Para un pueblo su identidad es su vida. Despojársela es impedirle vivir». Casi me emociono. Nunca jamás me hubiera imaginado que llegaría a estar de acuerdo en algo con Nicolas Sarkozy. Pero la vida es muy bruja y siempre tiene guiños como éstos que nos recuerdan que todos somos hermanos y que en algo, aunque sea en muy poquito, podemos estar de acuerdo.

El hasta ayer ministro-candidato lleva toda la precampaña atizando en todos los lados con eso de la identidad francesa. Sabe que agitando la tricolor puede arañarle algunos votos a la ultraderecha de Le Pen, pero también al social-liberalismo de Royal. Porque la identidad es un sentimiento transversal que comparten todas las capas sociales. Y el PS también es consciente. Por eso en cada mitin sacan el CD de «La Marsellesa» y lo ponen a todo volumen para que la voz ultranacionalista de Sarkozy se oiga menos. Por eso la Royal ha pedido solemnemente a todas la hijas e hijos de la República que cuelguen de sus ventanas la bandera tricolor en el día de la fiesta nacional. En fin.

Y en medio de este duelo chauvinista aparece el bearnés François Bayrou. «Creo que estos dos candidatos tienen un problema con esta obsesión nacionalista (...). Es como si las cuestiones de Jean-Marie Le Pen estuvieran invadiendo el espíritu de esos dos candidatos. Pues en lo que a mi concierne, no me invaden». Porque ya está lleno de chauvisnimo y no le cabe más, claro. Porque este conservador disfrazado de centrista y europeísta es tan nacionalista como Sarkozy o Royal.

Entre tanto chauvinismo casi hasta alegra ver el bigote altermundialista de José Bové agitando una pipa al tiempo que reza aquello de que el chauvinismo no ha sido nunca un valor de la izquierda. Menos aún cuando se usa una identidad para aniquilar otra, como ocurre en esta tierra desde que la República decidiera arrasar todos los pueblos de Francia y homogeneizar a su población.

Tanto agitar la tricolor, pareciera que los candidatos buscan recuperar una identidad que se pierde. En este extremo del Pirineo tienen una. Pero no se vende. Se comparte. Y por desgracia se defiende. Por eso mismo que dice Sarkozy. Porque para este pueblo, su identidad es su vida. Y Francia se la quiere quitar.