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el espacio humanitario está en peligro

"El derecho internacional humanitario hoy sólo existe sobre el papel"

Aitor ZABALGOGEAZKOA director general de Médicos Sin Fronteras

Josu JUARISTI

Reportero y productor... hasta que le entró el gusanillo, como dice él. Aitor Zabalgogeazkoa comenzó con MSF como logista en Georgia, y desde entonces no ha parado: misiones en África Central, Grandes Lagos, África del Oeste, Cáucaso, Balcanes, Asia Central, Centroamérica y Sudamérica. Una treintena en total. Ahora, este vizcaíno vital desarrolla un trabajo diferente en Médicos, en tierra firme podríamos decir, pero transmite la misma pasión que entonces.

Con él charlamos en una cafetería de Donostia, mirando al mar, al mundo. Tratando de descifrar por qué se está perdiendo, en cierto modo, el respeto de siempre a las intervenciones humanitarias.

Aitor Zabalgogeazkoa tiene dos percepciones muy claras al respecto, basadas en la experiencia de MSF: la primera, que hoy no hay lugar para los grises y que cada vez les cuesta más hacer ver y entender que se puede ser neutral en un conflicto; la segunda, que algunos gobiernos comienzan a utilizar la ayuda humanitaria como aspirina.

Ambas situaciones son inquietantes. La primera refleja un mundo que, al igual que en los ochenta, algunos pretenden hacer retroceder al blanco y negro, «especialmente entre Occidente y el mundo islámico»; la segunda, debido a la actitud de algunas potencias, se define con una palabra: manipulación.

MSF lucha contra ambas tendencias, aunque el equilibrio se antoja imposible: «La neutralidad es difícil; a veces lo conseguimos, otras no. A veces nuestra postura se interpreta como pro occidental, otras como anti. Y en Irak incluso te encuentras coroneles del ejército estadounidense que te dicen que somos el frente humanitario de la antiglobalización».

Sin embargo, lo único cierto es que, cuando las cosas se ponen realmente feas, si alguien tiene una posibilidad de estar y de ayudar es una organización como Médicos Sin Fronteras.

Pero hay muchos actores que hoy no respetan esto: «Estados Unidos ha decidido que el gris no existe -afirma el director general de MSF-, que no se puede ser neutral, pero yo lo rechazo, yo tengo derecho a no tomar partido, yo peleo por la supervivencia de la gente».

Médicos es una organización con dos corazones: ayuda médica y denuncia. Pero, ¿cómo ser objetivos cuando se denuncia una situación o unos hechos? «A la hora de contar lo que pasa -responde- nosotros sólo contamos hechos, es lo único que transmitimos. Y el hecho es lo que no se puede poner en duda, ése es nuestro valor, y eso tiene un peso brutal». Son conscientes, claro, de que el mero hecho de emitir un comunicado también puede ser utilizado, de ahí que cuiden mucho el momento en el que lo hacen público.

Aitor Zabalgogeazkoa, en cualquier caso, insiste en que MSF no demuestra solidaridad con un pueblo, sino con la gente, con los individuos, multiplicado, claro, por cien, por mil, o por miles, en función de la dimensión en cada lugar de su acción humanitaria.

Polarización

El problema es que, ahora, el tablero internacional está muy polarizado, algo en lo que insiste el director general de Médicos, que opina que eso irá a más. Donde más «pillados» están ellos mismos es allí donde se hace más visible ese choque occidente-islam. En parte porque a las organizaciones islamistas o a cualquier movimiento de liberación les cuesta más ahora entender que hay organizaciones neutrales («poblaciones que antes nos aceptaban ahora nos hacen preguntas»), pero sobre todo porque se extiende la tentación «de usar la ayuda humanitaria con fines políticos».

«Y en Médicos Sin Fronteras no aceptamos que nos digan que no podemos ayudar porque va en contra de los intereses de no sabemos qué potencia».

