A propósito de la reciente campaña publicitaria de ciertos diseñadores italianos, la publicidad sexista vuelve a ser objeto de debate. Y es que una imagen de cuatro hombres contemplando impasibles cómo un energúmeno retiene por la fuerza a una mujer no deja indiferente a la opinión pública. Pero me pregunto yo si no hay cierta demagogia e hipocresía cuando se tratan estos temas. Para compren- der a qué me refiero basta con dirigirse a esa gran aportación que es la televisión. Eso sí, sin sacar las cosas de contexto. Reconozcamos que ya no se emiten anuncios con eslóganes del calibre de «pórtate bien para que tu marido te compre tal lavadora». La imagen de la mujer se ha adaptado a nuestros tiempos y las empresas publicitarias han creado un nuevo estereotipo que, permítanmelo, denominaremos «la mujer perfecta». Se trata de esa mujer independiente, con trabajo remunerado, que además de tiempo para dedicarse a las tareas del hogar tiene tiempo para estar siempre perfecta y en línea. La misma que consume alimentos bajos en calorías, con bifidus, omega 3 y un monton de bioporquerías que no existen en el mundo de las mujeres reales. Se pone unos vaqueros bien ajustados, cuida de sus hijos, conduce y tiene tiempo de ir al gimnasio para quemar todas esas calorías que paradójicamente no ha ingerido. Por no hablar de la costumbre de utilizar el cuerpo de la mujer para promocionar cualquier producto. O de productos relacionados con el cuidado del hogar dirigidos al público femenino, mientras las nuevas tecnologías tratan de convencer al público masculino.

En fin, la publicidad refleja fielmente nuestra sociedad, y no cambiará hasta que cambien definitivamente los valores.