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«La gran guerra Yokai»

Takashi Miike es un prolífico cineasta al que es difícil seguirle la pista desde Occidente, donde llega a desconcertar con su facilidad para pasar de un género a otro. Si hay un denominador común en su dispar obra es el del gusto por el exceso, algo que a veces le perjudica y otras, como es el caso, le ayuda a conseguir una película singular y llamativa dentro de la producción comercial. Se supone que «La gran guerra Yokai» es una película de aventuras infantiles para todos los públicos pero, de entrada, ya sorprende el hecho de que en nuestro mercado haya sido calificada no apta para menores de trece años. Puede que sea por su violencia y cierta prevención hacia todo lo que huela a manga, aunque, si se compara con otras de sus películas gore, especialmente con «Ichi the Killer», no deja de ser un cuento para niños. En «La gran guerra Yokai», Miike pone de relieve su habilidad para combinar la realidad con los elementos fantásticos de una forma absolutamente natural, al igual que mezcla con descaro cualquier tipo de técnica, ya sean efectos digitales o simples muñecos de peluche, para diseñar sus criaturas. Éstas proceden de la mitología y el folklore tradicional de Japón, y han sido integradas en el mundo actual a través de la cultura del cómic. La película se basa en los dibujos de Shigeru Mizuki y en el clásico del cine nipón de los años 60 «Yokai Monsters», de Yoshiyuki Kiroda. Desde que el niño protagonista participa en un festival de su localidad y ve de cerca al dragón volador «kirin», entra en contacto con un universo poblado de monstruos entrañables. En compañía de esos seres deberá enfrentarse a un descacharrante ejército de robots que, según un mensaje ecologista, representan el ansia de venganza acumulada por lo que la sociedad de consumo desecha.

 

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