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Martin Garitano Periodista

Las cosas son como parecen

La política vasca resulta demasiado previsible y, en las más de las ocasiones, las cosas terminan por ser como parecían. Tal vez sea eso lo que la hace insufrible para muchos.

Han pasado ya trece meses desde que ETA tomara la iniciativa y anunciara el alto el fuego permanente que sirviera de banderazo de salida a un proceso que debiera concluir con el reconocimiento de la existencia del pueblo vasco y de su derecho a decidir su futuro. Y hoy nadie osaría defender que las cosas van en la buena dirección.

Y así resulta que era más que previsible que Rodríguez Zapatero y la actual dirección del PSOE (como las anteriores) pretendiera jugar a la pequeña en el proceso, encarrilar al independentismo de izquierdas en una vía muerta que le llevara a la rebaja extrema de su proyecto estratégico y condujera a ETA a un desierto político donde sólo sería cuestión de tiempo su extinción.

Muchos quisimos ver otra cosa. Quisimos creer -porque así lo aseguraban durante decenas de encuentros más o menos reservados- que en La Moncloa habían llegado a la conclusión de que era preciso dar salida al contencioso vasco y que Rodríguez Zapatero se sentía con la fortaleza y valentía necesarias para hacer frente a una obra de ese calado histórico. La realidad se parece, sin embargo, demasiado a lo que su partido nos ha mostrado desde que inició la Transición en comandita con los franquistas de Suárez y los autonomistas del PNV. Era previsible que los compromisos adquiridos en los previos al alto el fuego fueran poco más que un señuelo y lo que ahora vemos se parece demasiado a la absoluta inactividad que Zapatero y sus portavoces vienen reivindicando con el supuesto objetivo de calmar al PP.

También era previsible que el PNV -obsesionado con el monopolio de la gestión autonómica- jugara la baraja de la esperanza ante la opinión pública y, bajo la mesa, se repartiera los ases con el PSOE. Lo que vemos y oímos de boca de sus portavoces se parece demasiado a la jugada del 77. Y el juego a dos bandas, la firma de un nuevo acuerdo de gestión autonómica, la marginación del independentismo y los juegos de cama con el PSOE son escenas que se repiten de forma casi idéntica. En ese punto crítico estamos. Basta escuchar a Iñigo Urkullu decir que «hasta aquí hemos llegado» y que su partido se planta. ¿Otro viaje al pasado? Los vascos merecemos otra cosa.

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