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Visita a los campamentos de refugiados saharauis

Mirada a una historia «Muy lastimada»

Más allá de ponencias, charlas y conclusiones, el reciente congreso de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis ofreció a las diferentes delegaciones participantes la oportunidad de convivir durante cinco días con familias saharauis y de conocer «in situ" su realidad.

Ainara LERTXUNDI

La historia del Sahara es una historia muy profunda y lastimada», resume a sus cinco visitantes Jadya Yed, mientras reparte las acreditaciones del V Congreso de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis. En los cinco días que duró la estancia en el campamento de refugiados 27 de Febrero, pudieron comprobar lo profundo de esas palabras y la fortaleza de un pueblo que ha logrado sobrevivir durante más de 30 años en pleno desierto, en medio de la nada y en medio de una inóspita tierra cedida por Argelia.

Jadya llegó a los campamentos de refugiados con tan sólo un año, en 1975. Vivían en Mauritania y, en cuanto el Frente Polisario «avisó de que iba a comenzar la lucha armada revolucionaria» emprendieron la huida hacia Tindouf. Junto a la suya, miles de familias, en su mayoría mujeres y niños, caminaron durante días por el desierto sin más provisiones que un bidón de agua.

«Llegaron mujeres embarazadas, viejas con muletas, niños... Hubo gente que pasó 20 días andando o encima de cabras con sólo una petaca, sin alimentos, sin nada», explica. «Vivimos en amarguras. Estamos peor que los palestinos; esta tierra no es de nosotros, es de los argelinos. Llevamos 31 años viviendo en este desierto que nadie soporta, que nadie quería», subraya esta enfermera y técnica de terapia intensiva graduada en Cuba. Eso sí, «esto es mejor que nada» y que el régimen represivo de Marruecos.

Con diez años, dejó la wilaya o provincia de Smara para instalarse en la isla caribeña, en concreto, en Santa Clara. Allí le esperaban once años de formación. En 1996, regresó a Smara y, en la actualidad, trabaja en el hospital como ayudante del médico. Pese a contar con personal altamente capacitado y preparado, lamenta que poco o nada pueden hacer debido «a la falta de medios. Tenemos los conocimientos y el personal está graduado pero carecemos de la materia prima, nos faltan los medios, y dependemos de la ayuda internacional». Entre esas carencias cita, a modo de ejemplo, los medicamentos para hacer frente a la anemia, vitaminas...

La situación se agravó con las inundaciones ocurridas entre el 9 y el 11 de febrero de 2006 en las wilayas del Aaiun, Ausserd, Smara y 27 de Febrero. Cerca de 158.000 personas se vieron afectadas y, aproximadamente, el 50% de las viviendas construidas con adobe quedaron derruidas. Mercados, dispensarios, hospitales y colegios tampoco se salvaron de las lluvias torrenciales que también acabaron con las despensas de alimentos de las familias y algunos almacenes de víveres de emergencia.

«Mucha violencia y represión»

Pero, pese a todas las adversidades, «aguantamos en este desierto, en el exilio, por nuestra soberanía». «¿Tú darías tu casa a otra persona?», se pregunta en alusión a la ocupación de Marruecos. La respuesta es obviamente «no». El plan de autonomía propuesto por el reino alaui y entregado ya al secretario general de las Naciones Unidas para su debate en el Consejo de Seguridad no pasa desapercibido en este punto de la conversación. Como el resto de saharauis, Yed lo considera «un mero pretexto y una justificación para atrasar el plan de paz» y deja claro que «desde el más joven hasta el más mayor está listo para luchar hasta lograr nuestra independencia».

«En realidad, no queremos hacer nada malo a nuestros vecinos, somos un pueblo pacífico pero no nos podemos quedar con los brazos cruzados ante tanta vulneración de derechos. En las zonas ocupadas hay mucha violencia y represión. A cada rato violan a una mujer», denuncia. «Y, la mujer saharaui prefiere la muerte a que se juegue con su honor», añade. Son muchos los ejemplos.

