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«Querían poner Argentina patas arriba, por eso se los llevaron»

LUCIA CORSIGLIA
Hija de desaparecidos en la dictadura argentina

El 24 de marzo se cumplieron 31 años del golpe de Estado argentino que quiso borrar «toda una marea revolucionaria». Con la mirada puesta en el pasado pero también en el presente, Lucía Corsiglia reivindica la lucha de sus «viejos» por una Argentina socialista, libre y soberana.

Ainara LERTXUNDI

Cristina Mura y Hugo Corsiglia, jóvenes militantes de la organización comunista Poder Obrero, soñaban con una Argentina diferente, una Argentina libre, soberana y socialista. Sus sueños pero, sobre todo, su trabajo militante no gustaba a la dictadura. Hace ya 30 años que fueron secuestrados y torturados. Sus nombres engrosan la larga lista de desaparecidos. Como miembro de FIDELA (Fundación de Investigación y Defensa Legal Argentina) y de Quebracho, Lucía Corsiglia sigue trabajando por el país soñado por sus «viejos».

Sus padres, Hugo Corsiglia y Cristina Mura, fueron secuestrados el 10 de agosto de 1977 en distintos lugares y, desde entonces, siguen desaparecidos.

Los dos militaban en la Organización Comunista Poder Obrero, una de las tantas que había en Argentina en aquella época. En un enorme operativo, un grupo de la aeronáutica -según la organización que se buscaba, operaba una u otra fuerza armada- entró en la vivienda donde, en esos momentos, estaba mi padre conmigo, que tenía cuatros meses. Tras reducir a toda la gente que estaba en la casa, se lo llevaron. A mi mamá, creemos que la secuestraron en la calle, aunque nunca lo hemos podido confirmar. Los dos estuvieron en la Escuela Mecánica de la Armada (ESMA). Por testimonios de sobrevivientes, sabemos que fueron vistos en un piso especial de la ESMA donde operaba la aeronáutica. A través de informes, juicios y declaraciones de testigos que hemos ido recabando, tenemos constancia de las sanguinarias sesiones de interrogatorio y tortura a las que fueron sometidos. Después de un mes y medio o dos, a mi mamá se la llevaron en un «traslado masivo», así se decía a lo que después algún torturador hizo famoso como «los vuelos de la muerte»; mi papá salió en un «traslado individual» y nunca más supimos de ellos.

Cuando ocurrieron los hechos tan sólo era una bebé de cuatro meses. ¿Cómo fue tomando conciencia del secuestro y desaparición de sus padres?

Cuando se llevaron a mi papá, los vecinos se comunicaron con compañeros de la organización y así se fue haciendo la cadena hasta que alguien se comunicó con mi abuela y ella me crió. Mi abuela fue una de esas famosas madres de Plaza de Mayo que se puso el pañuelo en la cabeza. En su caso, por lo menos, creo que nunca asimiló muy bien la lucha de mis viejos, pero, desde un amor infinito y contra viento y marea, salió a buscarlos.

Conforme me criaba, me iba explicando lo que estaba pasando. Mi primera memoria son las marchas con las fotos de mis viejos; mi abuela sujetaba una y yo la otra. Desde muy pequeña supe que mi abuela me estaba criando porque mis viejos estaban desaparecidos. Con cuatro y cinco años, me acuerdo cómo se acercaba a la ventana cuando paraba un coche para ver si eran ellos; me acuerdo también de vivir todo esto junto a otros niños en circunstancias similares a las mías; las abuelas nos juntaban para festejar los cumpleaños, hacer talleres de pintura, dibujo... Entre todas iban buscando el modo de educarnos y contarnos, mientras que nosotros íbamos haciendo una especie de proceso colectivo. No era yo sola, éramos un montón los nenitos que salíamos con las fotos de nuestros viejos.

Tras la apertura democrática de 1983 y el juicio contra las Juntas Militares de 1985, empezó a circular un montón de información y nos enteramos de que habían pasado por la ESMA, de los vuelos de la muerte...

En la medida en que fuimos creciendo, fuimos reconstruyendo la memoria pero no desde un lado personal o familiar, sino desde una perspectiva política. Empezamos a poner nombre a su militancia y a saber qué organizaciones había en Argentina y qué planteaban.

La segunda fase fue aprender la historia personal y familiar de ellos dentro de la lógica del proyecto político que defendían, es decir, entender que ellos no faltan por casualidad sino por ser parte de una marea revolucionaria que los poderes oligárquicos de aquí, muy apoyados por el imperialismo, intentaron borrar del mapa.

No creo en la teoría de que alguien desaparecía por estar en la lista de una agenda; esos serán los menos casos. Lo cierto es que se llevaron a una generación de militantes revolucionarios que querían poner patas arriba este país y el resto de América. Por estoy están hoy desaparecidos, no por otra cosa.

En 2003, el Senado argentino anuló las leyes de Punto Final y Obediencia Debida. ¿Cómo valora la actuación del Gobierno de Ernesto Kirchner en esta materia? ¿Qué consecuencias ha tenido esta anulación?

En el ámbito jurídico, efectivamente, está habiendo cambios. A muchos de los genocidas les ha cambiado la situación y, por primera vez, empiezan a pisar la cárcel común. Pero, la situación es bastante compleja. La anulación de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida es una reclamación histórica de los organismos de derechos humanos y de las organizaciones populares de Argentina. Cuando Kirchner asume el poder y se mete a hacer mucha campaña con el tema de los derechos humanos, lo que hace es coronar el trabajo de más de veinte años de estos organismos que, con su quehacer diario, han generado el repudio a los militares.

