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Líneas rojas

El anális que el autor hace de la propuesta que la izquierda abertzale ha realizado recientemente de cara a un marco democrático tiene principalmente en cuenta las posturas de los tres agentes decisivos para la resolución del conflicto, y delimita las «líneas rojas» en función de cada uno de dichos agentes

En este artículo pretendo analizar la propuesta de la Izquierda Abertzale para un marco democrático de transición. El resto de agentes se han negado a valorar los contenidos de la misma y eso ha limitado el debate social al respecto. Sin embargo, en mi opinión, esa propuesta marca un espacio político común, un espacio real en el que la resolución de la fase armada del conflicto está al alcance de todos. La propuesta del Anaitasuna dibuja las líneas dentro de las cuales la resolución es posible. Por ello, quiero analizarla teniendo en consideración la posición de los tres agentes determinantes para la resolución: la propia izquierda abertzale, el PSOE y el PNV.

Creo sinceramente que la propuesta para un marco democrático se sitúa dentro de las líneas rojas que los diferentes agentes marcaron al comienzo del proceso. Una de las aportaciones importantes que podemos hacer los ciudadanos a este proceso es, precisamente, insistir en la importancia y la urgencia de ese acuerdo, por un lado, y hacer recordar a los políticos que los márgenes sociales del acuerdo son más amplios de lo que ellos se empeñan en reflejar, por otro lado.

La propuesta del Anaitasuna establece un marco político suficientemente estable y democrático como para hacer viables, por medios pacíficos y democráticos, todos los proyectos políticos y sociales presentes en nuestra sociedad. Incluidos, es importante resaltarlo, los más reaccionarios. Estamos hablando de un estatuto de autonomía para los cuatro territorios vascos peninsulares, con un articulado que considere tanto las relaciones internas como las relaciones externas con el Estado. Se trata de una autonomía con derecho a decidir, siempre dentro del marco de los acuerdos alcanzados. Los tiempos y las condiciones para hacer efectivo ese derecho se deberían establecer en el acuerdo.

La izquierda abertzale ha explicado que su propuesta marca las líneas rojas por debajo de las cuales no considera posible la resolución de la fase actual del conflicto vasco ¿Qué quiere decir esto? En mi opinión, la propuesta establece las condiciones a partir de las cuales, una vez suscrito y refrendado el acuerdo, una vez establecidas todas las garantías necesarias para las diferentes partes, se desactivaría por ambas partes la dimensión armada del conflicto y sus consecuencias. En ese escenario, y no en otro, la izquierda abertzale consideraría que el recurso a la violencia política ha dejado de ser legítimo.

Una de las virtudes de la propuesta es que sitúa el debate sobre la violencia en términos de legitimidad política y no en términos de condena moral. Más allá del discurso cínico o pueril de una minoría pacifista y de unos pocos teólogos o moralistas, ningún líder político serio puede realizar una condena universal de la violencia política. Todo el mundo la considera legítima en ciertas situaciones y bajo algunas condiciones. De hecho, la violencia es una de las funciones institucionales más importantes. El reto de este proceso es, precisamente, acordar las situaciones y las condiciones bajo las que nadie en nuestra tierra considere la violencia política no institucional legítima. Además, eso acarrearía una reducción considerable de la violencia política institucional, síntoma inequívoco de la naturaleza política de nuestro conflicto.

Por lo tanto, la propuesta establece un escenario político aceptable para la mayoría de este país en el que la violencia política no tenga un respaldo social tan importante como el que tiene ahora. Que no se me entienda mal. Sé perfectamente que ese respaldo no es mayoritario, pero no deja de ser importante. Así lo ha reconocido el propio Zapatero en una entrevista posterior a la explosión de Barajas: «El terrorismo que padecemos tiene una problemática esencial y es que de una u otra manera tiene comprensión, apoyo (...)».

Aparte de las palabras genéricas de Zapatero, el PSOE no ha dicho nada sustancial sobre la propuesta, pero considero que esa propuesta recoge de manera bastante fiel las líneas rojas por encima de las cuales no está dispuesto a negociar. Es decir, para los líderes del PSOE éstas son las líneas rojas por la parte de arriba, los máximos de un hipotético acuerdo político. Por lo tanto, creo que la propuesta entra dentro de esos límites y que constituye, más o menos, el resultado que preveían sus dirigentes más preclaros, los que tomaron la decisión de abrir un proceso de paz.

Un acuerdo dentro de los parámetros de la propuesta del Anaitasuna aseguraría la unidad del Estado Español como mínimo para una o dos décadas. El modelo formal de Estado no cambiaría substancialmente, con lo que el discurso catastrofista del PP tendría un recorrido muy limitado. La reducción de la violencia institucional requerida le posibilitaría al PSOE desarrollar y homologar un verdadero Estado de derecho y modernizar definitivamente España. Por no hablar de los réditos locales y globales de ser los artífices de la resolución del conflicto vasco. Dentro de ese nuevo marco, los agravios políticos, históricos, migratorios, económicos, lingüísticos... que descompensan la relación de fuerzas entre unionistas e independentistas en nuestros territorios tampoco serían corregidos del todo, con lo que, en cierto sentido, seguirían contando con una ventaja política considerable. Es más, teniendo en cuenta los resultados electorales de las últimas tres décadas, podría gobernar en esa autonomía, con todos los recursos que ello implica.

La cuestión del gobierno en ese nuevo marco nos lleva a analizar la posición del PNV, partido que ha visto en esa propuesta el riesgo de perder el poder político que ostenta ahora en parte del territorio en conflicto. El PNV ha situado la línea roja de su partido precisamente en la propuesta de la izquierda abertzale. No están dispuestos a aceptar bajo ningún concepto, por un lado, que la resolución venga de la mano de la izquierda abertzale, sin entrar a debatir lo realizable de la propuesta; y, por otro, que esa resolución ponga en riesgo su hegemonía institucional, por mucho que ese riesgo conlleve la resolución del conflicto.

Ante este planteamiento irresponsable, intentaré ser constructivo. Creo que, de cara a una transición desde la fase actual del conflicto a otra de confrontación política pura y dura, liderar un bloque nacionalista es la única oportunidad del PNV para seguir manteniendo la hegemonía institucional. Estimo que para los vascos lo más interesante sería que ese bloque se configurase antes de la mesa de negociación. En todo caso, si no es posible establecer ese bloque desde ahora, creo que después del acuerdo la sociedad exigirá a los partidos nacionalistas la configuración del mismo. Considero que ese bloque debe configurarse en torno a objetivos estratégicos claros, dejando abierto un margen amplio para desavenencias tácticas -tiempos, prioridades, gestión, alianzas de gobierno, modelos de acuerdo y confrontación...-.

La hipótesis contraria, una reforma estatutaria a la catalana negociada unilateralmente, basada en la exclusión de la izquierda abertzale y en el sabotaje a un proceso de paz genuino, es un escenario que nadie comprometido con el objetivo prioritario de la paz puede promover o permitir. Ni dentro de ese partido ni fuera de él. Está claro, por lo tanto, dónde pongo yo mis particulares líneas rojas: con todo el respeto del mundo, en la posición actual de los líderes del PNV.

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