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La obra del pintor Javier Ciga y el valle de Baztan preparan su reencuentro

Si las cosas no se tuercen a última hora, la familia de Javier Ciga podrá empezar este mismo verano a ver cumplido el sueño que ha acariciado durante años de mostrar al público la obra del ilustre pintor iruindarra. La Fundación Ciga ultima un convenio con el Ayuntamiento de Baztan para inaugurar una exposición en Elizondo, embrión de un futuro museo que el Gobierno de Nafarroa parece dispuesto a dedicar al artista en el antiguo colegio de Lekaroz.

Martin ANSO | IRUÑEA

Gurutze y Miguel Ciga siempre han tenido claro que la obra de su padre no era patrimonio particular, sino que, de alguna forma, pertenecía a toda Nafarroa. Fue ese convencimiento el que en 1986, al hilo de un proyecto para crear un museo de arte contemporáneo, les llevó a dejar en manos del Gobierno cerca de cuarenta obras.

«Pero aquel proyecto no cuajó -explica Pello Fernández Oyaregui, profesor de Arte y secretario de la recién creada Fundación Ciga- y la mayoría de aquellas obras se encuentran hoy en los almacenes del Museo de Navarra». En realidad, el museo apenas muestra al público una decena de pinturas de Ciga, entre ellas, eso sí, «Viático en Baztan», considerada una de sus obras maestras.

Sin embargo, la familia dispone aún de obras y, sobre todo, no ha renunciado a su objetivo de difundir el trabajo del artista. Esta misma semana ha hecho pública la constitución de la Fundación Ciga, que mantiene negociaciones muy avanzadas con el Ayuntamiento de Baztan para abrir a corto plazo una exposición permanente.

De hecho, el Ayuntamiento ha aprobado ya el borrador de un convenio en virtud del cual acondicionará en la última planta de la propia casa consistorial una muestra con obras cedidas por la Fundación.

El acuerdo no está cerrado -«aún quedan flecos», matiza Fernández-, pero, si todo va bien, la exposición podría estar lista este mismo verano. «Nuestra intención sería inaugurarla en julio, antes de las fiestas de Santiago», afirma.

Es verdad que el espacio que ofrece el Ayuntamiento no es el más adecuado, por razones de superficie e iluminación, pero, en contrapartida, es seguro y, sobre todo, la exposición en él acondicionada puede verse como el embrión de un futuro museo dedicado a la obra de Ciga que el Gobierno de Nafarroa ha dicho recientemente estar dispuesto a ubicar, junto con otros equipamientos, en el colegio de Lekaroz. «Ahora hace falta que esa buena disposición se materialice y podamos contar no con una mera exposición, sino con un museo que permita realizar actividades de difisuón, de investigación y de todo tipo, en definitiva, con un museo vivo», dice Fernández.

En pos de un catálogo completo

Javier Ciga nació en Iruñea en 1877 y falleció en la propia capital navarra en 1960. No obstante, a lo largo de toda su vida estuvo íntimamente ligado a Baztan, cuyo paisaje y paisanaje reflejó una y otra vez.

Inició su formación en Iruñea y la completó, primero, en Madrid y, luego, en París, donde su obra se vio influenciada por las corrientes impresionistas y las postimpresionistas del geometrismo cezaniano. No obstante, siguió básicamente fiel a su estilo realista.

Su labor abarcó géneros muy diversos, desde el retrato o el bodegón a la pintura etnográfica o religiosa.

Pintó mucho. Un catálogo realizado hace unos años daba cuenta de 348 cuadros, pero la cifra total podría «duplicarse o triplicarse», afirma Pello Fernández. «Esta misma semana hemos conocido la existencia de tres paisajes y dos bodegones sin catalogar y sabemos que hay muchas obras suyas desperdigadas por México, Venezuela o Argentina», dice. Completar el catálogo es, sin duda, uno de los retos de la Fundación.

OBRA EN LA CÁRCEL

La Fundación Ciga dispone en estos momentos de 48 óleos y 24 dibujos, entre éstos, 17 que el artista, apresado en 1938 por sus ideas nacionalistas, realizó en la cárcel de Iruñea. Se trata de unos dibujos que hasta ahora nunca han sido mostrados en público.

«Excelente pintor, mejor persona e intelectual vasquista"

«Javier Ciga era un excelente pintor y mejor persona, maestro de maestros, intelectual de trato llano, idealista y comprometido». Así empieza el «perfil» que Pello Fernández traza del artista, nacido en Iruñea en 1877.

Comenzó su formación en la Escuela de Artes y Oficios. En 1908, 1909 y 1910 irrumpiió con fuerza en el panorama artístico navarro consiguiendo sendos primeros premios en el concurso de carteles de sanfermines. Poco después su carrera dio un giro gracias al mecenazgo de unos parientes indianos, los Urdanpilleta, que le permitió instalarse en Madrid y París.

En Madrid (1911-1912), entró en contacto con la Academia de San Fernando y obtuvo el título de profesor, con cinco diplomas de primera clase y la medalla de oro. Frecuentó el Prado y se empapó de sus admirados Velázquez y Goya. A partir de 1911, viajó por Europa y, entre 1912 y 1914, se instaló en París, donde su pintura se vio influenciada por las corrientes del momento, aunque, siguió básicamente fiel a su estilo realista. Además de visitar asiduamente el Louvre, se formó en la academia Julian. Fue incluido en el Salón de Primavera de 1914 con «Mercado de Elizondo» (hoy en el Ayuntamiento de Iruñea), una de sus obras maestras, y nombrado miembro del Gran Salón de París.

El estallido de la Gran Guerra y la ruina de sus mecenas le obligaron a regresar a Iruñea, donde se convirtió en el retratista oficial de la burguesía navarra, al tiempo que participaba en las Exposiciones Nacionales de Madrid. En la de 1917 presentó otra de sus obras cumbre: «Viático en Baztan» (Museo de Navarra). Entre 1915 y 1936 se inicia su etapa de madurez, realizando una fecunda labor que abarcó géneros diversos.

Ideológicamente, Ciga fue siempre vasquista. Afiliado al PNV, entre 1920 y 1923 y 1930 y 1931 fue concejal en Iruñea. En abril de 1938, fue detenido, torturado y encarcelado, acusado de facilitar la huida de un cuadro de la UGT. En el Consejo de Guerra, fue absuelto del cargo de auxilio a la rebelión y liberado en setiembre de 1939, aunque se le impuso una multa de 2.500 pesetas. «La pagó con un `Calvario' que le encargaron los Escolapios y que por eso es conocido como el `Cristo de la Sanción'», hace notar Pello Fernández.

Tras la Guerra, Ciga no volvió a ser el mismo, lo que no le impidió desarrollar una importante labor, también como maestro de muchos de los pintores de la siguiente generación.

Falleció en 1960.

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