He visto con especial detenimiento la ópera prima como director del guionista David Ayer, porque su inmediato proyecto es hacer un remake de «Grupo salvaje». No le veo todavía preparado para atreverse con una versión del magistral e insuperable western de Sam Peckinpah, aunque está en la buena dirección y podría llegar a ser un nuevo John Dahl, gracias a que sabe abordar el cine de acción con autenticidad y dureza. Lo otro ya son palabras mayores.

«Harsh Times» no deja de ser una actualización de «Taxi Driver», que resulta lo suficientemente convincente como para ser tenida en cuenta. Hay un único aspecto en el que prefiero la película de David Ayer a la de Martin Scorsese, y es el del contundente diseño de su protagonista. Ahora bien, el mérito le corresponde al actor galés Christian Bale, un monstruo de la interpretación que supera incluso al mismísimo Robert De Niro en cuanto a creación de personajes psicóticos. Cada vez da más miedo y su total entrega a papeles desquiciados como los de «American Pshyco» o «El maquinista» hacen temer por su salud mental, más aún viéndole en «Harsh Times» convertido en una descontrolada máquina de matar, que al final no es capaz ni de distinguir a sus propios amigos o a la chica que quiere.

Se trata de un veterano de guerra, un verdadero desecho humano que nunca podrá recuperar el norte. De vuelta del frente no cuenta con ninguna posibilidad para su reinserción en la vida civil, al punto de que solamente le quieren en cuerpos policiales especiales donde admiten gustosos a tipos violentos y peligrosos.

Es retratado por David Ayer como un producto del sistema, resultante de un entrenamiento específico al servicio de la beligerante política exterior norteamericana. El problema de la administración es que luego no sabe cómo mantener a raya a individuos tan coyunturalmente paranoicos, por lo que la bomba que han fabricado les acaba estallando en las manos.

Lástima que tan marcado destino se traduzca en un argumento un tanto previsible.