Uno de ellos es el de Aichatu Chafia, exiliada en el Estado español y esposa del ex preso Ali Salim Tamek, detenido en agosto de 2002 en Rabat. En junio de 2003, cuando salía junto la hija de ambos de visitarlo en la cárcel de Ait-Mel-lul, tres agentes del servicio de inteligencia marroquí DST les interceptaron el paso obligándolas a subir a un vehículo sin distintivos. Tras un «corto y terrorífico viaje de media hora, me encontré con un grupo de lobos de la DST».

«Me alargaron una lista de compañeros de mi marido y me interrogaron a fondo por cada uno de ellos. Después, pasaron a preguntar sobre las sucesivas huelgas de hambre que hacía mi marido, su relación con el Polisario, sus responsabilidades económicas etc. Si alguna vez eludía alguna pregunta por ignorar su respuesta me amenazaban con matar a mi hija».

«Después, me desnudaron completamente y me violaron uno por uno y, por si fuera poco, orinaron encima de mi cuerpo. Hicieron cosas que no me atrevo a relatar. Echaron mano de todo método degradante de la dignidad humana. Me humillaron profundamente». Este es parte del testimonio que difundió hace un año con motivo del Día Internacional de la Mujer. Precisamente, como símbolo de la lucha de la mujer saharaui, la quinta edición del congreso de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS), celebrado entre el 5 y el 7 de abril, llevó el nombre de Maimuna Abdallahi Mohamed Lamin. El cartel con su foto y breve biografía, escrita en castellano y árabe, presidió cada uno de los actos y las paredes de la escuela 27 de febrero, sede del congreso.

Nació en la Región de Saguia el Hammra y el Rio de Oro en 1926. En 1957, los aviones aniquilaron todos los rebaños de su familia que, en 1961, fue expulsada del territorio. Tras la invasión marroquí, el 7 de enero de 1976, fue secuestrada su única hija y, al poco tiempo, asaltaron su casa. El 27 de febrero de ese mismo año, un día después de la proclamación de la República Árabe Saharaui Democrática (RASD), tanto su marido como ella fueron detenidos. El 11 de marzo lo fueron su hijo y hermano. Tras pasar por varias cárceles, el 20 de julio de 1991, Maimuna y su marido, que falleció al día siguiente en El Aiún, quedaron en libertad. Su sufrimiento no acabó ahí, ya que uno de sus hijos apareció muerto el 29 de octubre de 1995. Maimuna murió el 22 de octubre de 2005.

«Durante toda su vida, fue la compañera cariñosa de todas las mujeres que luchaban por la independencia del Sahara. Nos deja un gran ejemplo de fidelidad, sacrificio y compromiso con su nación y su pueblo», destaca el cartel elaborado por la UNMS para el V congreso, cuyo lema -«Las mujeres saharauis, una fuerza en movilización por la libertad, la paz y el progreso»- resume a la perfección el leit motiv de este punto de «encuentro y reflexión».

«Una inversión para el futuro»

Reflejo de la activa participación y creciente emancipación de la mujer es el centro de Formación y Orientación de Smara. «Se construyó para acercar la formación a su casa porque antes se veía obligada a desplazarse a Argelia. De aquí, sale con una preparación y una formación útil. Es una inversión de cara al futuro», explica una de las responsables del centro a las diferentes delegaciones, entre ellas, una amplia representación de organismos y asociaciones de mujeres de Euskal Herria. En sus aulas, aprenden informática, técnicas audiovisuales y costura. Una profesora argelina adiestra a sus alumnas en el manejo de las máquinas de coser. El curso dura seis meses y, al cabo de ese periodo, obtienen el diploma de costurera. Mientras ellas siguen a los suyo sin perder la concentración pese al incesante goteo de visitantes, éstas observan las ropas de bebé, jerseys y otras prendas elaboradas en este taller. Especialistas en sicología y sociología ofrecen además orientación sobre la vida social y familiar, el aborto o el divorcio.

Una nueva generación

Tras la visita, llega la hora de comer. Parte de la delegación se traslada en un autobús fácilmente reconocible para muchas. Aún conserva su destino original: «Sarrikue-Atxuri». Pero, la parada es una de las viviendas de Smara. En una de ellas, Kapara Abderrahman, de 19 años, da la bienvenida a las visitantes, ofreciéndoles el tradicional té. Ella representa una nueva generación de mujeres saharauis.