Y en esos intentos de manipulación no está sólo Estados Unidos, sino también la Unión Europea, algo que quizás sorprenda a muchos que aún piensen que los europeos actuamos de otro modo. En Palestina, por ejemplo, la UE intentó usar la ayuda humanitaria como chantaje ante el Gobierno de Hamas, «y eso no es ayuda humanitaria». «Les hemos dicho que no les cogemos un euro, porque la gente encerrada en Gaza se merece lo que se merece como personas. Si hay 100.000 niños que necesitan leche la necesitan -explica-, pase lo que pase con Hamas». Y lo mismo sucede, por ejemplo, en Afganistán, con EEUU como interlocutor: «Si no colaboráis con nosotros no os ayudamos», les espetan.

El director general de MSF lo tiene muy claro: «La decisión de ayudar debe basarse en las necesidades de la población, no en los intereses de quien decide en Bruselas o en Washington. Mi ayuda no puede tener ninguna lectura política».

Curiosamente, la situación es mejor para ellos en Palestina, que Zabalgogeazkoa define como la «punta de lanza mental del Islam»: «Allí nos atienden todos los actores del conflicto, y eso no pasa, por ejemplo, en Afganistán o en Irak». Israel, por su parte, intenta imponer sus reglas y se ven forzados a facilitar al Ejército la localización y recorridos de sus equipos de ayuda humanitaria, por si acaso, aunque no siempre reciben el «enterados» por parte israelí. Esto ocurrió, por ejemplo, en la última y devastadora confrontación en Líbano, donde los equipos de Médicos Sin Fronteras no recibieron ningún «recibido» por parte isarelí en las más de trescientas operaciones humanitarias desplegadas en suelo libanés, con el plus de tensión y riesgo que eso entrañaba. El mero hecho de llegar a las poblaciones en conflicto se está convirtiendo en un gran problema.

A pesar de esta inquietante evolución de los acontecimientos y de algún agujero negro que otro (Chechenia, muy especialmente, según nos cuenta Zabalgogeazkoa), MSF desarrolla hoy 31 proyectos en Africa, 21 en Asia, 11 en Europa (algo que quizás sorprenda a algunos), 10 en América y uno en Oriente Medio, más infinidad de campañas, por ejemplo la de acceso a medicamentos esenciales.

Vistas las actuales dificultades, ¿con qué escudo cuentan?

Nuestro escudo es el derecho internacional humanitario.

Pero, ¿existe todavía?

No. Existe sobre el papel, pero no sobre el terreno, ni por parte de los que lo firmaron (estados) ni por parte de quienes no lo hicieron (los actores no gubernamentales). El problema es saltarse el derecho internacional humanitario a caché.

¿Es un problema nuevo?

Desde el 11 de setiembre EEUU declaró que el derecho internacional está muerto. «El Derecho Internacional Humanitario no existe -dijeron-, hacemos lo que nos da la gana». A partir de ese momento, los actores que estábamos protegidos por esas leyes internacionales ya no lo estamos. Powell incluso nos dijo que los actores humanitarios son el multiplicador de la intervención en Afganistán. Y nosotros respondemos que no. Yo no voy a acusar directamente al Gobierno de EEUU de lo que nos puede pasar en Afganistán, pero hay un «pero» grandísimo. El problema es que en estos sitios donde la manipulación de la ayuda humanitaria es tan brutal no tenemos espacio; el espacio humanitario se ha cerrado.

¿Y qué espacio les queda?

Sólo podemos trabajar en los sitios con la aceptación de la gente. Nos negamos a ser una «ONG Mad Max», haciendo puentes con escoltas de quince soldados americanos pegando tiros y matando gente, en Afganistán o en Irak. Eso es inaceptable.

¿Se sigue confundiendo intervención militar con intervención humanitaria?

Sí, y refleja la incapacidad de los estados para solucionar conflictos mediante la economía, la diplomacia, la política e incluso mediante la fuerza, y el último recurso es la fachada humanitaria, cuando, por definición, el acto humanitario es desinteresado. El término «intervención militar humanitaria» es una contradicción en sí misma, y viene sucediendo desde Kosovo.

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