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Gloria Rekarte Ex presa política vasca

Escaso equipaje

La fotografía de Irlanda que esta semana ha acaparado todas las miradas queda lejos. Lejos del desdén, la negativa, la indiferencia o las reacciones viscerales con que se acogen las propuestas de la izquierda abertzale

Los autos judiciales son para los aguerridos hombres y mujeres de leyes que, hechos al oficio, saben descifrar la maraña de términos y locuciones , apercibimientos, requerimientos, fueres y hubieres contenidos en trabajosas frases de medio folio. Para el resto son infumables. Y, como no pertenezco al primer grupo sino al segundo, bien puede ser que me equivoque, pero lo único que pude sacar en claro del Auto de Garzón, es que autorizaba a la izquierda abertzale a reunirse en el BEC para merendar. Siempre y cuando organizadores, postulantes y participantes hablaran mientras tanto de nada.

También me pareció entender que las y los ciudadanos vinculados de una u otra forma, en mayor, menor o mediana medida a Batasuna son portadores del virus de la ilegalización que se transmite por todas las vías, principalmente las democráticas y de resolución del conflicto. Con lo cual, y a la vista de lo sucedido en los últimos quince días, está más amparado por los tribunales vestirse de falangista y salir a vociferar mensajes golpistas que presentar una seria propuesta de paz. Sale más barato también, los autobuses gratis y eso.

Como quiera que estas líneas se escriben horas antes de la convocatoria del BEC, poco más se puede añadir, pero eso no impide que lo habido hasta el momento sea un claro indicativo de que los parámetros del talante democrático siguen situados en cotas bastante bajitas. Y esto es algo que no tiene tanto que ver con el auto del juez Garzón como con ese afán por zancadillear cualquier iniciativa, cualquier propuesta, cualquier alternativa de la izquierda aber- tzale para sentar las bases sólidas que lleven a este pueblo a un escenario de paz.

Escaso equipaje para un año de tregua. Los agentes políticos parecen sentirse mucho más cómodos en la situación anterior que en la que se abrió tras la declaración del alto el fuego de ETA. La condena de la violencia de la organización armada, la utilización de fórmulas prefabricadas, las declaraciones airadas ante los atentados, la permisividad ante el retroceso de las libertades democráticas se había convertido en fondo y forma. Una tarea mucho más fácil y más relajada que la de encarar el compromiso, la responsabilidad y el esfuerzo de alcanzar un nuevo marco democrático que permita la resolución del conflicto.

Así que a las puertas de elecciones, cuando los partidos se afanan en entretener a la ciudadanía con densos programas electorales en los que no hay ni tiempo ni espacio para la paz, la sola posibilidad de que la izquierda abertzale pueda estar presente en la contienda electoral y, claro, en las instituciones, supone una incomodidad añadida y además quita sitio.

La fotografía de Irlanda que esta semana ha acaparado todas las miradas queda lejos. Lejos del desdén, la negativa, la indiferencia o las reacciones viscerales con que se acogen las propuestas de la izquierda aber- tzale. De las exigencias de que una nueva ilegalización silencie y aísle una vez más a miles de ciudadanas y ciudadanos vascos. Lejos de la falta de voluntad de los agentes políticos, tan hiriente, tan manifiesta.

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