Durante los últimos meses Osakidetza ha realizado, posiblemente, una oferta pública de empleo más de 4.000 plazas, entre las que se encuentran las de los 3.000 interinos con contrato anterior a diciembre de 2005.

Yo, por primera vez en muchos años no he tomado parte en ella. Aun así, esta OPE me vuelve a afectar de lleno. He visto a mis compañeros y compañeras interinas estresadas, preparando exámenes, jugándose su futuro inmediato. También han estado, un poco menos agobiados, compañeras y compañeros fijos que han intentado mejorar su situación cambiando de categoría.

Además de todos éstos, a esta OPE se han presentado miles de personas que trabajan de forma eventual en Osakidetza y otros miles que nunca han trabajado pero aspiran a hacer un buen examen para formar parte de las listas de contratación y trabajar al principio un poco, luego más y, con suerte, llegar a lograr la interinidad de una plaza vacante y, así, en próximas OPE, con más puntos y un buen examen, llegar a ser personal fijo.

La historia, contada así, parece reunir los principios de igualdad, equidad, justicia... que todos tienen las mismas posibilidades, pero la realidad no es tan justa.

Hay muchas plazas ocupadas por personal interino y otras muchas ocupadas por personal fijo (plazas de superior categoría a la suya) que no han salido a esta OPE, lo mismo que no salieron en las anteriores y que posiblemente no salgan a las siguientes.

Por antigüedad de la vacante, y aplicando los criterios de la propia Osakideta, tendrían que salir, pero no salen. Son plazas ocupadas por personal de «confianza». Interinos como los otros 3.000. Algunos de ellos llegaron a la situación de interinos de forma ordenada y legal; otros muchos nadie sabe muy bien cómo, pero, en todo caso, sus plazas no salen a OPE.

La mayoría de estas personas ocupan pequeña jefaturas o puestos de carácter intermedio muy pocas veces relacionados con la atención directa o con el trabajo productivo. Han sobrevivido durante muchos años a los cambios de las diferentes gerencias, a los vaivenes del Departamento de Sanidad, a los cambios de consejeros, de lehendakari... Son cargos de confianza, de confianza del que está y del que venga, fieles a todos y a nadie, pero fieles a sí mismos, ocupando a perpetua una plaza que no se han ganado en igualdad de condiciones con el resto.

Además, mientras su plaza no sale a concurso-oposición, ellos y ellas no se juegan nada y pueden tomar parte en las OPE para sacar plaza en otra categoría o sitio que les parezca mejor. Si la sacan bien y, si no, siguen amarrados a su puesto sin agobios, sin estrés.

Mientras, los años pasan y las OPE se suceden. Ellos y ellas siguen acumulando puntos, experiencia, cursos, formación, euskaldunizándose con dinero público (aunque no les toque). Hasta que un día, si es que ese día llega, su plaza salga a concurso-oposición y ellos estén al 100% de posibilidades de quedársela.

Dentro de unos meses se multiplicarán las despedidas en los centros de Osakidetza. Unas más alegres, porque el compañero o compañera ha logrado plaza o ha mejorado de categoría; otras algo tristes por el amigo o amiga se va pero no ha quedado tan mal en listas y seguirá trabajando un día aquí y otro allí, y otras muy duras, porque ese compañero o compañera se marcha y encima ha quedado muy mal en las listas para trabajar.

A esas despedidas puede que incluso vaya alguno de esos «compañeros» con plaza interina de «confianza». Total, ellos no tienen la culpa, así son las cosas. Pero para los que conocemos bien Osakidetza el personal que está en puestos de confianza es como el pescado de confianza. Al final siempre huele mal.

¿Hasta cuando seguirá Osakidetza haciendo oídos sordos a las demandas de todas las organizaciones sindicales? ¿Cuántos años más permitirá estas situaciones de enchufismo? ¿Cuándo veremos una OPE en la que todas las plazas salgan a concurso-oposición para que todo el mundo pueda presentarse a ellas?