Siendo una niña, fue al Estado español a pasar las vacaciones de verano. Regresó para ser sometida a una intervención quirúrgica debido a una hernia y fue entonces cuando su familia de acogida le ofreció quedarse y continuar con sus estudios. Vivió con ellos siete años. En junio del pasado año volvió a Smara, donde imparte clases de lengua española a tres grupos de escolares.

Entre sus planes inmediatos está instalarse en algún punto del Estado español para completar sus estudios con algún módulo mientras trabaja. Esté donde esté, Abderrahmán tiene muy claras cuáles son sus raíces. «Yo soy saharaui y me gusta mi cultura. Aunque hay cosas que no comparto, las respeto», señala.

En un momento de la conversación, alguien se interesa por el divorcio y su aplicación. Aunque «no suele haber demasiados problemas», Abderrahmán lamenta que los jueces sean en su totalidad hombres y que, muchas veces, no se tenga en consideración la voz de la mujer. Resalta como factor positivo que la custodia de los hijos siempre se la dan a la mujer, que se queda en la vivienda familiar. Su madre está separada.

De repente, varios niños irrumpen en la habitación como un torbellino. Uno de ellos, de 13 años, llegó hace un año con su padre a este campo de refugiados procedente de los territorios ocupados.

«Yo prefiero vivir en mi país, pero aquí hay más libertad. Aquello es un horno; no puedes ni salir de casa por miedo a los marroquíes. Yo no voy a regresar a la zona ocupada aunque tenga más recursos materiales», afirma con rotundidad pese a su corta edad. Jadya Yed llama la atención sobre su estatura, sensiblemente más baja para un niño de su edad. «Es por las malas condiciones de vida y la alimentación», indica.

Emotiva e intensa velada

Tras varias horas de conversación, Kapara Abderrahman y su familia se despiden. Es hora de subir nuevamente al autobús. La jornada, de todas formas, no ha finalizado. Es viernes, día festivo en la cultura islámica. y, por tanto, jornda lúdica.

En una de las haimas, un grupo de mujeres saharauis se entretiene con juegos tradicionales, practicados habitualmente durante el mes de ramadán. En la haima contigua, ataviadas con el vestido y accesorios reservados para las celebraciones, en blanco y negro, bailan danzas tradicionales mientras el siroco azota la tela de las haimas y llena el ambiente de arena, contra la que «es mejor no luchar, no merece la pena».

Una emotiva e intensa «velada» en la escuela 27 de febrero puso fin al congreso y a tres días de ponencias, intervenciones y reflexiones. La «velada» fue el mejor exponente de la realidad del pueblo saharaui y de la lucha de sus mujeres. Una opera recreando la cárcel Negra marroquí, el encarcelamiento de saharuis, su sufrimiento y también su victoria abrió este festival que se prolongó hasta las dos de la madrugada.

Uno de los momentos más emotivos llegó cuando un conocido grupo musical saharaui cantó una canción dedicada «a los mártires». Las lágrimas se hicieron patentes en los rostros de las mujeres que, hasta ese momento, no habían dejado de agitar sus velos, de aplaudir y gritar el himno saharaui («... a pesar de todos los esfuerzos que están haciendo los marroquíes, vamos a liberar nuestro territorio...», reza una de sus estrofas). «Es una canción muy lastimada, muy profunda», manifiesta Jadya Yed, secándose ella también las lágrimas.

«Anoche -en alusión a la velada- todas lloramos porque la familia feliz en la que todos viven juntos es algo que hasta ahora no conocemos. Todos tenemos a un hijo, un hermano, un marido, a un familiar al otro lado del muro, preso o exiliado. La mujer saharaui comparte problemas con mujeres de otras partes del planeta pero también tiene otros específicos, como el exilio, la división y la negación de su territorio que la afectan emocionalmente. En estos 30 años, ha sabido luchar por su emancipación y la autodeterminación porque sin independencia y retorno no existen ni mujeres ni niños ni nada», concluye Fatma El-mehdi, secretaria general de la UNMS.

