Después de rodar en Bilbo «La buena voz», el cineasta andaluz Antonio Cuadri vuelve a sus orígenes, ya tratados en el documental «Riotinto: el latido de la tierra». Para abordar el tema histórico de la minería a través de la ficción, se fijó en la novela de Juan Cobo Wilkins «El corazón de la tierra», incluso antes de que fuera publicada.

Su puesta en escena ha exigido una importante inversión en régimen de coproducción, con un presupuesto que ronda los once millones de euros. Los países que han intervenido aportan intérpretes ingleses y portugueses al reparto, puesto que sus respectivos idiomas habían de aparecer en una reconstrucción que pretende ser fiel a la situación real de las minas de Riotinto a finales del siglo XIX.

Antonio Cuadri ha incorporado al guión adaptado nuevos personajes que potencian la épica de los hechos narrados, que no son otros que los conocidos como «el año de los tiros», en referencia a la masacre que se cobró la vida de más de un centenar de mineros huelguistas el 4 de febrero de 1888. Se trata de dos mujeres que entonces eran una niñas y que, con el paso del tiempo, forjarán una estrecha amistad pese a pertenecer a los bandos enfrentados. En su edad adulta son incorporadas por la colombiana Catalina Sandino Moreno («María llena eres de gracia») y la inglesa Sienna Guillory («Eragon»), y sobre ambas recae el sesgo romántico y revolucionario del relato. La segunda se rebela contra su procedencia colonizadora y se alía con los trabajadores nativos, actitud aventurera que es aprovechada para introducir en la película elementos más propios del western.

Aquellas protestas se consideran, en cierto modo, pioneras en cuanto a la denuncia de las condiciones de insalubridad en el trabajo, máxime porque entonces no se había desarrollado una clara conciencia ecológica. Iban dirigidas contra las «teleras», que eran unas chimeneas artificiales donde se fundía el cobre y cuyas emanaciones de dióxido de azufre resultaban muy dañinas para todos los habitantes de la cuenca minera explotada por empresas inglesas. Para reprimir el levantamiento organizado por militantes anarquistas, contaron con el apoyo de las tropas movilizadas por el gobernador de Huelva.