la carta».

La primera pata de este modelo, la ya vieja coalición Rusia Unida, ha obtenido alrededor de un 46% de votos de media, lo que confirma a esta formación oficialmente putiniana como la gran favorita de las elecciones al Parlamento (Duma) del próximo diciembre y le augura todas las expectativas de cara a las presidenciales de marzo.

El Partido Comunista (PCFR) mantiene a duras penas el segundo puesto, con un 16% de votos y, pese a haber recibido voto útil de otras formaciones opositoras que se han quedado fuera de la lid, ve amenazada su posición por una coalición de nuevo cuño, que, con medio año escaso de vida, ha logrado en torno al 12% de votos y ha llegado a superar a los comunistas en varias circunscripciones.

Se trata de Rusia Justa, que nació en agosto de la fusión del Partido Vida, de Rodina (Patria) y del Partido de los Jubilados y que, liderado por el presidente del Consejo de la Federación (Cámara Alta), Sergei Mironov, responde a un plan del Kremlin para morder hueso en el electorado de izquierda.

El mapa se completa con el 10% de votos logrado por el Partido Liberal Democrático (PLD)

Prácticamente fuera de juego ha quedado la oposición liberal de la Unión de Fuerzas de Derecha que, con el 6,86% de media, sólo ha superado la barrera del 7% para acceder a los parlamentos de cinco circunscripciones.

La oposición reformista de Yabloko ha recibido un duro golpe al no superar el 4% de media y después de que resultara apeada de los comicios de su bastión de la ciudad-estado de San Petersburgo por una cuestión puramente procedimental.

Dos Rusias y un solo Putin

Rusia Unida nació en el inicio de la era Putin de la fusión de su formación política, Unidad, y de Patria-Toda Rusia, del eterno alcalde de Moscú, Yuri Luzhkov, y del ex primer ministro Sergei Primakov.

Sus ideólogos gustan de presentar a esta formación como centrista, y reivindican el conservadurismo liberal, una suerte de mezcolanza entre el estatismo y la defensa de la economía de mercado. Hay quien destaca cierto parecido con el antiguo partido único, el PCUS, y estudios sociológicos resaltan que ha logrado congregar a buena parte del electorado comunista nostálgico de la «estabilidad».

Rusia Justa se presenta a sí misma como «socialdemócrata» y pone el acento en la defensa de programas sociales como el incremento del salario mínimo y las pensiones.

En el origen de esta formación se rastrean los reiterados intentos por parte de Putin para segar la hierba bajo los pies del PCFR propiciando y financiando escisiones en su seno. Rodina, que integra la coalición, es sólo una de aquéllas. Por lo que toca a su líder, Mironov, apuntaló el poder de Putin al presentarse a las presidenciales de 2004 en las que, a falta de rivales de peso, el presidente arrasó.

El PCFR insiste en que no hay diferencias perceptibles entre Rusia Unida y Rusia Justa, y recuerda que esta última ni siquiera condena a la oligarquía actual, fiel a Putin.

«Esto es un teatro. Ambos partidos están dirigidos por el Kremlin», coincide Sergei Parjomenko, editorialista de Radio Eco de Moscú, uno de los escasos medios críticos con el Kremlin. Andrei Piontkovski, del Instituto de Estudios Políticos, insiste en que «saben que la mayor amenaza en Rusia es la inmensa desigualdad social que puede llevar a una ruptura entre ricos y pobres. Rusia Justa ha sido creada para canalizar ese descontento». Ambos expertos sitúan en este contexto la escasa participación, un 39%, en los comicios regionales del domingo.

Analistas pro-ocidentales obvian que tamaña abstención resulta todo menos extraña en tantos países de la admirada Europa, y no digamos en EEUU.

Y es que no es difícil rastrear el origen histórico de este bipartidismo putiniano. Seguro que Putin recuerda la descripción que de los partidos republicano y demócrata de EEUU hizo el líder soviético Nikita Krushev:. «Dos zapatos del mismo pie». El Kremlin ha importado y rusificado el modelo bipartidista occidental. ¿Copia grosera? Más lo fue la que de la «democracia liberal» hizo su antecesor, Boris Yeltsin. Una copia que llevó a Rusia al borde del colapso. Y entonces, Occidente batía palmas.