Hace ya seis meses que desapareció Jorge Julio López, testigo clave en el proceso contra Miguel Etchecolatz. ¿Cómo ha afectado este hecho a los procesos judiciales en marcha?

Las consecuencias fueron inmediatas. En cuanto desapareció, un montón de testigos se echaron para atrás. Es lógico que esto ocurra porque el miedo que sembró la dictadura lleva más de treinta años sin revertir.

Las dictaduras instauradas en América Latina no fueron crueles sólo porque los militares son siniestros; lo fueron porque esa era la garantía para que no se reprodujeran los procesos revolucionarios. La desaparición de López pone en evidencia que cuando quieran pueden seguir operando. El Estado no ha desarticulado todo esto de una forma seria y efectiva.

Miguel Etchecolatz, un monstruo con todas las palabras, es un viejo decrépito de 80 años pero que sigue teniendo gente bajo sus órdenes; Reynaldo Bignone es un ex general anacrónico pero todavía con poder dentro del Ejército etc.

Hay muchos comandantes en activo que siguen defendiendo la doctrina de la «guerra contrainsurgente y antisubersiva» porque, justamente, el Estado los ha ido reproduciendo.

La democracia no significa que en 1983 hubo una victoria del campo popular, simplemente fue un cambio en la línea política. Una vez que las fuerzas armadas hicieron el trabajo sucio de barrer los proyectos revolucionarios, la democracia de la década de los 80 consolidó las políticas de ajuste y entrega. Nunca hubo una revisión profunda de las fuerzas armadas argentinas; por eso continúan haciendo operativos conjuntos con los militares estadounidenses o las fuerzas «antisurgentes» de Colombia. Está claro que tienen poder corporativo y que no quieren que les toquen a sus viejos referentes.

Por más que salga en la televisión peleándose con George Bush, el Gobierno de Kirchner representa la consagración de los grandes grupos de poder y económicos y los intereses. imperialistas. Tiene muchas contradicciones de fondo.

¿Cómo ha sido la convivencia con los represores a lo largo de estos 31 años?

Traumática. Hay una tendencia a identificar dictadura con fuerzas armadas; ahora bien, quienes salieron beneficiados de esa situación fueron diversos grupos económicos que luego se acomodaron a la «democracia» y al neoliberalismo de Carlos Menem y hoy se pintan la cara de progresistas y se enriquecen a nuestra costa cuando en 1976 mandaron a matar a nuestra gente. Lo mismo ocurre con los grandes grupos comunicativos y políticos que se llenan la boca hablando de democracia cuando años atrás pedían a gritos que hubiera un golpe de Estado. No sólo lo aplaudieron sino que lo permitieron.

La dictadura fue útil pero, en un momento dado, dejó de serlo y pasó a ser algo vergonzoso por lo que se dio paso a una nueva forma de reconfigurar el régimen. Los que sujetaban la marioneta, que no cambiaron para nada, pasaron, de repente, a ser los más democráticos entre los democráticos.

Como familiar de desaparecidos, militante y argentina, ¿qué opinión le merecen iniciativas como la apertura del Museo de la Memoria en la ESMA?

Si en Argentina estuviéramos construyendo un proyecto en el cual los niños no durmieran en la calle; no te limpiaran el parabrisas del coche para pedirte unas monedas o cerca del 30% de la población no estuviera por debajo del humbral de la pobreza, sería una iniciativa muy sana. Pero el grueso de nuestra población vive marginada y hay niños que probablemente no llegarán a los veinte años porque antes o los mata la Policía de un tiro en la cabeza o caen en las redes de las peores drogas sintéticas porque carecen de absolutamente todo. Y al tiempo que estamos construyendo esta realidad, ¿planteamos un museo en la ESMA? Lo que se merecen mis viejos, que pasaron por ahí, es la continuación de su proyecto de lucha, que era el socialismo, una patria libre y soberana. No sirve de nada que el Gobierno haga veinte museos y se diga «hijo de las madres» si debajo del Obelisco viven familias enteras. Ese no es el país por el que peleaban mis viejos. La situación va cada vez peor y lo que hacemos es entretenernos en muchos actos de homenaje. Hoy, el museo de la ESMA no representa la pelea de ellos.

Creo que hoy en día estamos transitando en el sentido contrario de aquella lucha y se está haciendo lo diametralmente opuesto al proyecto socialista que reclamaban. La foto actual de Argentina habla de miseria, pobreza, de viejos muriéndose por enfermedades curables etc. Muy lindos los museos, pero lo que aquí hace falta es poner las cosas patas arriba.

FOTO ACTUAL

«La foto actual de Argentina habla de miseria, de niños durmiendo en la calle, de viejos muriéndose por dolencias curables»

en activo

«Hay aún muchos comandantes en activo que siguen defendiendo la doctrina de la `guerra antisubversiva'»

año 1983

«La dictadura fue útil pero en un momento dado dejó de serlo y se dio pasó a una nueva forma de configurar el régimen»

jorge julio lópez

«Su desaparición pone en evidencia que cuando quieran pueden seguir operando. El Estado no ha desarticulado todo esto de forma seria y efectiva»

beneficiados

«Quienes salieron beneficiados del golpe fueron grandes grupos económicos que hoy se pintan la cara de progresistas»

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