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Édith Piaf: pequeña gran cantante, pequeña gran mujer

«La vida en rosa»

El realizador Olivier Dahan ha conseguido salir airoso de la misión, casi imposible, que es intentar resumir la corta pero intensa vida de Édith Piaf en una película. Al éxito colabora una narración con saltos en el tiempo, que recoge las constantes vitales de la protagonista junto a la transformación de Marion Cotillard, quien obra el milagro de parecerse a esta pequeña cantante que se crecía hasta el infinito gracias a una voz popular hecha de la experiencia callejera.

Mikel INSAUSTI | DONOSTIA

La vida de Édith Piaf dio para mucho, al haber sido tan corta como intensa. Si ya cualquier biopic o biografía musical reúne unas dificultades intrínsecas, en el caso de esta cantante intentar resumir su vida en una película es, cuando menos, una labor titánica. Sus fans lo saben mejor que nadie, así que han agradecido el esfuerzo de Olivier Dahan por atrapar algo de su esencia en la pantalla, lo que no es poco. El realizador ya se había ocupado de la gente menuda en «Érase una vez», aunque en clave puramente fantástica por tratarse de una adaptación muy libre del cuento de Pulgarcito.

A la Piaf la apodaban la môme, también debido a su reducida estatura que la hizo parecer siempre una cría. Claro que, cuando cantaba, estremecía a cuantos la oían, ya que se crecía hasta el infinito. Una extraña facultad, casi imposible de imitar, sin que exista actriz capaz de meterse de lleno en semejante papel. En principio se había especulado con la posibilidad de que Audrey Tautou fuera la elegida para encarnarla, pero lo cierto es que resultaba demasiado dulce para una personificación tan dura. De todas las posibles candidatas, al final Marion Cotillard, otra que es pequeña pero matona, ha resultado ser la ideal. Con la ayuda del increíble maquillaje de Didier Lavergne ha conseguido un asombroso parecido que ha convencido incluso a los más escépticos.

En la medida en que «La vida en rosa» ha sabido resolver el escollo principal del protagonismo se ha convertido en la película definitiva sobre la Piaf, superando intentos previos atenazados por el respeto y el miedo a enfrentarse al mayor icono de la chanson française. A mediados de los 70, la película de Guy Casaryl «Una voz llamada Édith Piaf» se centró únicamente en su juventud, mientras que, una década después, Claude Lelouch dedicó por entero las tres horas de «Édith et Marcel» a su romance con el boxeador Marcel Cerdan.

Dahan ha sido mucho más arriesgado, atreviéndose a abarcar en apenas dos horas y media la irresumible vida de la Piaf, gracias a que ha desechado la narración lineal en orden cronológico. Los saltos en el tiempo le permiten reflejar instantes vitales unidos a canciones de su repertorio, que son ya inmortales, mediante largos planos secuencia. El cineasta ha preferido inspirarse en las fotografías de la cantante y en la biografía escrita por Isabelle Sobleman, junto a la que ha escrito el guión, documentado además con testimonios de algunos de los que la conocieron.

«La vida en rosa» parte del momento crítico vivido durante la actuación de la mítica cantante en Nueva York, en 1959, cuando sufrió un desvanecimiento a causa de su deteriorado estado de salud, agravado por la adicción a la morfina, para remontarse acto seguido a su infancia entre las prostitutas que se ocuparon de ella.

El trabajo de Dahan ha consistido en pulsar las constantes existenciales que marcaron el devenir de la môme, a sabiendas de que cada una de sus relaciones de amistad o de pareja darían para otras tantas películas por separado. Toda su vida estuvo marcada por sus propios orígenes, al ser hija de un acróbata circense y de una cantante ambulante de procedencia argelina. Desde muy niña, con unos ocho años de edad, comenzó a ganarse el sustento en la calle con su prodigiosa voz.

Y de ahí al cabaret, sin dejar de representar con sus canciones a los clochard o vagabundos parisinos. Un mundo que seguía siendo marginal, más al verse envuelta en el escándalo del asesinato de su descubridor, Louis Leplée, interpretado en la película por Gérard Depardieu. Esa imagen asociada con el hampa de Pigalle es la que hizo de ella la gran musa de los pensadores existencialistas, por no hablar de su vertiginosa carrera posterior, salpicada de romances voraces y destructivos.

Musa y mecenas

Aunque se dice que fue su apasionada historia de amor con el boxeador de ascendencia marroquí Marcel Cerdan la que le dejó más tocada anímicamente, tras su trágica muerte en accidente de avión hubo muchas más, no menos tortuosas y aceleradas, que la fueron desgastando de manera imparable. En los años 40 triunfó en el music-hall y, al igual que enamoró a un Cocteau que le escribió una obra teatral, lanzó la carrera de un joven Yves Montand. En la década posterior hizo lo propio con Charles Aznavour o con Georges Moustaki, quienes empezaban como cantautores. El último de la lista fue Théo Sarapo, la versión más juvenil de todos ellos y cuyos restos reposan junto a los de la Piaf en el cementerio para celebridades Père-Lachaise. La cantante terminó sus días sin llegar a cumplir los 48 años, adelantándose al fenómeno de la primera generación terminal del rock.

ARTISTA

«Édith Piaf es innegablemente el arquetipo del artista -dice el director Olivier Dahan-. En general, cuando el artista empieza a autodestruirse, su arte retrocede: en este sentido la Piaf representa una excepción, porque, mientras su cuerpo se iba consumiendo, su arte se iba elevando, haciéndose más puro. Nunca se rindió».

Estreno

Título original: «La môme».

Dirección: Olivier Dahan.

Guión: Olivier Dahan e Isabelle Sobelman.

Producción: Alain Goldman.

Fotografía: Tetsuo Nagata.

Música: Christopher Gunning.

Intérpretes: Marion Cotillard, Sylvie Testud, Pascal Gregory, Emmanuelle Seigner, Gérard Depardieu, Jean-Paul Rouve, Clotilde Courau, Jean-Pierre Martins, Catherine Allegret, Marc Barbé.

País: Estado francés, 2007.

Duración: 140 minutos.

Género: Biográfica.

Marion Cotillard, cara a cara con el mito

Enfrentarse al reto de encarnar a todo un mito no es tarea fácil. Marion Cotillard reconoce que «no conocía gran cosa de la Piaf; sabía que no era muy alta, que cantaba siempre vestida de negro y que acompañaba sus historias musicales con el lenguaje corporal. Poco más». El primer día de rodaje se topó con una escena en la que tenía que cantar. «Cantaba durante el play-back, porque no quise hacer un trabajo clásico de preparación del papel antes del rodaje», explica esta actriz que, cuando se le pregunta sobre los aspectos oscuros del personaje, apunta una clave: «Olivier le pregunta en un momento: `¿Tiene usted miedo a la muerte?'. Y ella responde: `No, le tengo menos miedo que a la soledad'. Todo procedía de ese temor».

A.E.

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