ABSTENCIÓN

La participación no ha superado el 39%, aunque se sitúa dos puntos por encima de los mismos comicios de hace cuatro años. La tendencia abstencionista cobra relieve creciente en la sociedad rusa, lo que la equipara con algunos estándares occidentales.

restricciones

El Kremlin elevó antes de los comicios del 5 al 7% la barrera electoral para asaegurarse representación. Además, suprimió el mínimo de participación necesario para validar las elecciones y anuló el «voto contra todos», opción electoral de protesta.

TRABAS

Yabloko quedó fuera de la lid en San Petersburgo, donde suele obtener hasta el 20% de votos, por superar el tope permitido de firmas de apoyo no válidas. Los reformistas lideran la oposición a varios megaproyectos del entorno empresarial de Putin.

descabezamiento

Dos días después de las elecciones, el Kremlin anunció la destitución del presidente de la Comisión Electoral Central. Alexandre Vechniakov criticó duramente las últimas reformas electorales restrictivas del partido en el poder.

Radiografía de una oposición política rusa «realmente inexistente"

El Partido Comunista de la Federación Rusa (PCFR) se halla sumido en una grave crisis desde la desaparición de la URSS, crisis que se ha acentuado desde la llegada al poder de Putin. Tanto es así que sus dirigentes recuerdan con nostalgia sus buenos resultados electorales bajo la era Yeltsin, pese a que fue éste quien inauguró la política de acoso y derribo de esta opción política.

Una ofensiva que ha resultado exitosa en manos de Putin. El propio partido ha coadyuvado a esta situación con un liderazgo muy denostado -el de Gennadi Ziuganov-, una ideología que amalgama el estalinismo y la eslavofobia con el reconocimiento, puramente socialdemócrata, de la economía de mercado, y una práctica ligada a la corrupción y a la oligarquía rusa. El PLD es una formación xenófoba que conjuga la nostalgia por la «Gran Rusia» y el odio a Occidente con una ideología claramente populista. Ligada a su líder, Vladimir Zirinovski, es cotejada siempre por el Kremlin y apoya al Gobierno en las votaciones más cruciales. La Unión de Fuerzas de Derecha (UDF) se declara abiertamente neoliberal, incluso thatcheriana, y defiende sin ambages el salvaje programa de privatizaciones que en la era Yeltsin creó la clase de los oligarcas rusos. El apoyo financiero de muchos de ellos no le ha servido para superar su gran escollo, su escaso apoyo entre los rusos. Finalmente, cabe destacar a la oposición reformista de Yabloko. liderado por el economista Grigori Yablinski. Su crítica a la oligarquía corrupta y su defensa de una política social, además de su solitaria oposición al genocidio de Chechenia le hacen aparecer como radical y socialdemócrata. Una ilusión provocada por el contexto general de la política rusa D. LAZKANOITURBURU

verticalidad

La Duma aprobó el miércoles una ley por la que será el presidente el que designe a los miembros de la Cámara de Comptos. Diputados críticos denuncian que esta práctica de control presidencial de un órgano de control parlamentario es inédita.

En plena carrera hacia el Kremlin

Txente REKONDO Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN)

Parece evidente que Rusia Unida logrará una estable mayoría en la próxima Duma y su pelea, probablemente «artificial», la mantendrá con Rusia Justa. El PCFR deberá hacer frente a todo tipo de obstáculos, internos y externos para lograr mejorar sus resultados, mientras el PLD espera superar el 7% para entrar al Parlamento.

La «oposición», que en Occidente tanto se resalta últimamente, y que cuenta entre sus filas con el campeón mundial de ajedrez, Gary Kasparov, no representa ninguna sombra para el Kremlin y no puede superar su «claro personalismo»..