«Por muchas tiendas, coches y mejoras materiales que haya en los campamentos y por mucho que nuestros jóvenes tengan que marcharse a otros países porque aquí no hay nada que hacer seguiremos con las mismas fuerzas que el primer día», añade otra dirigente de esta organización.

Recuerda cómo, a raíz de la crisis desatada en 2001 por el paso del Rally París-Dakar por el trazado fronterizo entre la República saharaui y Marruecos y la consiguiente advertencia del Frente Polisario de «responder contra las fuerzas marroquíes» si no se modificaba el recorrido, «en menos de 48 horas vinieron todos nuestros hermanos saharauis dispuestos a coger su uniforme militar. Hubo gente que vino del Aaiun pero también quien dejó su puesto de trabajo en la NASA o en Alemania».

En estos momentos, sus miradas están puestas en la ONU. Sobre la mesa del Consejo de Seguridad hay dos propuestas. Una la de Marruecos, que insiste en su plan de autonomía, y la otra del Frente Polisario, que reclama el derecho a decidir.

 
El té, un ritual imprescindible en las veladas sociales

Tomar el té es todo un ritual. Las prisas o el estrés son enemigos de este ritual que invita a una conversación tranquila y relajada. La tetera y los vasos reposan sobre una bandeja, colocada a muy poca altura del suelo. «Necesitas mucho tiempo y paciencia para hacerlo», comenta Enguia Mohamed mientras prepara seis vasos. «Cuando un vecino o alguna persona con la que tienes relación viene a casa es costumbre hacer el té, es una forma de respeto y es lo único que tenemos», añade. Aunque este ritual puede durar horas, sólo se toman tres vasos y cada uno tiene un significado; el primero es amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el último, suave como la muerte. A. L.

más de 30 años en pleno desierto

inundaciones

Las lluvias torrenciales caídas entre el 9 y el 11 de febrero de 2006 inundaron las wilayas del Aaiun, Ausserd, Smara y 27 de Febrero, causando graves destrozos.

nombre de mujer

El V congreso de la Unión Nacional de Mujeres Saharauis adoptó el nombre de la «mártir» Maimuma Abdallahi Mohamed, en reconocimiento a su labor.

raíces

Kapara Abderrahmán es una joven saharaui de 19 años. Durante siete años vivió en el Estado español y espera volver en junio. Pero ante todo, «soy saharaui».

resistencia

«La resistencia de las mujeres es el mejor testimonio que podemos dar como sacrificio por la liberación de nuestro país», fue uno de los mensajes de la UNMS.

formación

Smara acoge un centro de formación y orientación en el que, además de impartir charlas, las mujeres aprenden informática, audiovisuales y costura.

huida

Tras la invasión de Marruecos el 31 de octubre de 1975 y la de Mauritania unas semanas después, miles de familias emprendieron la huida hacia Tindouf.

165.000

saharauis, la mayoría mujeres y niños, viven en los campamentos de refugiados de la región argelina de Tindouf. Están divididos en cinco wilayas: El Aaiún, Dajla, Auserd, Smara y 27 de Febrero.

en manos de marruecos

La mayor parte del territorio de la RASD, el 75%,sigue en poder de Marruecos; sólo los llamados «territorios liberados están en manos del Gobierno saharaui que, además de este espacio de desierto, gestiona los campamentos de refugiados.

creación de la rasd

La República Arabe Saharaui Democrática nace el 27 de febrero de 1976 en Bir-Lehu, el mismo día que el último soldado español abandona el Sahara Occidental. 82 países han reconocido a la RASD, que desde 1984 es miembro de la Unión Africana.

«muro de la vergüenza"

El Sáhara Occidental se halla dividido por un muro de más 2.000 kilómetros de largo. La zona al oeste es el territorio ocupado por Marruecos, mientras que, al este, están los «territorios liberados». El muro está sembrado por más de un millón de minas.

colores significativos

Los cuatro colores que conforman la bandera saharaui resumen la historia de esta «última colonia de Africa». El negro simboliza el «colonialismo y la tristeza»; el blanco, «la paz»; el verde, «las riquezas de la tierra» y rojo, «la sangre derramada».

60

grados

La temperatura en los campamentos de Tindouf varía desde un grado, en invierno, hasta los 60 grados que con frecuencia hace en los meses de verano.

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