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Fermín Gongeta Sociólogo

José Bové, candidato rebelde

El problema reside en saber qué hacer en cada sociedad, país y grupo humano para establecer las condiciones que hagan realidad ese otro mundo

Otro mundo es posible». Es el eslogan que resume toda la experiencia del movimiento altermundialista. ¿Qué hacer para establecer las condiciones que hagan realidad ese otro mundo?

Cada candidato a las elecciones a la presidencia de la República francesa necesitaba el apadrinamiento de al menos quinientos políticos electos del país. José Bové no lo tenía garantizado. El 19 de marzo surge la noticia. El altermundialista José Bové será el candidato número doce. Quinientas firmas en seis semanas, mientras que los demás llevan ya remando más de seis meses para poder encontrarse a tiempo en la parrilla de salida.

José Bové es el único candidato a las elecciones presidenciales que es agricultor, agricultor de los de 1.220 euros mensuales de salario. Es bien conocido de los agricultores de Euskal Herria, así como por todos los altermundialistas, por ser uno de los líderes campesinos, contestatario y radical, que no duda en recurrir a métodos ilegales, de desobediencia civil, arriesgando detenciones y días de cárcel. Se define pacifista, pero capaz de acciones vigorosas contra la «lógica ultraliberal», la mundialización capitalista y los productos transgénicos.

«Quiero ser útil para derrotar a la derecha y a la extrema derecha. Quiero ser útil para consolidar la esperanza de una alternativa de izquierda...Quiero ser un candidato colectivo...», confiesa en su obra «Candidato rebelde». «He decidido hacer escuchar la voz de la izquierda alternativa, ecologista y solidaria. Mi voz no es solitaria, sino colectiva».

«Nuestro proyecto es el fruto de una experiencia y de una reflexión llevada a cabo por militantes y actores del cambio social. Es el resultado de un trabajo colectivo que ha fusionado todos los componentes de la izquierda alternativa».

Al día siguiente a su designación, José Bové abre su primer mitin de candidato oficial a la presidencia poniendo fuertemente el acento en la ecología y proponiendo unas moratorias inmediatas a ciertos proyectos gubernamentales, como el nuevo reactor nuclear, y el tratamiento de los OGM, como punto de partida para un nuevo modo de desarrollo. «Explicar -dice- no es debatir. Y estos proyectos nacionales deben ser debatidos a la luz de los datos, y sometidos a referéndum, como cuestión inseparable del carácter democrático de la República».

«Si la política no permite dominar la perspectiva de un progreso social, ¿a qué sirve?». De su obra resaltamos dos grandes principios políticos para vivificar la democracia:

1-«Sin perspectiva de traducción en las urnas, la acción cotidiana por establecer un mundo mejor, choca frontalmente con la realidad de una alternancia política entre la derecha y la izquierda social-liberal; permaneciendo nosotros al margen».

2-«Jamás debemos olvidar que la democracia representativa, que se encuentra en la base de nuestras instituciones, se cimenta en un postulado fundamental: la ignorancia del pueblo. De ahí que la Constitución de 1791 afirme que `si el pueblo es soberano, no puede ejercer esa soberanía salvo por la mediación de sus representantes elegidos'. Esto es criticable porque cada vez son más los ciudadanos que alcanzan un nivel de conocimientos muy avanzados sobre los asuntos de interés común, y, en segundo lugar, el modo de designación de los representantes y el funcionamiento de las instituciones conduce a una distancia cada vez mayor entre el elector y el elegido para desempeñar esa soberanía del pueblo».

«Otro mundo es posible» es el eslogan que resume toda la experiencia del movimiento altermundialista. El problema reside en saber qué hacer en cada sociedad, país y grupo humano para establecer las condiciones que hagan realidad ese otro mundo, para que deje de ser solamente posible y se convierta en algo más probable.

Con la información a mi alcance, es el primer candidato a la presidencia de la República francesa que cita y se compromete con el derecho de autodeterminación de Guadalupe, Guayana, Martinica y Reunión, llamados departamentos de ultramar.

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