Un ejemplo de ello es la manifestación que celebró el pasado 3 de marzo en San Petesburgo, donde entre 4.000 y 8.000 personas se manifestaron -muchas de ellas mezcladas con turistas y gente que hacía sus compras en la zona de Nevsky Prospect-, una cifra ridícula en una ciudad de más de cinco millones de habitantes. La «no aparición» de algunas figuras opositoras (Vladimir Ryzhkov), el no apoyo de otras (Grigory Yavlinsky (Yabloko) o Nikita Belykh (SPS), o el lujo manifiesto de otros (Mijail Kasianov o el propio Kasparov) muestra la fragmentada fotografía de una oposición que hace «de su propio odio hacia Putin su única filosofía política».

El caso de Kasparov, tan loado en Occidente, es visto de forma diferente por los rusos, que no dudan en denunciar que esa figura mediática no tiene ninguna alternativa real a la política del Kremlin, y que sus movimientos (como sus idas y venidas a New York donde viven permanente su mujer y su hijo) tienen más que ver con la propaganda que con la articulación seria de una oposición.

La perla de todo este proceso son las elecciones presidenciales del prócximo año. Desde comienzos de 2006, el propio Putin, aun sin pronunciarse por uno u otro candidato, ha comenzado a realizar las maniobras pertinentes para encauzar su sucesión. Destaca el traslado de Sergei Ivanov de ministro de Defensa a viceprimer ministro, con un cargo similar al de Dmitri Medvedev, hasta ahora considerado extraoficialmente el favorito. Aunque algunos en Occidente han pretendido presentar la maniobra como un mal augurio para Ivanov, fuentes locales señalan que Putin ha logrado con ello equiparar a ambos de cara a las elecciones.

Con esos dos políticos como claros aspirantes -según los analistas, los claros favoritos para la lucha final-, quedan algunos flecos por cerrar. Se rumorea que podría existir un tercer «tapado», concretamente la gobernadora de San Petersburgo, Valentina Matviyenko, del grupo de poder de Putin. Además se barajan otros posibles candidatos, como Zhirinovsky, algún candidato comunista, otro liberal y alguno otro «opositor»..

El otro aspecto importante es saber quién será el candidato de Putin, que de momento no se ha decantado por nadie, y tampoco se espera que lo haga manifiestamente a los largo de este año. El actual inquilino del Kremlin apoyará públicamente a cualquiera de sus candidatos, mostrando que uno u otro pueden «ser un buen presidente».

Rusia acoge un interesante debate ideológico sobre su configuración actual y futura. Se habla de «democracia dirigida», «democracia soberana de estilo ruso», sistema neozarista», «bonapartismo suave...» pero el término central es «democracia soberana». Introducido al lenguaje político en febrero de 2006 por Vladislav Sukov, buscaba, además, neutralizar a la oligarquía que había ascendido durante los noventa, poner más énfasis en la soberanía nacional rusa y en su integridad territorial.

Para Sukov, miembro del entorno presidencial de Putin, dos son los principales peligros que acechan a Rusia. El primero está personificado por los que desean la restauración de los oligarcas y el segundo, por los llamados «nacional-aislacionistas». La importancia del concepto «soberanía» es clave para entender esta formulación ideológica. La mayoría de la población ruso considera «injustos e ilegítimos» los resultados que siguieron a las privatizaciones y al desmantelamiento del estado en los noventa. Además, el papel de los agentes extranjeros (EEUU, Banco Mundial o FMI) en esas políticas se percibe como una «clara humillación».

Surkov apunta a que bajo el concepto de «democracia soberana», Rusia sería un país democrático, socialmente orientado, donde el poder supremo del estado y sus instituciones pertenece exclusivamente al pueblo ruso. Se intentaría evitar que esos poderes extranjeros condicionen la política doméstica y que internacionalmente se siga una línea contraria a los intereses de Rusia. En palabras de Surkov, «justicia para todos en Rusia y para Rusia en el mundo».

Recientemente, Dimitri Medvedev se ha intentado desmarcar de las aportaciones de Surkov, señalando que su visión de Rusia es una «democracia efectiva», dotándola de una lectura liberal más al gusto de los oídos occidentales. No obstante, nadie duda de que Rusia está diseñando esa ideología en clave interna y externa, y que la mayoría está de acuerdo con Surkov, que señala que «en la red global que se está formando en el mundo, Rusia tiene que ser una araña, y no una mosca».

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