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Raimundo Fitero

Sin límites

Nos ofrecen una lejana imagen de un automóvil donde, se nos asegura, va un tipo que ha perdido, ya, 113 puntos de esos del carnet de conducir. Lo debemos creer porque no hay manera de comprobarlo. Además nos dicen que en esa foto circulaba a doscientos y pico kilómetros por hora. Vale, seguimos creyéndonoslo. Somos unos crédulos televisivos. Aparece un anuncio de esos de campos de golf en Murcia y aseguran que está cerca del mar. Las imágenes confunden, porque parece que las casas sean ribereñas y no es así. Todo es relativo, pero hay una distancia de varios kilómetros. Es el tiempo de la mentira. La mentira sin límites, como si se hubiera descartado cualquier noción ética, moral, estética sobre la mentira.

Si la política, la información institucional, la justicia, la economía y hasta el fútbol son mentira, ¿qué nos queda? La televisión es una suplantación de la realidad, pero debe existir esa cosa que dicen los cómicos sobre la verdad escénica, es decir debe crear empatías a base de credibilidad. No se puede estar mintiendo constantemente, por un lado y por el otro. Al final se debe poner un límite que al rebasarse se quede fuera de la posibilidad de ser material televisivo. Ángel Acebes es una muestra palpable de la indecencia política. Pero se sustenta en una ruptura moral a base de instalar una mentira como base de toda una añagaza, una manera patética de construir una casa de papel sobre unas aguas movedizas en un día de aguacero. Un cocodrilo le amputa de un bocado el brazo a su cuidador en un zoo y al día siguiente nos enseñan una granja de cocodrilos para hacer bolsos. ¿Qué es verdad o mentira?

Las mentiras no tienen límites. Estamos viviendo en el momento de mayor intoxicación policial, política, mediática de los últimos tiempos. Lo de los chicos de Aznar es una seña de identidad, pero por aquí cerca, las muestras de este tipo de mentiras, medias verdades y esa facilidad para darle leña al mono que es de goma de la izquierda abertzale empieza a rozar lo permitible. Si Acebes es legal, yo mucho más, pero sin término de comparación. Así que no nos toquen más los logos ni las listas. Una granja de cocodrilos es lo más parecido a un Teleberri. O viceversa.

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